Un nuevo estudio arroja luz sobre los orígenes de la enfermedad, revelando que su interruptor se activa décadas antes de que los recuerdos se desvanezcan
07 feb 2018 . Actualizado a las 20:03 h.A pesar del enfoque presente durante 25 años sobre la acumulación en los tejidos cerebrales de una proteína (la beta amiloide) como supuesto origen de la enfermedad de Alzheimer (EA), un nuevo estudio argumenta que probablemente este mal se desencadena por el fracaso de un sistema que elimina desechos del cerebro, y que en realidad comienza décadas antes de que los recuerdos se desvanezcan.
Según los hallazgos de este trabajo, publicados en la edición digital de este miércoles de la revista PLOS ONE, científicos de la Escuela de Medicina de la Universidad de Nueva York, en Estados Unidos, demuestran que la comprensión biológica actual de la enfermedad de Alzheimer es incompleta. La nueva evidencia sugiere que las herramientas de diagnóstico estándar no logran detectar la dolencia futura en muchos pacientes menores de 70 años.
En la definición comúnmente aceptada del alzhéimer, un tipo de beta amiloide (ABeta42) comienza a formar aglomeraciones entre las células nerviosas, lesionándolas. El empeoramiento de la lesión se caracteriza por la liberación y la acumulación tóxica de una segunda proteína llamada tau. En conjunto, los cambios en los niveles de ABeta42 y tau representan la medida internacional estándar del riesgo de un paciente de deterioro cognitivo futuro. La nueva investigación ha descubierto, sin embargo, que la acumulación en el cerebro de beta-amiloide no puede ser el único desencadenante del daño nervioso posterior, debido a que muchas personas relativamente más jóvenes que más tarde desarrollaron la enfermedad no mostraban signos de esa acumulación.
«Una vez que dejas de asumir que el punto de partida de la enfermedad de Alzheimer está marcado por la acumulación de ABeta42 en las células cerebrales, surge una perspectiva diferente», explica el autor principal del estudio, Mony de Leon, profesor del Departamento de Psiquiatría y director del Centro para la Salud del Cerebro en NYU Langone Heath, Estados Unidos. «Al reconocer una fase más temprana de la enfermedad, es posible que podamos comenzar a tratarla antes y de forma personalizada, gracias a una mejor comprensión de la biología de esta dolencia», añade.
Durante muchos años, los neurocientíficos han tratado de predecir el riesgo del alzhéimer mediante el seguimiento de los niveles de proteína en el líquido cefalorraquídeo (LCR) que llena los espacios que rodean el tejido cerebral y que se pueden evaluar mediante punción lumbar. En 1999, De Leon y sus colegas comenzaron a recolectar datos clínicos y de nivel de proteína en este líquido de sujetos normales sanos cada dos años. Al combinar esta base de datos de NYU con otras dos, el estudio actual incluyó a 700 pacientes.
Específicamente, el análisis detectó que el mejor predictor del futuro riesgo de enfermedad de Alzheimer no era, como se piensa actualmente, los niveles disminuidos de ABeta42 en el LCR con tau elevada. También se encontró que los niveles elevados de ABeta42 en el LCR confieren un riesgo de enfermedad de Alzheimer en el futuro. Al incluir en modelos de predicción de riesgo a pacientes con ABeta42 ascendente o descendente en el LCF, junto con tau en constante aumento, el equipo incrementó la precisión de la predicción de riesgo futura en casi un 20 % con respecto a los modelos actuales, que solo tienen en cuenta los niveles decrecientes. La precisión mejorada fue aún más pronunciada en los menores de 70 años, dice De Leon. En términos matemáticos, la relación entre ABeta42 y tau se describe mejor mediante una ecuación cuadrática en lugar de la lineal actual, que intenta hacer que una curva «encaje» en una línea recta.
Los resultados se suman a la evidencia de que un aumento de tau en el LCR a lo largo de la vida puede ser la característica temprana más relevante de la enfermedad de Alzheimer, más que una caída en el líquido cefalorraquídeo de ABeta42 (tomada como evidencia de una acumulación en células cerebrales), dicen los investigadores.
La teoría de la eliminación
Aunque aún se desconoce el mecanismo real detrás de la enfermedad de Alzheimer y la trayectoria de los niveles de ABeta42 y tau, dicen los autores, estos resultados respaldan la «teoría de la eliminación». Sostiene que el bombeo del corazón, junto con la constricción de los vasos sanguíneos, empuja el líquido cefalorraquídeo a través de los espacios entre las células del cerebro, eliminando las proteínas potencialmente tóxicas en el torrente sanguíneo. Los cambios cardiovasculares en la mitad de la vida que provocan insuficiencia cardiaca e hipertensión pueden disminuir el flujo de líquido cefalorraquídeo necesario para eliminar la proteína tau y, tal vez, identificar las proteínas que causan enfermedades.
Además de ABeta42, que se deposita fácilmente en el cerebro, el equipo descubrió que los niveles en el líquido cefalorraquídeo de otras dos formas comunes de beta amiloide, que son menos capaces de acumularse (la ABeta38 y la ABeta40) suben en proporción al aumento de tau a lo largo de la vida normal de adultos mayores, incluso después de que ABeta42 comience a disminuir. Según los investigadores, esto es una prueba más de un descenso en la limpieza con la edad. «Los futuros estudios deben seguir a sujetos normales, a partir de los 40 años, durante décadas, para obtener una visión imparcial de la trayectoria de las proteínas en el líquido y la probabilidad de desarrollar deterioro cognitivo décadas más tarde», plantea de León.