Artículo de opinión
10 may 2020 . Actualizado a las 14:04 h.El Real Sporting ha confirmado esta semana la salida de Miguel Torrecilla como director deportivo de la entidad tras la finalización de su actual contrato el próximo mes de junio. Se pone fin así a una etapa de tres temporadas en las que el salmantino ha firmado 37 fichajes y ha contado con 4 entrenadores diferentes para el banquillo de El Molinón, con un saldo final de un Playoff de ascenso en su primera campaña y un noveno puesto en la siguiente, además de la octava plaza que ocupa el Sporting en lo que hasta la fecha ha podido disputarse de la presente temporada.
Como todo director deportivo, ocupándose de altas y bajas, así como de las renovaciones de su plantilla y técnicos, el trabajo de Torrecilla siempre ha sido vigilado muy de cerca, con aficionados y prensa examinando cada movimiento con lupa. Y de este análisis exhaustivo, el balance general resultante no es nada positivo. La crítica siempre ha acompañado a su figura, aunque podríamos decir que éstas forman parte de los clásicos ‘gajes del oficio’ que se atribuyen al cargo de director deportivo. Aun así, podemos encontrar en su gestión diversas justificaciones para dichas críticas.
Por un lado, están la gran cantidad de fichajes realizados en tan poco tiempo, lo que es consecuencia de una serie de incorporaciones que no han funcionado o que no se plantearon debidamente. 37 incorporaciones (sin incluir vueltas de cesión de hombres como Babin o jugadores ascendidos del filial) que en tres temporadas hacen una media de 12 altas por campaña, cifra muy elevada. Si a esto además le sumamos la diferencia de criterio a la hora de acometer estos fichajes de una temporada a otra; apostando primero por una gran cantidad de futbolistas en calidad de cedido y explorando mercados extranjeros para después abogar este último mercado estival por una fórmula opuesta repatriando jugadores de la casa de forma permanente, tenemos como resultado final una falta de planificación a medio-largo plazo evidente, cuestión fundamental en la labor de un director deportivo.
Más allá de nombres que han salido bien parados en su rendimiento como los de Jony, Michael Santos, Geraldes o Manu García, los fracasos individuales también se acumulan en la lista de Torrecilla. Es difícil poner en una balanza cuál de los dos lados pesa más, pero está claro que el resultado final no ha servido para alcanzar los objetivos marcados.
Todo director deportivo siempre va a contabilizar aciertos y errores. Es una de las funciones más difíciles dentro del mundo del fútbol; el tratar de averiguar qué jugadores pueden dar el rendimiento deseado para la consecución de objetivos. Es una especie de “lotería estudiada” en la que el riesgo es elevadísimo. Aun así, más allá de lo evidentemente importante que resulta para el Sporting -como para cualquier club- que su director deportivo acierte, en el caso de la entidad gijonesa se necesita que quien ocupe el puesto de ahora en adelante ofrezca una forma de hacer las cosas diferente a la mostrada por el salmantino.
Aquella especie de coloquio, monólogo o conferencia -o como quieran llamarlo- en la que el director deportivo, ataviado con un chándal del club en un movimiento estudiado dejando el traje en el armario, daba una especie de “seminario de coaching” para transmitir a prensa y afición sus planes para el mercado, no tuvo el efecto que él seguramente deseaba. Un momento tan difícil de obviar como cuando en el pasado mes de diciembre, ante la mala dinámica del equipo, desviaba responsabilidades hacia la plantilla y la propia afición, desmarcándose de cualquier cuestión que se le pudiera achacar a su gestión. Una falta evidente de autocrítica que no hizo más que ahondar en la crítica que ya por entonces era elevada.
El Sporting necesita coherencia, buen hacer. Ser director deportivo no es nada sencillo, y no se exige nunca un pleno de aciertos, pero sí se debe saber muy bien cómo gestionar los fracasos, más incluso que los éxitos. Bajo mi punto de vista, este es uno de los principales deberes pendientes de Miguel Torrecilla tras su gestión al frente de la dirección deportiva sportinguista. No todos los fichajes salen bien, pero esto hay que asumirlo con entereza, ser consciente de estos errores y tratar de corregirlos sin armar revoluciones o echar balones fuera eludiendo responsabilidades. Ese ya sería un primer paso para marcar una leve mejoría, aunque al final las decisiones que se tomen en los despachos al contratar y renovar a los empleados serán las que decanten realmente la labor del nuevo director deportivo, pues el cómo se gestionen estas de cara a la opinión pública no hacen más que suavizar o avivar la crítica.
En materia de fichajes nos podrá gustar más o menos su trabajo, su legado, pero tanto por los resultados como por la forma de gestionar estos una vez vinieron mal dadas, la no renovación de Miguel Torrecilla parece abrir una nueva oportunidad de hacer las cosas de otra manera en el Sporting. Veremos con el tiempo si Javier Rico es capaz de reconducir la situación y mejorar la labor que hizo el salmantino en el club. La exigencia seguirá siendo la misma que hace tres años, y de su trabajo en los despachos depende parte de nuestras opciones por lograr el ansiado ascenso sobre el césped.
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