Texto de opinión
13 jul 2024 . Actualizado a las 20:42 h.A veces hay que saber cuándo conviene poner un punto final y no uno y aparte. Aunque no siempre resulta sencillo identificar esos momentos, más aún en el fútbol. No es así en el caso de Uros Djurdjevic. A lo largo del día de hoy se nos ha bombardeado con imágenes del delantero aterrizando en México, pero no porque sean destino de sus vacaciones, sino que allí tendrá lugar el siguiente paso de su carrera deportiva. Son los últimos momentos previos a oficializar su salida del Real Sporting de Gijón.
Unas instantáneas que a unos les dejará sensación de alivio, mientras en otros gobernará el orgullo. Sin embargo, no considero que deje ese regusto de pensar que «quizás no era el momento». Sí, lo es. Eso sí, como ha sido siempre habitual en el delantero balcánico durante estos 6 años de rojiblanco, entre el sportinguismo ha vuelto a no dejar indiferente a nadie. Incluso, esa ceguera que le ha otorgado su gran amor por el club ha terminado por alargar más una etapa que para mal de todos no ha hecho bien a ninguna de las partes. Ni a él ni al Sporting. Y creo que todos, incluido el propio Djuka, lo sabemos. Como también que seguramente no se merecía este final.
Sea como sea, tampoco estos últimos momentos han dejado indiferente a nadie entre el sportinguismo. Djuka ha sido una figura controvertida a lo largo de estos 6 años, siempre bajo el foco de debate y con la constante exigencia del gol que un delantero debe cargar sobre sus hombros. El Molinón ha sido un exhaustivo médico que le pasaba un chequeo completo cada 90 minutos. Y más allá, sin la necesidad de que rodara el esférico. Como toda valoración con él, era fácil que apareciera quien se agarrara a cualquier argumento para defenderlo, a veces incluso con más corazón que cabeza, como también había siempre al que, independientemente de los goles que hiciese o de su aportación, nunca terminaría de caerle en gracia. Sin embargo, no se me ocurre ningún sportinguista con mínimo uso de razón que no haya celebrado sus 66 goles como rojiblanco.
Y es que, más allá de su rendimiento futbolístico, el cual solemos ligar con soltura a lo numérico, resulta mucho más sencillo reconfortarse con uno mismo a partir de la manera que tuvo Djuka siempre de sentir el Sporting. Gustará más o gustará menos con un balón en los pies, pero el '23' se va siendo un gran ejemplo para todos de lo que debe ser un profesional, y sobre todo de cómo ser ese guerrero que pone todo lo que tiene en la defensa de su escudo.
Es por ese cariño suyo hacia el club que para unos cuantos no esté siendo una despedida sencilla, pero no considero que haya uno que no lo entienda. Se cierra un ciclo, una etapa que futbolísticamente ha tenido de todo, desde los malos momentos de estas dos últimas temporadas, perdiendo importancia en las alineaciones pero sobre todo estando errático e improductivo de cara a gol, hasta otros en los que ha cargado en sus hombros temporadas goleadoras como la 20/21, en la que el Sporting de David Gallego peleó hasta la última jornada por entrar en Playoff, haciéndose cargo de más de la mitad de los goles de todo el equipo (22 de 37), o los 16 (14 en liga) de la siguiente, en la que se rozó la agonía de un descenso histórico que se quedó a tiro de un partido.
Un partido, entre otros, que evidencia de la mejor manera lo que fue Djuka para el Sporting. Era el fin de semana del 26 de marzo de 2022. Uno de los momentos más oscuros de la historia reciente del club. El Sporting marcaba la salvación en Segunda tras 32 jornadas disputadas. Uros estaba concentrado con Montenegro, pero su mente estaba más en El Molinón. Dos días antes del partido frente al Cartagena, el jueves 24, Djuka, que venía de jugar los 90 minutos en un intrascendente amistoso de su selección, tomó un vuelo desde Ereván, la capital de Armenia, hasta Podgorica, en Montenegro. Desde ahí, emprendió un camino que acumuló más de 4.000 kilómetros en cuestión de horas, pasando también por Serbia y Suiza antes de aterrizar en Madrid. Desde la capital llegaría a Gijón, exhausto, pero siempre presto para la batalla.
El capitán saltó al terreno de juego tras el descanso, con 1-1 en el marcador y una ansiedad palpable de un Molinón que se temía, con razón, lo peor. Y el máximo anotador rojiblanco de aquella temporada respondió. Dos goles que desmembraron toda esa rabia contenida y ahuyentaron todos los miedos, convirtiendo ese día en una fiesta dentro de una historia que podía haber sido, tristemente, bien diferente. No fue su único ejemplo, como cuando recorrió más de 8.000 kilómetros en tres días para poder estar en un derbi asturiano frente al Real Oviedo -en el que marcó el gol del empate-. Un partido que nunca se quería perder, aunque los «caprichos» del calendario se lo impidieron en alguna ocasión.
El rendimiento estará por encima de todo. Como dijo hace no tanto un Miguel Ángel Ramírez ahora más calmado -y valorado- en Qatar, «nadie está por encima del club». Y es cierto. Ya lo reza el cántico, los jugadores pasarán, pero será su gente la que siempre perdura, como lleva sucediendo en este club que ya toca con la yema de los dedos su 120 aniversario. Una dilatada historia en la que Djuka no es uno más. No ha pasado sin pena ni gloria ni mucho menos. Se va un capitán, el tercer futbolista extranjero que más veces ha defendido nuestro escudo, tan sólo a 2 partidos del mítico Igor Lediakhov, y el segundo en cuestión de goles, donde sólo le supera «un tal» Enzo Ferrero.
Djuka llegó haciendo ruido y se va haciendo ruido, aunque en su día a día, aquellos que lo conocen mejor, siempre lo definen como un tipo tranquilo y templado. Incluso de sonrisa fácil, dentro de su introversión, aunque luego en el campo sea todo lo contrario. Un tipo que, más allá de la cifra de goles de cada temporada y el rendimiento que medimos con ella, yo siempre quiero en mi equipo. Djuka es todo un ejemplo de sportinguismo por encima de cualquier número, y es por ello por lo que hay que estarle agradecido. Por querer, amar y respetar este escudo como todos sus aficionados haríamos. Gracias por los servicios prestados, aunque no lograras cumplir aquí tu sueño de ascender y establecer al Sporting en Primera, estoy seguro que aunque sea desde la distancia tendremos a un sportinguista más -y no sólo uno- alentando porque los de rojo y blanco para que lo consigan. Y no de boquilla. Un sportinguista de corazón que, entendiendo que es el momento, deja indudablemente un vacío con su marcha. Gracias, Djuka.