Artículo de análisis
14 nov 2018 . Actualizado a las 17:01 h.No fue fácil, pero tras varias semanas de demanda de la afición sportinguista, Rubén Baraja decidió mover algunas de sus piezas fijas en el once en liga de cara al encuentro ante el Málaga, una prueba de fuego para muchos de los menos regulares en el equipo titular del Sporting. El sistema volvió a acercarse al 4-2-3-1 que tras los últimos movimientos del vallisoletano más se está repitiendo en el once, con Pablo Pérez por detrás de Djurdjevic, Carmona de nuevo echado a la banda diestra y una de las novedades, Isma Cerro, ocupando el carril izquierdo, aunque con clara tendencia interior.
El resto de novedades se enfocaron más en la parcela defensiva con un Cristian Salvador que está cuajando muy buenos minutos en la medular rojiblanca y con la presencia de Noblejas desde el lateral zurdo. Como veníamos atisbando en los ratos que pudimos ver a zamorano y madrileño, ambos aportaban cosas diferentes a sus competidores en el puesto, Cofie y Canella respectivamente. El centrocampista jugaba con más clarividencia actuando como pivote, ofreciendo mayor limpieza en la salida de balón y oxigenando la generación de juego sportinguista, mientras Noblejas, por su parte, se mostró como un lateral con mayor recorrido que el capitán lavianés, incorporándose al ataque con mayor desparpajo, algo que en esta misma columna se demandaba semanas atrás como una de las principales necesidades de este Sporting en ataque.
El equipo dejó mejores sensaciones ante el Málaga, algo no muy difícil de realizar dado lo bajo que está el listón últimamente, pero solo por momentos, pues tampoco fue un partido demasiado lucido. El atrevimiento de Cerro, las recepciones de Pablo Pérez o las subidas de Noblejas permitieron al Sporting mostrar una mejor cara en ataque, aunque una vez más, insuficiente. El Málaga no sufrió en exceso, pero al menos las intenciones eran más palpables. La duda que cabe formularse ahora es: ¿tendrá continuidad esta apuesta en los planes de Baraja?
El margen de error ahora es mínimo, y el compromiso que se avecina no es para nada menor, pues se trata de uno de los dos partidos de la temporada, esos que todo aficionado sportinguista tiene señalado en rojo -con más motivo- en el calendario; el derbi ante el Real Oviedo.
En un partido donde muchas veces pesa más lo emocional que lo puramente táctico, la decisión que tome Baraja en torno al once puede ser trascendental. Primero porque la mayoría de jugadores nuevos, además siendo extranjeros, es muy probable que desconozcan las dimensiones de un derbi como este, aunque teniendo ya experiencia en ligas del más alto nivel, en este tipo de partidos la concentración debe ser máxima, mientras otros jugadores más vinculados al club pueden entender lo que supone ese partido y ser consciente del ambiente que va a recibir en un campo hostil. Entendiéndolo como un arma de doble filo, esa frialdad desde el desconocimiento, pensando quizás que “es un partido más”, puede hacer que hombres como Cofie o Sousa jueguen con más poso y temple, siendo más una virtud más allá del rendimiento actual que un defecto.
Baraja es consciente de la situación actual, tanto en base a los resultados como a la crispación de una afición que cada quince días en El Molinón dicta sentencia, pero siendo el encargado de dirigir la nave rojiblanca en uno de los partidos más importantes de la temporada y que, quién sabe, puede marcar el devenir tanto suyo como del propio Sporting, su decisión desde el once puede definirlo todo. Dar continuidad a las apuestas que tanto se demandaban y que han ofrecido una nueva cara al equipo o volver sobre sus pasos en un nuevo salto de fe con un plan que hasta la fecha no ha terminado de funcionar.
La afición tiene claro lo que quiere, pero en fechas de tal magnitud, el que debe tenerlo claro es el entrenador.