Entrevista con La Voz de Asturias
18 may 2020 . Actualizado a las 22:50 h.De 1-X-2. Francisco Javier Aguilera Blanco ,'Luna'. (Jerez, 1971) engrosa esa numerosa lista de delanteros de pasado sin fortuna en las filas del Real Sporting de Gijón. El exrojiblanco repasa en conversación con La Voz de Asturias su etapa al 'abrigo' de El Molinón. Temporadas oscuras, en lo global y en lo personal, marcadas por los resultados adversos, un cúmulo de losas con nombres propios y un premio envenenado en forma de quiniela.
¿Qué ha sido de Luna?
«Vivo en Jerez, sigo relacionado con el fútbol. Junto a Agustín Reguera tenemos una academia de tecnificación en Jerez de la Frontera, TPJ Sport. También trabajo en una agencia de representación de fubolistas, pequeñita, con jugadores de Segunda B y Tercera, chavales con futuro que tienen cosas buenas, la mayoría de la zona entre Sevilla y Cádiz».
Su pasión por el balón creo que se ha transmitido.
«Bueno, es verdad que mi hijo Robert va progresando poco a poco. Tiene 19 años, estuvo en la cantera del Sevilla, luego en el juvenil del Cádiz, ahora tiene contrato con el filial amarillo y esta temporada jugó cedido en el San Roque de Lepe. Hizo una buena temporada, a ver si tiene suerte y le llega la oportunidad. Juega arriba, en ataque, de punta, extremo, tiene mucha personalidad. No ha heredado el Luna, prefiere que le llamen por su nombre».
¿Cómo recuerda su llegada al Sporting?
«Realmente lo afronté con muchísima ilusión. En aquellos momentos tenía contactos con más equipos, incluso el día que firmé por el club, tanto mi representante como yo esperábamos reunirnos con el Espanyol, pero aparecieron los directivos del Sporting. Al final, era la llamada de un club histórico, era un reto emocionante, los consejos que había pedido a gente del fútbol todos me hablaban maravillas y la oferta, cinco años y medio de contrato, más el importante traspaso que pagaban al Albacete, todo sonaba de maravilla. Pero llegué allí y desde el primer momento entré con mal pie».
Así juega Robert Aguilera, el hijo de Luna
¿Qué pasó para que no saliera nada bien?
«De todo. Las expectativas eran muy altas. ¡Se me vendió como el sustituto de Julio Salinas!. Me hizo mucho daño eso, compararse a Julio era imposible. Yo tenía 25 años, una sola temporada en Primera y él tenía una experiencia grandísima, con muchísimos partidos y goles a la espalda. Era muy difícil quitarme ese sambenito de 'sustituto de'. Luego, tampoco llegué en el mejor momento al club, con muchos problemas, también se dio que al fichar arrastraba una pubalgia de la que tuve que acabar operándome, y para colmo pasó muy rápido el marrón aquel de la quiniela. Todo eso marcó mi paso por el Sporting. Nunca encontré el ritmo ni la adaptación. Me costó la misma vida la verdad».
Si todo eso fuera poco, su nombre estaba muy ligado al del entrenador.
«Mi relación con Benito Floro fue otro peso que arrastraba, que me colgaron, sólo se decía que llegaba de su mano. Lo piensas y es que se dio todo torcido. Llego y en dos meses le echan. Fue un palo que se fuera, tener su confianza también fue una de las razones para firmar. Sabía que si quería consagrarme en Primera tenía que ser un club en el que tuviera más oportunidades y con Benito sabía que tendría mis opciones de ser titular. Firmo en diciembre y en febrero liquidan a Floro. Me quedé solo, con mucha presión encima. Pero no me arrepiento de nada. Hay sitios en los que un futbolista no encaja, no le salen las cosas, estamos hartos de verlo. En Gijón fueron miles de cosas en contra que al final me pasaron factura. Nunca conectamos ni la grada conmigo ni yo con la grada. Nada fue como esperaba».
Si el primer año fue malo, el segundo ni hablamos.
«Sigo pensando que teníamos un plantillón en Primera, con jugadores de un nivel altísimo. Yo me decía, 'jugar con esta gente es la hostia'. No había mal vestuario ese año, nos llevábamos bien, pero no sabíamos la razón para que no funcionaran las cosas, quizá no llegamos a dar con el sistema que nos hubiese venido bien y los futbolistas tampoco rendimos al nivel que se esperaba de nosotros. La alegría de aquella salvación al final fue doble por lograrla con Montes de entrenador. Era un hombre espectacular, increíble como persona, un fenómeno y sabía tratar a los futbolistas. Me entristeció mucho su pérdida. Luego llegó el año más horrible».
¿Qué pasó esa temporada?
«No hay manera de encontrar explicación. Hubo partidos que se pudieron ganar y por lo que sea terminábamos empatando. Partidos que perdíamos en los últimos minutos. Cuando las cosas están mal desde un principio, al final lo pagas. Fue un año muy complejo dentro del club, muchos problemas. Empezaron a torcerse las cosas con algunos jugadores, con discusiones entre club y futbolistas. Eso crea un mal ambiente que tampoco facilita rendir a una plantilla al nivel que tenía. Entre la tensión que había dentro del club, lo que se veía que podía venir con los problemas económicos, que había jugadores de mucha categoría a los que les costaba asumir que estaban en el banquillo, la cantidad de nombres que pasaron por el equipo, tuve más entrenadores que muelas... todo eso acaba pesando de un vestuario y lo acabas pagando. Buscar una única explicación a un desastre así es muy complejo».
¿En lo particular?
«El peor año de mi vida en el fútbol. Cuando parecía que lograba encadenar partidos jugando, siempre pasaba algo. Que si el pubis, que si la rodilla, que si en Copa me rompieron la boca en una eliminatoria contra el Espanyol... tuve que parar varias veces.. pero vamos, que ese año no hay excusas».
«Tampoco voy a decir que era una guerra diaria estar allí, pero el vestuario se fue enfriando a raíz de ir perdiendo partido tras partido. Al final te pesa el mal ambiente. La gente no rendía dentro del campo. La presión de El Molinón y de lo que significa llevar esa camiseta. ¡ojo eh!. Ese campo no es sencillo, especialmente si los resultados son malos. Hay que tener los huevos muy gordos. Yo he vivido pañoladas y silbidos, tenía la cruz puesta, esa relación de alta tensión se transmitía a todo el grupo. El miedo a fallar influye más de lo que se puede pensar desde fuera.
«No busco excusas, pero me costó muchísimo adaptarme. La presión de la gente. Yo llegaba de Albacete, que no había ni una cámara de televisión en los entrenamientos. En Mareo había 4 cámaras, 20 periodistas, la afición viéndote entrenar, algo que tampoco lo había vivido nunca. Soy sincero, me pudo venir un poco grande. Gijón es una ciudad fantástica, vive el Sporting por los cuatro costados, pero la realidad es que cuando en lo deportivo no te va bien, te puede. En las malas es una plaza realmente compleja. Salía a la calle y me decían todo el tiempo, '¿¡Cuándo vas a meter un gol!?. En la carnicería, en el supermercado, en el bar... la presión era muchísima. Encima me veían en todos los lados en los que no había estado. Rendí muy por debajo del nivel que tenía, pero puedo decir que por entrega y ganas no fue. Tuve las mismas que en mis 15 años de profesional. Yo estaba loco por marcar. Mi paso por allí fue malo y claro que entiendo que para la gente también».
Y con tres años de contrato por delante se va cedido
«Yo pido salir, irme cedido. Llevaba un año y medio de una tensión insoportable. Así que pedí al club, una pausa, a ver si podía quitarme ese peso, reencontrarme y volver a recuperar el pulso. Fui al Hércules, luego al Dundee, junto a Mesas. En Escocia, me ofrecieron 3 años de contrato y pagar traspaso al Sporting y tampoco cuajó la cosa. No salía nada».
«Cuando volví al año siguiente, me incorporé a los entrenamientos y nos apartaron a varios. El club en Segunda no se podía hacer cargo de las fichas de Primera que arrastrábamos algunos. Vuelvo a jugar, pero está claro que cuando es no, es no. Recuerdo estar entrenando en Mareo y escuchar una señora mayor preguntar a su marido, '¿Quién es el rubito?'. 'El de la Quiniela', le respondía él. Cuando tienes la cruz, no hay manera. Me terminaron traspasando a México, al Monterrey de Benito Floro. Después de 2 años y medio muy malos en lo deportivo y en lo personal, respiré, aunque se me quedaba una espina clavada en Gijón».
¿Rescatamos algo positivo?
«El Sporting es un grande del fútbol español. Llevo con mucho orgullo haber defendido a ese club y haber podido jugar como local en El Molinón. No hay muchos privilegiados que puedan decir que han vestido esa camiseta. Aunque no fuera mi mejor etapa, ni mucho menos».
«Luego está 'El Brujo'. Quini, qué fenómeno. De las mejores personas que he conocido en este mundo. Todo lo que han hecho y todo lo que puedan hacer para recordarle es poco. Un grande de verdad. Fue el primero que me recogió en el aeropuerto. Teníamos muy buena relación y me daba muchísimos consejos. Siempre estaba, 'Niño tú tranquilo, olvídate de los pitos'. Todo el día encima, me apoyó muchísimo y no sabes la sensación de recibir consejos de alguien de esa categoría».
Y ganar la quiniela ¿no?
«Entrar con mal pie es eso, que el equipo acierte una quiniela con un X-2 en contra y en un derbi. Es fácil de explicar. En aquella época se hacían dos quinielas semanales en el vestuario. Yo era un recién llegado. Nos tocaba a Avelino, Oliete, Liaño y a mi. Hay que decir que allí cobramos todos eh, hasta el utillero, pero joer que no era cosa de dinero, si teníamos la prima más grande por ganarle al Oviedo en ese partido que lo que ganamos con la maldita quiniela».
«Ninguno de los cuatro que echamos esos boletos, sabemos quién puso ese resultado. Juro por mis hijos y por lo más grande, que después de 22 años yo no soy consciente de haber puesto ese resultado. La quiniela se hacía a voleo, antes de empezar los entrenamientos en Mareo poníamos 7 resultados cada uno, pero de verdad que no recuerdo si hice los 7 primeros, los 7 últimos, ni siquiera si fue en el boleto que salió premiado. Nunca lo vamos a saber. Tampoco sé la razón por la que se filtró mi nombre, que ya era lo que me faltaba en Gijón, pero salió que yo había hecho la maldita quiniela. Hay que estar colgado para poner un X-2 en ese partido. Cuando se dijo que había sido yo, algo que se hizo con muy mala leche y estoy seguro que desde dentro del vestuario, lo primero que pensé fue, 'la que me va a caer'. Y me cayó».
«¿Sabes lo que es salir a El Molinón y tener a 30 mil personas silbándote...?. Hay que tener muchos huevos para poder con eso. Lo pasé mal. Yo quería jugar bien, intentar dar la vuelta a la tortilla, poner a la afición de mi lado, pero no se dio ni una circunstancia a favor, ni una. Montes me sacaba de titular y cuando me tenía que quitar, me abrazaba y me decía, 'es que así es imposible jugar chaval'. Todo eso pasó factura, y no me quito responsabilidad por no saber gestionarlo, pero de verdad le digo que llegaba a mi casa y lloraba. Joder lo que pesó la quiniela. No me quito ese sambenito ni muerto».
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