Pablo Acebal opina sobre la actualidad rojiblanca después de la derrota en Riazor
04 oct 2016 . Actualizado a las 12:06 h.Cuando vienen mal dadas no hay nada mejor cosa que desconectar, evadirse y buscar soluciones, que no culpables. Y al Sporting le va a venir bien todo esto viendo la dinámica en la que se encuentra inmerso.
Se pueden buscar motivos a esta racha de cuatro partidos sin puntuar en muchos lados, pero al final, nuestra mirada siempre se dirige a los mismos lugares: césped, banquillo y palco.
Un primer paso para retomar la buena senda de las primera jornadas sería que tanto desde el césped, como desde el banquillo y como desde el palco se hiciera una leve pero necesaria autocrítica. Desconozco el motivo por el cuál, en cualquier ámbito del club, existe tanto temor a entonar de vez en cuando el mea culpa. Todavía ayer vimos como dos futbolistas del Barcelona, (Busquets y TerStegen) se reconocían como culpables directos de la derrota de su equipo en Vigo. Pocos minutos hacía lo mismo su entrenador. No murió nadie. Naturalidad.
Digo esto porque, independientemente de las carencias que el equipo pueda mostrar en su juego, el principal error que cometen tanto jugadores como técnico tiene lugar fuera del terreno del juego y con un micrófono de por medio. Bien es cierto que en Riazor se perdieron dos puntos en el descuento, cosa que siempre jode. Sí, jode. No molesta, ni fastidia. Jode. Pero igual de cierto es que hubiera sido injusto para el Deportivo no haberse ido a casa con los tres puntos.
Las declaraciones tanto de técnico como de jugadores al finalizar el encuentro molestan más al aficionado que el propio juego del equipo. Desde hace ya algunos años, prácticamente todo el mundo tiene acceso a ver cualquier partido de fútbol desde cualquier parte del mundo. Parece una obviedad, pero a veces pienso que entrenadores y jugadores desconocen ese dato e intentan con sus declaraciones, disimular lo ocurrido en el césped, con la vaga esperanza de que los aficionados no hayan estado muy atentos al espectáculo.
A pesar de las cuatro últimas derrotas y de la mala imagen del equipo, siempre me ha gustado ver el vaso medio lleno. Treinta y una jornadas por delante me parece margen más que suficiente para lograr el objetivo. Objetivo que por otro lado estaría cumplido si hoy mismo se acabara la liga. La dinámica del equipo ha de cambiar y cambiar ya, pero sigo creyendo que tanto plantilla como técnico están de sobra capacitados para revertir la situación.
Y ojo. Que decir esto no es poca cosa. Confiar en Abelardo en los tiempos que corren se ha convertido en deporte de alto riesgo. Y todo ello por esa absurda guerra civil que se ha montado en torno al sportinguismo. En esa lucha fraticida de raíces tan ibéricas que no permite a nadie ser gris. Blanco o negro. Contigo o contra ti. Críticos o cómplices.
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