
Artículo de opinión
07 oct 2021 . Actualizado a las 16:40 h.No, el fútbol no es del aficionado. Todos pasamos por esa etapa romántica de creer que este deporte está hecho por y para el hincha. Algunos tardamos más, a otros la realidad les golpea antes, pero todos terminamos superando esa etapa cuando la realidad nos da de bruces en las narices. Partimos de un error de base a la hora de otorgar tal cariz aludiendo al fútbol de otras épocas, a esos clubes de origen industrial, en barrios humildes, que aún a día de hoy siguen llenando portadas e intrahistorias para contarnos hazañas de superación de los protagonistas. Nada más lejos.
El fútbol nace como un deporte de la élite para la élite. En las universidades, en aquellos momentos en que únicamente era para ricos, entre la aristocracia, formando clubs, elementos de pertenencia.. pero cuya globalidad anticipada nos trajo la historia de esos obreros, organizados como a raíz de la fábrica en que trabajaban, y cómo estos héroes anónimos -salvo para su barrio- lograban competir y en ocasiones vencer a esas élites a las que en el día a día casi no alcanzaban ni a cruzarse por la calle.

Ya en un presente que nada tiene que ver con aquello, no solo el fútbol, sino toda la sociedad y su manera de organizarse, así como la economía, todo ha evolucionado y mucho. Y lo ha hecho hacia un punto en el que importa más lo que tengas que lo que seas. Aquella realidad de los inicios se ha alejado mucho de la actual para el ciudadano de a pie; "esos jóvenes millonarios prematuros" que diría Marcelo Bielsa. En ese sentido, el dinero le ha ganado la partida al aficionado, y eso se observa con facilidad en múltiples aspectos del fútbol actual.
En una época de pandemia, con los estadios vacíos y el silencio ondeando las banderas, hemos valorado mucho más el papel del aficionado en el fútbol. Tanto los que lo vemos desde fuera como los que lo viven desde dentro. Esto sin gente ha perdido su alma, es cierto, pero no importa, show must go on, pues la máquina no puede dejar de facturar por mucho tiempo. ¿Qué tiene todo esto que ver con el Real Sporting? Pues que de nuevo, como ya ocurriera años atrás, el aficionado ha sido el principal perjudicado en una cita tan especial como es el derbi asturiano de este fin de semana ante el Real Oviedo.

Una cita tan importante como esa para el aficionado, que solo tiene la oportunidad de vivir un par de veces por temporada, se le es arrebatada. Sí, es el Sporting quien decide rechazar las entradas, pero lo hace por un motivo de sentido común, no de orgullo. No debo nada a nadie ni voy a conseguir nada con estas líneas, pero desde el club se ha optado por preservar el honor de su afición, y a mí me parece lo más sensato. Sabiendo de las peculiaridades de un choque así, tener que desplazarte horas antes desde tu localidad hasta Gijón -ya seas de Pola de Lena, Llanes o Navia- para posteriormente emprender camino a Oviedo y no salir de la capital incluso cuando todos los jugadores y aficionados (locales en este caso) ya estén en la comodidad de sus hogares, es algo que rompe con la raíz de todo. Ya no hablemos de la imposibilidad de comer y beber tras tantas horas y portando una mascarilla. Excede cualquier cosa racional.
Lo llamativo no es solo que reine la falta de lógica en estas decisiones, sino que sea la propia institución del Real Oviedo quien las apoye, pensando más en agradar a una parte de su afición que mira antes por el mal vecino que por el bien propio. Una falta de empatía que carece del sentido que acompaña a la decisión del Sporting. Dudo que nadie en su juicio acepte dichas restricciones, tanto para unos como para otros. Unas medidas precisamente muy similares a las que mostraron su rechazo hace no tanto, en 2019, por lo que el cambio de criterio es aún más difícil de comprender. En una serie de obligaciones sin precedentes, el Sporting ha decidido postularse de la forma más sensata: no acudiendo a un partido en el que su afición tan solo importa a los suyos, en el que pasan a estar varios planos por detrás, cuando debieran ser lo principal. Perder su apoyo en una cita tan importante será, por desgracia, la contraprestación. Porque no, el fútbol no es de los aficionados y ha quedado demostrado una vez más.

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