Entrevista con La Voz de Asturias
04 may 2020 . Actualizado a las 18:40 h.También 'La Bestia' tiene su bella historia. Ángel Pérez (Salta, Argentina, 1979) fue jugador del Real Sporting de Gijón. Forma parte de un nutrido grupo con un denominador común. Paso transitorio, presencia sobre el verde escasa y huella borrada por los años. Refuerzo tardío del verano de 2004, las cuatro presencias ataviado de rojiblanco adornan una carrera junto al balón alejada de los grandes focos y con punto final temprano. El central repasa sus recuerdos sportinguistas en conversación con La Voz de Asturias.
El arranque de la temporada 04/05, con Marcelino García Toral al frente del banquillo y el poso amargo del 'casi ascenso' del curso anterior, obligaba a sumar efectivos a la plantilla rojiblanca. El primer tropiezo del año, ante el Recre en El Molinón, precipitaba movimientos en la dirección deportiva encabezada por Eloy Olaya. «Yo estaba en Talleres de Córdoba. Recibí la llamada de Ricardo Rezza en ese momento. Me había tenido como jugador anteriormente y manteníamos una buena relación. Desde Gijón le habían consultado por algún jugador, se acordó de mí, me lo propuso y obviamente que ni lo dudé. Hablé con mi representante y armamos las valijas para ponernos cuanto antes a disposición del entrenador», rememora Ángel Pérez.
Afincado en Salta 'La Linda', un pequeño paraíso en el norte argentino, y convertido en hombre de negocios, el viaje en el tiempo recupera vivencias en rojiblanco. «Gijón, qué lugar maravilloso. Si bien no fue del todo bueno aquel año, ni a nivel deportivo ni inclusive en el personal, por tener la oportunidad de formar parte de esa institución, por cómo me trataron en el club y por el cariño recibido por los aficionados, pese a no jugar, el poso es imborrable, increíble. Siempre lo recordamos con mi señora, que compartimos juntos aquel año en Asturias, de la mejor manera posible».
La vida actual del exrojiblanco, alejada del balón, también sufre el paréntesis impuesto por la pandemia global. «No nos agarró fuerte en número de infectados y fallecidos, seguro gracias a que se han implantado medidas muy drásticas en cuanto a restricciones para poder salir o trabajar. Por otra parte son medidas que están afectando a la parte económica y la gente se está quedando sin recursos. La situación ya venía mal en Argentina y con esto se agravó mucho más. La parte de salud está controlada, pero la económica y social está sufriendo mucho. Esa es la gran cuestión ahora, cómo seguir con esto sin que afecte mucho más», apunta.
Se retiró de las canchas con 28 años, sólo tres después de su paso por el Sporting. «Venía de un par de experiencias que no habían salido bien, andaba algo contrariado con el balón. Decidimos quedarnos en casa y pensar en el futuro. Abrimos un centro de diagnóstico por imágenes; fue un proyecto pequeño que fue creciendo y ahora somos muy reconocidos en la zona. En los últimos años invertimos en un emprendimiento de ganadería, en cierto modo una vuelta al campo, pero de otra manera».
El fútbol, más allá de algún 'picadito' con los amigos, forma parte del pasado, aunque mantiene viva una ilusión vinculada al club de su vida, Centro Juventud Antoniana. «Tenía bastante claro que mi futuro no pasaba por ser técnico o ayudante de campo, pero sí algo ligado a los despachos, a la administración u organización, a estar en la comisión deportiva. En un futuro espero postularme a dirigir el club para tratar de echar una mano. La idea es devolver un poco de lo que el club me dio. Me permitió formarme, salí de ahí, hice las inferiores y me gustaría poder aportar para que el club salga adelante».
Repasado el presente y el futuro, la charla apunta al pasado como futbolista rojiblanco, una oportunidad inesperada. «No puedo negar que aquella llamada me sorprendió y a la vez me llenó de alegría. La verdad que es difícil que se dé algo así. Para dar un salto a Europa normalmente tienes que ser un jugador muy reconocido, o un joven que destaque especialmente. Mi carrera había transcurrido por la B y las ganas, en un momento como ese, pueden con todo. Era algo muy bueno para mí, una ocasión única».
El aterrizaje en Mareo le puso bajo las órdenes de Marcelino. «Marcada me quedó la intensidad que le ponía a todo. Después le he seguido siempre, me ponen muy contento los logros que ha conseguido, los equipos por los que pasó y ver lo valorado que está. Me alegra mucho, a pesar de que a mí no me tuvo mucho en consideración. Él tenía sus jugadores, prefería apostar por chicos que conocía más. Pienso que a lo mejor no le gustó que Rezza hubiera recomendado a alguien, digamos, siendo un posible postulante a su puesto de míster. Creo que hubo algo de eso y algo de falta de fortuna, necesaria siempre pero, pese a todo, a lo largo del año la relación con él fue siempre buena, dialogamos mucho, respeté sus decisiones siempre y traté de comportarme como un profesional, de la mejor manera y la verdad que me alegra mucho su presente y deseo que siga logrando los mejores resultados».
Tuvo que esperar tres meses para estrenarse sobre el verde, fue en Copa, ante el Elche en El Molinón, duelo del que saldría en camilla y conmocionado. «Puedo decir que yo ni me acuerdo. Lo vi por la televisión después. Son 15 minutos de mi vida que se me borraron por completo. Lo único que recuerdo es que retrocedía hacia el arco tratando de cubrir al delantero para que la agarrara Rafa, que era el portero, y después ya me desperté con no sé cuántos puntos en la cabeza. Ahora es una anécdota pero en ese momento sufrí un montón porque pensaba que era una gran oportunidad que tenía de mostrarme y demostrar que podía jugar. Fue uno de los peores momentos. Al poco tuve una lesión en una rodilla, otro obstáculo que me impidió tener algo de continuidad. Terminé jugando los últimos partidos del año, si bien no eran de gran importancia clasificatoria ya, pero me permitieron disfrutar la experiencia».
Una experiencia para la que quizá no estaba realmente preparado. «No lo podré saber nunca. No tuve la continuidad que me hubiese gustado tener. Mi caso no es excepcional en eso, lo vemos muchas veces. Futbolistas argentinos o de otros lugares fueron siendo muchísimo más estrellas que yo y, por las razones que sea, no se adaptaron, no tuvieron la confianza necesaria para ello o simplemente no era su momento. Siento que me faltó un poquito de continuidad, yo tenía mucha fe en mis condiciones y creo que tampoco me acompañó la suerte, creo que podía haber aportado mucho más al equipo».
El cómputo final del año en rojiblanco de Ángel Pérez tiene dos caras. «El balance tiene un sabor agridulce. En lo bueno: formar parte de ese histórico club, conocer y disfrutar de El Molinón, sentir el respaldo de una hinchada como esa, llena de pasión y amor por sus colores. También tener la posibilidad de convivir con Quini. No sabes lo triste que me puse cuando me enteré de su fallecimiento. Era un ser de luz, con una sonrisa que contagiaba siempre y a todos. También suma en positivo poder haber compartido vestuario con grandes futbolistas. Javi Fuego, del que siempre fui declarado seguidor, lo que he disfrutado al verle jugar. Me alegró muchísimo su vuelta a casa, aporta valor a un club, con una carrera espectacular, ya de aquella era un gran chico y compañero. O Samuel, qué gran centrocampista, ojalá logre afianzarse como técnico. En el lado menos bueno es obvio que está lo deportivo, el no haber podido dejar un buen recuerdo sobre la cancha, el no haber podido cumplir el cometido primero de un futbolista: rendir y aportar lo que esperaban cuando me contrataron. Espero al menos haber dejado el recuerdo de alguien que fue honesto, esforzado y que tiene como un honor haber vestido la camiseta del Sporting. Ojalá pronto sea de nuevo la camiseta de un equipo en Primera división, nada me alegraría más».
Juego: Adivina el jugador del Sporting
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