Kanté, el bajito que nunca se resignó, cosecha elogios de sus compañeros
10 jul 2018 . Actualizado a las 05:00 h.«Es discreto, no le gusta hablar porque es tímido, pero en el campo corre por todos los lados. Este tipo es uno de los jugadores más importantes de nuestro equipo. Es un animal, parece que hay cinco Kanté en el campo. Yo le llamo el policía, porque cuando un jugador quiere entrar en nuestra zona del medio lo para. Tienes que tener tu pasaporte porque, si no, es muy difícil si juegas contra él», dice en castellano con su tono guasón Adil Rami, tras la victoria de Francia ante Uruguay.
Un día más de ese chico que tuvo que superar muchas obstáculos en el fútbol por ser bajito (168 centímetros). Fue el que más corrió de su equipo (10,47 kilómetros ante Uruguay), algo que ya no sorprende a nadie. Lo más importante de esa distancia es que todo lo hace por el grupo.
N’Golo Kanté sostiene el equipo con su colocación y cuando la recupera la entrega limpia. «Corre por todas partes, ¡Tiene 15 pulmones! Es impresionante jugar a su lado, te hace la vida más fácil porque es un fenómeno a nivel táctico», confesaba Paul Pogba, que junto a Kanté se siente liberado y protegido y que solo lo disfruta en la selección, ya que en la Premier debe enfrentarse a él.
No es el caso de Giroud, que desde enero también convive con él en el Chelsea: «A veces es como si jugáramos con doce, hace el trabajo de dos jugadores».
En Inglaterra, donde Kanté consiguió dos títulos consecutivos con el Leicester, hacen muchas bromas sobre la capacidad de ubicuidad de Kanté, de origen maliense y criado en las afueras de París. «El 71 % de la tierra está cubierto por agua. El resto está cubierto por N’Golo Kanté», llegó a escribir Marcel Desailly haciéndose eco de una broma recurrente en Twitter.
El asombro de los aficionados también lo tiene su entrenador, Didier Deschamps, que en su etapa como jugador actuaba en esa misma demarcación: «Tener a Kanté es jugar con doce. En su puesto es uno de los mejores del mundo, no hay duda de eso, y tenemos la suerte de que es francés. Es, obviamente, un jugador muy importante para nosotros, muy efectivo en su posición y, además de eso, cuando pisa área tiene peligro. Es perfecto».
El seleccionador le ha pedido a Kanté que sea como Makelele. O una versión mejorada de él mismo cuando era capitán de Francia en el doblete histórico: contener, robar e iniciar el juego. Los tres, Makelele, Deschamps y Kanté, jugaron para el Chelsea.
El comodín de Deschamps en la línea media
Didier Deschamps sabe que Kanté, al que reclutó meses antes de la Eurocopa perdida con Portugal, le permite usar el 4-3-3, como ante Uruguay, cuando tenía la baja de Matuidi, o el 4-2-3-1 con Giroud de referencia.
Ante Argentina le encargó un cometido: cubrir a Messi. Y lo completó de manera precisa. «Nos adaptamos para neutralizarle y Kanté siempre estaba marcándole para evitar que recibiera el balón», detalló. Algo parecido logró con Betancur, al que Deschamps había alabado en la previa del duelo de Nizhny Nodgorov: 52 pases con un 85 % de acierto y un remate completado. «Lo que le importa a N’Golo es hacer su papel y lo que aporta al equipo. Si no hay focos sobre él, eso no le afecta para estar tranquilo y feliz», explicó el técnico.
Kanté, de 27 años y 29 veces internacional, evita sacar pecho pero si se le pide mirar hacia atrás lo hace con cierto orgullo por todo lo conseguido. «Varios clubes profesionales (entre ellos Amiens, Le Mans, Rennes o Sochaux) me rechazaron sin darme razones (aunque el físico era el principal problema). Me decían que ya tenían jugadores como yo o simplemente no les gustaba lo que yo hacía. Entonces me repetí cada día: ‘Si tiene que llegar, llegará’. Por eso ser MVP en un partido del Mundial es algo que aprecio, pero no es lo más importante, sino que lo que cuenta es que somos un buen equipo», apostilla.
Ahora recoge lo que sembró. «¡Es bajito, educado, frenó a Messi y dentro de poco estará en los Campos Elíseos, N’Golo Kanté!», dice una canción que le han creado los aficionados en Francia. Y está muy cerca de completar aquel sueño que tenía de niño cuando jugaba en el modesto Suresnes, de la novena categoría del fútbol francés, que no se rompió ni por su falta de estatura.