El extremeño, lanzado en su cesión al Sporting, vivió una pesadilla en los días previos a su salida del Rayo
13 mar 2019 . Actualizado a las 16:14 h.Las últimas horas de Álex Alegría en Vallecas dan para un thriller. Tras su regreso a Primera, el Rayo pensó en el gigante extremeño para reforzar su delantera. Álex había dejado atrás el peor año de su vida profesional. El 10 de noviembre de 2017 cambiaría para siempre su carrera. Alegría, cedido en el Levante, indiscutible en el once del gijonés Muñiz, se dejó el cruzado de su rodilla derecha en un lance fortuito en la Ciudad Deportiva de Buñol.
El desánimo inundó a todos. Quico Catalán, presidente del Levante, uno de sus principales avalistas, sintió la perdida de uno de los nombres importantes en el proyecto. «Todos nos pusimos nerviosos. Sabíamos la importancia de la lesión y el pesimismo inundó nuestras cabezas», reconocen desde su entorno.
En mitad del clima depresivo, con la temporada tirada y una larga recuperación por delante, solo una persona se aventuraba a sonreír: el propio Álex. «Regresamos a Sevilla, pasó por el quirófano, e inmediatamente después, comenzó a preparar su regreso. Hasta Serra Ferrer tenía que pararle. Se pasaba horas y horas en el gimnasio para fortalecer su rodilla. Lejos de venirse abajo, se volvió más fuerte mentalmente».
La promesa de Míchel
Comenzó la pretemporada con el Betis pero, tras un año en blanco, por su cabeza solo contemplaba un escenario: jugar con continuidad. «Habría sido fácil quedarse en el Betis, pero tenía claro que necesitaba volver a sentirse futbolista». Palabra de Álex. Tras celebrar su regreso a Primera, el Rayo, con Míchel, Cobeño y Martín Presa a la cabeza, pactó su cesión. Extrañamente la operación se dilató hasta cerca del cierre del mercado.
En las conversaciones para elegir el proyecto vallecano, Míchel, técnico del equipo madrileño, le convenció con una promesa: el Rayo jugaría con dos delanteros. Alegría sería importante en el proyecto. No fue así. Tras semanas de negociaciones con el Madrid, el Rayo logró cerrar el regreso de Raúl de Tomás, ídolo en Vallecas tras su exhibición goleadora en el ascenso.
El club blanco incluyó en la operación una cláusula de penalización económica por cada ausencia de De Tomás. Daba igual. Raúl (De Tomás) empezó el curso de la misma forma que terminó el anterior: desatado. Míchel nunca claudicó. Jugaría con un punta, siempre el canterano madridista y Álex sería el segundo delantero, la primera opción para reemplazar al irremplazable. Sin muchos minutos pero con un notable rendimiento, Alegría, goleador en el debut copero en Butarque (2-2), estaba condenado a esperar.
Pasaban las semanas y, a pesar del inestable momento del equipo, siempre en puestos de descenso, Míchel nunca renovó su sistema. En noviembre, cansado de su rol, el extremeño empezó a pensar en futuro. El Huesca, obligado a firmar un delantero y más de media Segunda se interesaron por su situación.
Una partida de ajedrez interminable
El Rayo se cerró en banda, Álex no saldría de Vallecas si antes no llegaba otro delantero. Enero era interminable. Como una partida de ajedrez, el club vallecano se alió con el tiempo y dejó pasar las semanas para desesperación de Alegría, decidido a forzar al máximo para salir. Se amontonaron los ofrecimientos de delanteros, algunos contrastados, pero la dirección deportiva nunca pareció interesada en actuar. Míchel estaba satisfecho con Raúl y, también, con Alegría.
Conversación con Segovia
El Sporting se armó de paciencia. «Miguel (Torrecilla) siempre ha controlado la evolución de Álex. Fue el primero en ofrecerle un contrato profesional cuando todavía tenía ficha en el filial del Betis».
El club rojiblanco contó con un aliado inesperado para terminar de convencer a Alegría: Segovia, exjugador del Sporting, ambos coincidieron en el Cacereño. «Por aquel entonces Álex estaba empezando en el fútbol y Abel (Segovia) se encontraba ya en su última etapa. Cuando surge la opción del Sporting le habló maravillas de todo: club, afición y ciudad», desvelan sus allegados.
Angustia y felicidad
Los dos últimos días de mercado elevaron la sensación de angustia. Reuniones, llamadas, promesas incumplidas y esperas sin esperanza. Álex aguardaba impaciente en casa por una llamada, un mensaje, para poder viajar a Gijón. Se pasaba del optimismo al pesimismo en cuestión de horas.
Llegó el último día de mercado, ahora sí, el Rayo parecía dispuesto a claudicar. Pero sin otro 9 no habría salida. Las operaciones se dilataban. Se inició la última batalla: la lucha contra el tiempo y el fax. Minutos antes del cierre de mercado el Rayo le llama a sus oficinas. Habían cerrado la cesión de Franco Di Santo, se abría al fin la puerta de salida. Alegría, más apellido que nunca, vivió en las oficinas del club madrileño su firma por el Sporting. Pudo terminar en pesadilla después de Navidad pero el thriller de Álex tuvo un final feliz. Un presagio de su inicio en Gijón.