Artículo de opinión
16 ene 2017 . Actualizado a las 19:00 h.El fútbol y sus resultados es cuestión de ciclos, igual que el estado anímico de la afición de un equipo. En el caso del Sporting ni una ni otra son las idóneas y eso se acaba notando. La última gota que ha colmado el vaso de una afición cansada, hastiada y harta de sus dirigentes son las explicaciones del consejo para que Abelardo continúe al frente de la nave rojiblanca. «El consejo no mete goles», dijo ayer su portavoz Fernando Losada. Efectivamente, no los marca pero si destruye proyectos ilusionantes y es incapaz de hacer un proyecto deportivo a la largo plazo emulando a otros conjuntos como la Real Sociedad, el Villarreal, el Celta o el propio Eibar. Sí, ese que para muchos no está en nuestra liga pero que de la mano de José Luis Mendilibar y una directiva seria ha conseguido llenar de ilusión a la gente y esbozar un proyecto de cara a futuro. Son tantos los jugadores que se han traspasado o que se han ido gratis en la era Fernández que daría para varios capítulos.
La vida siempre da oportunidades. De hecho hace no tanto tiempo la gente disfrutaba yendo a El Molinón. En apenas 4 meses esa sensación se ha borrado del mapa. Se ha pasado de un proyecto con gente de la casa a fichajes sin ton ni son (hasta 13) demostrando que la mayoría de ellos no sólo no suben el nivel de lo que había, sino que no están ni a la altura. No diré que no suden la camiseta pero la realidad es la que es. Otra bala desperdiciada y en lo alto de la pirámide se erige una propiedad que, lejos de asumir cualquier tipo de responsabilidad o entonar el mea culpa, se pone un sueldo. Los guajes, con sus virtudes y defectos, hacían levantarse a la afición. Era la vía de escape para muchos cada domingo. Ahora ni eso. Aquel grupo era una piña, gente joven, de la casa y de eso poco queda.
Huida sin retorno
Después de estar al borde de la desaparición hasta en dos ocasiones, la familia Fernández ha demostrado que es incapaz de aprender de los errores. Y así llevamos un cuarto de siglo. Podían haber armado un proyecto que potenciara a los jugadores de Mareo pero no, optaron por otra vía. Parches y humo. Todo lo que rodea al Sporting es tóxico. La permanencia sólo consiguió destrozar un sueño y volver al club más hermético con una política de comunicación que no está hecha para ciudades como Gijón. En ese bucle permanente en el que vive la entidad de no contar nunca la verdad ahora todo se fía al coach y los fichajes. Día 16 y todavía no ha llegado ninguno. Tarde, mal y nunca. Mientras la opción de fiar una parte importante de la salvación a Richi Serrés es casi tan triste como injusto. ¿Acaso después de una horrible primera vuelta la solución es un coach con una brillante trayectoria? Y si se desciende ¿la culpa suya? No se puede cargar en las espaldas de uno la responsabilidad que no le corresponde.
Gijón es una ciudad cansada. Sólo hay que ver el ambiente que se respira en el municipal cuando el árbitro pita el final de los encuentros. O incluso durante ellos donde apenas hay animación y parece más un cementerio que un campo de fútbol. Después de 90 minutos el silencio se torna en caras largas cada quince días ante la inoperancia del equipo. Y ayer una más. La afición está tan sumamente desilusionada que ni tan siquiera protesta. Prueba de ello es la cita convocada ayer a la entrada del párking de El Molinón. Tan sólo fue capaz de reunir a un número reducido de personas que se podía mover entre 200 y 300. Hubo varios alicientes que no invitaban a la llamada. El más notorio, la lluvia. A ello se sumaba el frío y una hábil maniobra que, casualidad o no, adelantó media hora la llegada del autobús del Sporting. La protesta estaba convocada para las 17:00 horas, la misma a la que el autocar de los rojiblancos debía hacer acto de presencia en el campo. Sin embargo, la expedición llego 20 minutos antes de la hora establecida. Apenas cinco pancartas donde se podía leer «Rsg Libre», «Un Sporting grande necesita una gestión decente», «Pepín gastó les perres, Fernández, Vete Ya», «Dimitir no es un nombre ruso ¡Sporting libre!» o alguna de ánimo a los jugadores como «No se fracasa hasta que se deja de intentar», ondeaban en las afueras del municipal junto a varias bufandas verdes y amarillas con la leyenda «¡Fernández vete ya!». Tampoco se dejó ver la directiva que, de forma hábil, accedió al estadio horas antes. Los pocos que se acercaron gritaron contra la figura del máximo accionista Javier Fernández y la directiva además de culpar a la prensa de cómplices. Unos gritos tímidos y de poca fuerza que demostraron el fracaso de la llamada. Una convocatoria que, desde luego, dista mucho de aquella gran manifestación organizada por Tu Fe Nunca Decaiga y donde más de 2.500 personas recorrieron la playa hasta llegar al estadio para pedir la marcha del consejo. A la hora de juzgar no hay que olvidar la Ley Mordaza.
«Huele a cadáver amigo» me decía un aficionado en el descanso. Más que oler, el verbo correcto es ser porque este equipo es un muerto con errores en todas las líneas de juego. Pero se traerá a un jugador antes de cierre de mercado, con suerte dos y pelillos a la mar. La historia siempre se repite y mientras siga así el final está escrito: vuelta a la Segunda División. El crecimiento sin retorno no existirá siempre y cuando todo siga igual y no se piense en lo que debe haber en el verde por encima de todo. ¿Esto cómo se hace? Al consejo no hay que preguntarle porque ellos no meten goles.