Notas del partido: Cuéllar (0); Luis (0), Iván (0), Mandi (0), Canella (0); Bustos (0), Lora (0), Cases (0); Isma (0), Lekic (0), Scepovic (0). También jugó: Carmona (1), Guerrero (2) y Jara (1).
?Tengo la radio estropeada y tengo un loro que no habla, tengo un pez que no sabe nadar y tengo un perro que no sabe ladrar. Todos me dicen que me pasa. Y yo no sé que contestar?. Hoy el Sporting se convirtió en una canción triste de Manolo Tena, en el peor momento de la temporada, cuando los resultados de los rivales directos invitaban a entrar a empujones, metiendo los codos, mordiendo si es preciso, en ese camarote de los hermanos Marx en el que se ha convertido la zona alta de la Segunda División. El conjunto de Sandoval sigue sumido en el síndrome Toché de aquel infausto medio día coruñés y hoy ha sido Pedro el que viniendo desde atrás, como todos los rivales del Sporting, se ha llevado por delante el mobiliario, la vajilla y el escudo de armas de un equipo sin norte que tras el mazazo, deambuló por el campo en pleno episodio de The Walking Dead.
Hasta ese momento, los rojiblancos habían sabido maniatar a un Córdoba que había llegado con lo puesto a Gijón, con un Juan Carlos que salvó la papeleta en numerosas ocasiones, cuando el empuje del Sporting parecía destinado a terminar con la resistencia andaluza tarde o temprano. Echaron de menos los rojiblancos a Sergio y Barrera, con Lora de interior y Scepovic caído a banda, esta vez la derecha, empeñado Sandoval en que todos los caminos conducen a Serbia y en que el pichichi del equipo juegue lo más alejado posible del marco rival. Los cabezazos de Lekic y Stefan se perdieron en el limbo a la par que el Córdoba se desperezaba y comprobaba por sí mismo que no era tan fiero el león como lo pintaban y que una vez que te duchas y te lavas los dientes la vida se ve de distinto color. Así lo vio Dávila, que ajustó su mira telescópica por encima de Cuéllar y se encontró con el larguero al ritmo de los alaridos del portero sportinguista, que ya se temía lo peor.
Decía Edgar Allan Poe que es la propia simplicidad del asunto la que conduce al error y el Sporting cumple fielmente con esa premisa cada fin de semana. Un centro lateral con cuatro defensas en el área y solamente un rival amenazante se convierte en una losa para los locales, con Canella dejándose ganar la espalda por Pedro, que disparó la alerta naranja en el estadio y de la que ni Bruce Willis ni su camiseta de tirantes, aunque fuera blaugrana, habrían salido airosos. El gol del Córdoba agarrotó el ánimo de los futbolistas y congeló al entrenador tras la línea de cal, incapaz de reaccionar ante el esperpéntico fútbol brindado en la segunda parte, con un equipo totalmente roto y un Córdoba que con muy poco amenazaba con dar el golpe de gracia. Entró Carmona por Bustos y más tarde Jara por Canella, cambiando el sistema y dejando tres defensas en retaguardia, siendo el culo de uno de ellos el que desvió a las mallas el remate de Pedro para confirmar la debacle gijonesa.
El tanto cordobés cambió poco el decorado en el que los principales actores continuaban atónitos, agarrotados y perdidos por el campo, corriendo como autómatas hacia la portería contraria sin orden ni concierto. Salió Guerrero a falta de 5 minutos para el final, con todo el pescado vendido y un cuarto de hora después del segundo gol visitante. Fue el canterano el que en una jugada de cazagoles activó las pulsaciones de una grada inerte que había abandonado el recinto tiempo atrás y que ve como el tren del ascenso de escapa ante sus ojos, en su propia casa y con un juego que incita a pensar en amarrar cuanto antes el playoff o a retirarse a un convento franciscano en Semana Santa, porque de ascenso directo, mejor no hablar.
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