Es la noche del 11 de Agosto del presente año. La selección argentina de baloncesto acaba de caer derrotada frente a Lituania en su partido de fase de grupos de los Juegos Olímpicos de Río por 81-73
19 oct 2016 . Actualizado a las 01:45 h.Es la noche del 11 de Agosto del presente año. La selección argentina de baloncesto acaba de caer derrotada frente a Lituania en su partido de fase de grupos de los Juegos Olímpicos de Río por 81-73. Manu Ginobili, capitán y alma máter de la albiceleste, sale a dar la cara ante los medios una vez concluido el encuentro: «Pasa habitualmente en nuestro país. Pensamos que todo se gana con huevos y no, se gana jugando bien, y a eso hay que agregarle huevos». Pocas veces alguien ha resumido de forma tan clara y concisa la esencia del deporte.
Miro a este Sporting y pienso lo mismo que Ginobili aquella noche. Gijón no parece distar mucho de Argentina en este sentido. Pedimos a nuestros jugadores lucha, entrega, compromiso. Huevos, que diría el astro argentino. Sin darnos cuenta de que no es precisamente eso de lo que adolece este equipo. El problema de este Sporting no es de testiculina, sino de fútbol.
Y es que a esta plantilla no se le puede reprochar nada en cuanto a actitud, menos si cabe en el partido de este domingo frente al Valencia, donde el equipo contrarrestó la falta de ideas con una voluntad inquebrantable que a punto estuvo de dar sus frutos en forma de punto. Pero este Sporting juega a tirones, a ráfagas. Ráfagas de buenos ratos de fútbol, espoleadas la mayoría de las veces por esa fe que no decae nunca y alentadas desde la grada por una afición que pocas veces falla, por no decir ninguna. Pero no es suficiente. Esto es primera división, no lo olvidemos.
Mención aparte merece el caso de Carlos Castro. Tantos han sido los dimes y diretes sobre su situación que uno aplaude al guaje cuando sale a dejar las cosas claras ante los micrófonos: «El que piense que entreno mal, que suba a Mareo a verme». Chapó. Las cosas claras también las deja los domingos, cuando se lo permiten, en el verde. Y es que la eterna discusión sobre la dicotomía entrenamiento-partido conviene cierta reflexión.
Nadie pone en duda que cualquier futbolista debe de entrenarse al cien por cien durante la semana para, llegado el caso y si el entrenador lo decide, salir el domingo al campo y rendir al cien por cien. Sin embargo hay casos especiales, extraños incluso podríamos decir. Compañeros que son titulares de lunes a viernes pero que cuando llega el domingo y llega la hora de la verdad, nasti de plasti. Y viceversa, jugadores que por semana ni te enteras de que están entrenando pero que cuando llega partido son ellos los que te resuelven la papeleta. Quizá Abelardo debería de tener en cuenta este hecho, y más si cabe cuando él mismo ha sido testigo de casos similares.
Hay una anécdota muy curiosa sobre Ronaldo (El Bueno, como diría Mourinho) cuando éste jugaba en el FC Barcelona y el Pitu era su compañero. Bobby Robson, entrenador de aquel equipo, decide dar descanso a Ronaldo en un partido relativamente sencillo con la intención de reservarle para el próximo encuentro. Tras el mismo, Ronaldo se acerca al entrenador y le comenta de manera discreta «Míster, si quieres darme descanso permíteme quedarme en casa de lunes a viernes, pero el domingo ponme a jugar».
No se me entienda mal. Carlos Castro no es Ronaldo pero, visto lo visto, quizá haya que tomar nota.
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