El mediapunta fue clave en el ascenso del equipo de Manolo Preciado
17 nov 2017 . Actualizado a las 09:04 h.A día de hoy, Kike ha colgado las botas, pero no se ha alejado demasiado de los terrenos de juego. Se ha convertido en entrenador. Desde la temporada pasado dirige al Ciudad de Murcia, equipo de su tierra natal.
Todavía hoy resuenan en el templo los eternos gritos de la afición rojiblanca hacia uno de los ídolos del ascenso de Preciado. “Eo, eo, eo, Kike Mateo”. Simple, sencillo, imponente. Como cada uno de los goles que marcó para llevar a los asturianos de vuelta a Primera División, 12, que le sirvieron también para ser el máximo anotador del equipo esa temporada.
Después de dejar el Sporting en la 2009-10, firmó por el Elche en Segunda División. Llegó a jugar la promoción de ascenso al año siguiente, pero fueron eliminados en la última ronda. Una temporada después, rescindía su contrato para fichar por el UCAM de Murcia. No duró demasiado en el equipo murciano, en la siguiente temporada firmó por el Orihuela de Tercera División.
En Octubre de ese año sufriría una de las lesiones más graves de su carrera: una rotura del ligamento cruzado anterior de la rodilla, que lo mantuvo en dique seco durante 6 meses. Se especuló con una posible retirada, pero Kike Mateo no dejaría que algo así pusiera el punto final a su carrera. Volvió a jugar, e incluso disputó la promoción de ascenso a Segunda B con el Orihuela. Cayeron frente al Betis “B” en última ronda.
Se desvinculó del club y fichó por el Lorca, en el que estaría apenas un mes antes de colgar las botas definitivamente para sacarse el nivel 3 de entrenador.
Su nueva vida
En abril del 2017, llegó como nuevo entrenador al Ciudad de Murcia para tratar de salvarlo. El club navegaba antepenúltimo en Tercera División. No se pudo conseguir el objetivo. Aún así, sigue al frente del equipo en Preferente Autonómica y con el claro objetivo de volver a Tercera.
Jugador muy querido en Gijón, se le recuerda por darlo todo en cada partido. Uno de esos que, sin ser canteranos, sentían los colores de un equipo en el que vivió los mejores momentos de su carrera.