Artículo de opinión
08 mar 2021 . Actualizado a las 15:30 h.Punto amargo el que se trajo en la maleta la expedición rojiblanca en su visita al Bierzo. En uno de los partidos más serios de la temporada, el Sporting terminó disparándose una vez en cada pie, acabando por desaprovechar una ventaja de dos goles que sí daban fe del buen rendimiento de los de Gallego sobre el verde de El Toralín. En lo futbolístico, estas fueron algunas de las claves del empate del Sporting ayer:
Un planteamiento inicial retocado
Sorprendió en la previa del envite que Campuzano no fuera la opción escogida por Gallego para suplir la baja de su goleador Djuka, aunque sin poder medir cuál podía ser el esfuerzo del catalán tras solo una semana de entrenamientos, quizás la apuesta del míster se deba más a cuestiones físicas que tácticas. Sea como fuere, el punta elegido fue Pablo Pérez, en una línea continuista a lo que puede hacer el balcánico al menos en lo que a juego directo se refiere. El canterano firmó muy buenos minutos en su primera titularidad en liga esta temporada, facilitando las descargas de los envíos directos desde los centrales y dando continuidad a las combinaciones rojiblancas en la mitad de campo rival. La apuesta funcionó, y en líneas generales no difirió demasiado con el papel del montenegrino, pero sí podemos encontrar un retoque relevante en la otra novedad del once. Gallego alineó dos jugadores en banda con clara tendencia a ir hacia dentro con la inclusión de Nacho Méndez en el costado diestro. El luanquín se ofreció por el pasillo central, intervino en las posesiones del Sporting con acierto y mejoró la cara de los asturianos con balón, teniendo más apoyos por delante del esférico y facilitando que los rojiblancos se asentaran con la posesión sin necesidad de repetir demasiados pases horizontales en línea defensiva.
Aireada circulación de balón
Esto último para lo que fue útil -entre otros- Nacho Méndez, resultó clave para ver un Sporting más incisivo con balón. No siempre tuvo la oportunidad de avanzar con el balón controlado fruto de la presión alta que en ocasiones ejecutaba el rival, pero los de Gallego mostraron una versión propositiva más sólida que en citas anteriores. La cantidad de apoyos por dentro facilitó que se redujeran las pérdidas en campo propio o en zona de la divisoria, pero tanto futbolista en el carril central también permitió aclarar las bandas para las incorporaciones de los laterales, que subieron de altura sus intervenciones con balón y se asomaron más al ataque que en muchos partidos recientes. De una buena combinación en banda izquierda surge la acción del penalti que origina el primer gol, con Saúl dando amplitud, recibiendo ya en campo contrario y teniendo apoyos suficientes por dentro para ejecutar una jugada de manual. El porcentaje de posesión no fue tan alto como otras veces, pero esto no es algo negativo, pues esto responde a una fluidez con balón y un ritmo de juego superior a otros encuentros.
Excelente orden defensivo
En lo referente al aspecto defensivo, el Sporting no se desgastó en la presión, sino que supo elegir los momentos para agobiar al rival una vez el cuero llegaba a sus costados. Pablo Pérez y Manu García, en la doble punta del 4-4-2 rojiblanco sin balón, no se desgastaron corriendo y apretando sobre los centrales, más ocupados en evitar que filtrasen un pase por dentro que permitiera al rival dividir en conducción y generar desajustes en la defensa visitante. Esto permitió que las dos líneas de cuatro estuviera siempre ordenada y bien perfilada para defender los avances de la Ponferradina. Los de Bolo no tenían demasiadas dificultades para llegar a campo contrario, pero una vez allí, la defensa rojiblanca terminó imponiéndose en el grueso del partido.
Penalizados por los errores individuales
Sin embargo, el buen hacer del Sporting tanto con balón como especialmente en lo defensivo, contrastó radicalmente con dos errores de bulto que dieron al traste con todo lo conseguido. No nos podíamos creer que fuésemos a vivir un partido tranquilo de los rojiblancos, más de media hora con ventaja de dos goles y plasmando un buen juego sobre el césped. Era demasiado bonito. Mariño -que había firmado una gran parada en la primera mitad- demostró que también es humano, y que los errores habitan en él como en cualquiera de nosotros. Similar destino sufrió Pedro en dos acciones que no necesitan mayor análisis y que tampoco requieren de más martirio. Esta vez, los errores individuales nos penalizaron de forma directa en el resultado y, aunque tuvieron su repercusión en forma de dos puntos perdidos, tampoco debe empañar la actuación global del equipo el resto de los noventa minutos.
Los cambios
Campuzano por Pablo Pérez. Se hizo esperar el que partía como favorito en las quinielas para el once, pero el gran partido de Pablo aplazó su entrada. Campuzano mostró chispa para pelear por algunos balones divididos y realizó un par de acciones con peligro cerca del área rival. No fue suficiente para dictaminar nada ni tampoco para influir en el marcador, por lo que tendremos que seguir esperando para poder evaluarle con más información.
Carmona, Aitor, Salvador, y Pablo García por Nacho, Gaspar, Pedro y Manu. Agotó los cambios Gallego a partir del minuto 85 aproximadamente. Ligeras participaciones de Carmona y Aitor en algún ataque rojiblanco, pero no gozaron de tiempo como para poder evaluar su rendimiento.
La nota a David Gallego y el cuerpo técnico
Notable. En consonancia con las claves dadas, el partido del Sporting fue muy serio, mostrando una cara muy positiva con balón, siendo fluidos y teniendo continuidad en sus posesiones, en un estilo más vertical y ofensivo, algo que seguramente busca el míster desde su aterrizaje en Gijón, y también mostrándose muy sobrio y organizado en defensa. El Sporting no sufrió y supo aprovechar sus oportunidades, pero los errores individuales impidieron obtener la recompensa merecida. Dos errores que no pesan sobre la nota del técnico pues no es algo en lo que pueda tener influencia. Una lástima, pero compitiendo así, el Sporting también sobrevive aunque le condenen sus propios errores.
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