Las 4 claves del año de Playoff del Sporting y del notable a Ramírez

Dani Souto

SPORTING 1905

El entrenador del Real Sporting de Gijón, Miguel Ángel Ramírez en el derbi asturiano entre el Real Oviedo y el Real Sporting de Gijon en el estadio Carlos Tartiere
El entrenador del Real Sporting de Gijón, Miguel Ángel Ramírez en el derbi asturiano entre el Real Oviedo y el Real Sporting de Gijon en el estadio Carlos Tartiere César Quian

Texto de análisis de la temporada

18 jun 2024 . Actualizado a las 18:25 h.

Finalizada la temporada del Real Sporting de Gijón, es un buen momento para hacer balance del curso antes de que el mercado de fichajes termine por inundarlo todo. Una campaña 23/24 que se define por haber recuperado la ilusión. Tras dos años sufriendo lo indecible por evitar un descenso de categoría histórico, firmando las peores posiciones en Segunda de los anales del club rojiblanco, este año se volvió a pelear por retornar al máximo escalón y eso generó una unión y un despertar de la Mareona sportinguista muy necesaria. Una temporada que en lo futbolístico fue claramente de más a menos, pero que se sostuvo hasta el final en la lucha por el objetivo mayor de la mano de Miguel Ángel Ramírez, que cierra una etapa en el club. A modo de resumen, sirve como introducción para analizar, en las últimas 4 claves del curso, los aspectos más destacados del conjunto rojiblanco:

Excelsa primera vuelta asentada en la efectividad y un sistema definido

Tras un empate polémico en Eibar por un discutido penalti en contra del Sporting en la segunda mitad, los de Ramírez caían del ascenso directo y cerraban 2023 con una primera vuelta completa que los situaba en tercera posición del campeonato. No era casual. Habiendo modificado su plan inicial de la pretemporada, el técnico grancanario consiguió dar forma a un sistema asimétrico que permitió al Sporting ofrecer una imagen muy nítida en su juego, equilibrado en defensa y con mucha pegada en ataque. En ese contexto fue clave el rol de Pascanu, que generó extrañeza de primeras en la afición rojiblanca. El rumano ejercía como tercer central cuando los suyos atacaban, ya fuese en salida de balón como una vez llegaban a campo contrario; un escenario en el que era clave para sumar sus características como central estando prevenidos ante la pérdida. Así, el Sporting no sufría tanto ante las transiciones rivales, le permitía mantener el bloque alto al recuperar con celeridad y a su vez acumular muchos jugadores en poco espacio para poder presionar con intensidad ante la pérdida. En ataque, el desequilibrio de Hassan, las apariciones libre de marca de un Gaspar liberado en tres cuartos y las incorporaciones derivadas de esto de Cote por el carril izquierdo eran sólidos argumentos para generar llegadas al área rival.

Una vez ahí, el Sporting hizo gala de una gran -y engañosa- efectividad. Engañosa porque el acierto puede acompañarte unas veces, al igual que te deja de lado en otras, pero no suele ser habitual que se consiga sostener en el tiempo. Con esa versión sólida y efectiva, el Sporting era un equipo que transmitía convencimiento en su idea, una estructura acorde y una solidez que hacía cotizar cara su derrota. Sin embargo, ya en el tramo final del año comenzaron a verse ciertos síntomas de desgaste -no físico- que se pronunciaron en la segunda vuelta.

Las lesiones y la pérdida de consistencia defensiva como punto de inflexión

El Sporting venía de no haber sido capaz de ganar en todo el mes de diciembre. Las dudas sobre el juego comenzaban a florecer en un contexto al que se le sumaron problemas que no habían tenido cabida en la primera vuelta. El primero de ellos, más claro y visual, fueron las lesiones. Pablo Insua, jugador capital en el centro de la zaga, se perdía en torno a 2 meses de competición, tiempo en el que también se perdió por el camino cerca de un mes a Rubén Yáñez en portería tras el descalabro en Zaragoza, a Christian Rivera cuando comandaba el centro del campo, a Víctor Campuzano en su momento más dulce de cara a gol o a Cali Izquierdoz que estaba supliendo con garantías al central gallego. Los resultados se resentían, aparecían errores individuales condenatorios en área propia, perdiendo esa consistencia defensiva que caracterizó el primer tramo de competición, y la efectividad comenzaba a no ser tal. Las aguas comenzaban a agitarse.

Caída del acierto en área rival y dificultades colectivas e individuales en fase ofensiva

Ese acierto en área rival se comenzaba a ajustar a parámetros más normalizados y no tan excepcionales. Además, al margen de las lesiones, diferentes rendimientos individuales no se sostenían acordes a lo visto hasta entonces. Con todo ello, el Sporting comenzaba a generar menos y estar menos acertado. Aquí confluyeron dos cosas, desde una menor versión de piezas clave en fase ofensiva como las de Nacho Méndez, Gaspar o Hassan, a las dificultades colectivas que presentaban nuevas adversidades para construir los ataques rojiblancos. El equipo encontraba menos vías para avanzar con el balón controlado desde su salida en primera línea, Gaspar tuvo un mayor control por parte de los rivales perdiendo esa chispa entre líneas y a Hassan consiguieron ponerle freno sin quedar tan descompensados en otras zonas. Ya no había el mismo impacto de la línea ofensiva. Ahí Ramírez trató de ajustar cosas, desde los perfiles de los mediocampistas a la presencia más continuada de Fran Villalba, en un rol semejante aunque no igual al de Gaspar, más involucrado en el juego. Lo intentó incluso con el canterano por detrás del punta, pero el equipo había perdido esa cohesión que tanto le había dado y no encontraba cómo darle la vuelta.

Ajustes desde el sistema y los perfiles para equilibrar el tramo final

Nunca se llegó a recuperar el rendimiento ni la versión del Sporting de la primera vuelta, pero con sus últimas pinceladas, Ramírez logró reestablecer cierto equilibrio. Introdujo dos perfiles diferentes a los habituales en toda la temporada en dos demarcaciones clave; el lateral diestro con Guille Rosas, prescindiendo de la estructura que formaba con Pascanu en los onces, y Róber Pier, enfocado a dar equilibrio, en el centro del campo. El caso de la reconversión del central llegó por las circunstancias, dadas las bajas acumuladas para el primer partido en que lo prueba, en Elche. A partir de ahí, la consistencia que aportó al equipo fue clave, al igual que la contribución ofensiva del canterano por el costado, dando más alternativas y un nuevo aire a un ataque necesitado. El Sporting consiguió mejorar en el momento preciso para no terminar de desengancharse del todo, mantuvo sus posibilidades hasta el final y consiguió un objetivo que parecía alejarse. Como conclusión final, la lástima fue que no se terminara de poner la guinda, pero el equipo cerró este capítulo con orgullo entre su afición y la sensación de un trabajo bien hecho.

Nota al global de la temporada de Miguel Ángel Ramírez y el resto del cuerpo técnico

Notable. Cuestión de perspectiva. Seguramente de haberse dado la dinámica a la inversa, comenzando con más dificultades y llegando al tramo final en un momento de forma excelso, la percepción pudiera llegar a cambiar. Incluso el objetivo mayor podría haberse logrado. Sin embargo, la foto general de la temporada nos ofrece bastantes tramos a reseñar, algunos de ellos con mérito y reconocimiento para el cuerpo técnico, así como otros donde hubo que enfrentar adversidades, algo que a toro pasado siempre se analiza mucho mejor. No hace falta más que ver los últimos recibimientos de la afición al equipo, la ilusión recuperada por la lucha en el Playoff o el agradecimiento tan extendido al técnico en el momento de su despedida. Una temporada que comenzó sobresaliente, se cayó ante la dificultad de sostenerlo y logró levantarse a tiempo para acabar con buen sabor de boca, aunque agridulce en su final. Una notable temporada que ya forma parte de nuestro recuerdo sportinguista.