Los menonitas conservan su ADN igual que hace 500 años

Raúl Romar García
r. romar REDACCIÓN / LA VOZ

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Así lo constata un equipo gallego que analizó su genoma

09 nov 2016 . Actualizado a las 08:06 h.

Viven aislados del mundo desde que hace cerca de 500 años el sacerdote anabaptista holandés Memmo Simons creó el grupo inicial, formado por poco más de cien personas. Desde entonces se han extendido por el mundo en distintas comunidades hasta completar una población de algo más de dos millones, pero siempre fieles al espíritu originario: seguir la Biblia al pie de la letra y mantenerse alejados de todo lo que se considere pecado. Son los menonitas, un grupo escindido de los amish en el siglo XVII que no solo ha mantenido inalterable su identidad social y cultural, sino que también ha conservado indemne su acervo genético original. Es exactamente el mismo que el de sus antecesores de hace cinco siglos, un largo período en el que los miembros del grupo no se han cruzado con otras poblaciones. Mantienen inmaculado su ADN, algo que acaba de demostrar por primera vez un grupo de investigadores de la Unidad de Genética de la Universidade de Santiago en un trabajo publicado en la revista Scientific Reports. Los científicos, entre los que también se encuentra el jefe de Pediatría del hospital de Santiago, Federico Martinón, analizaron el genoma completo de algo más de veinte individuos de la comunidad menonita de la Pampa, en Argentina, y lo compararon con las bases de datos de la población mundial. Y los resultados no dejaron lugar a dudas. 

«Al ser grupos tan pequeños, cualquier pequeña mezcla que hubiese con otros tendría que haberse reflejado en su ADN, pero no la encontramos», explica el genetista Antonio Salas, el líder del trabajo. «El genoma que analizamos -añade- se corresponde con el 10 % de las familias fundadoras, una cifra muy alta». 

Más enfermedades

Pero esta perpetua endogamia no les ha salido gratis a los menonitas. Han pagado el férreo aislamiento en forma de mutaciones que se traducen en una mayor prevalencia de enfermedades genéticas como la fenilcetonuria o el síndrome de Troyer; de muerte súbita; de microcefalia; de cardiomiopatías o de patologías neurológicas. Su unidad es también su debilidad.

El estudio de su singular genética podría, sin embargo, ser útil para determinar si estas mutaciones tienen relación con las enfermedades que sufre el resto de la población. «Podría tener implicaciones en la clínica, ya que los resultados podrían ser extrapolables», constata Salas. De principio, supondrá un beneficio para esta colectividad.

En cierto modo, grupos aislados como este suponen una especie de laboratorio in vivo para el estudio de la genética de poblaciones. «Hace posible desarrollar investigaciones biomédicas que resultan más complejas en grupos poblacionales más heterogéneos. Es más sencillo encontrar el agente causal de una enfermedad en un grupo más aislado que en otro hibridado, destaca el genetista. El trabajo también puede tener aplicaciones en el ámbito forense, porque todas las pericias tienen que contextualizarse en el marco de una población.