La selección española ha disfrutado de varios porteros del más alto nivel incapaces de escapar a las críticas y evitar errores puntuales que han marcado sus brillantes carreras
16 jun 2018 . Actualizado a las 23:14 h.A los diez minutos, con el 1-0 en el marcador gracias a la picardía de Cristiano y el exceso de revoluciones de Nacho, el balón fue a parar a pie de Silva. Concretamente al derecho. Le faltó al canario fe y precisión al atacar la bola descolgada por Costa y el cuero se marchó lejos del marco. Como se escapó en el 35 la pelota que había llegado a la bota de Iniesta, la izquierda esta vez, en una genial acción colectiva. De Gea, discutido ya tras el amistoso ante Suiza, fue solo el cuarto futbolista de la selección en pifiar dentro del área. El culpable por consenso de que Portugal le birlara dos puntos a España. Un empate cerrado, sin embargo, tres cuartos de hora más tarde de aquella cantada, con un golpeo preciso en el libre directo regalado por Piqué en zona roja. Ahí ya nada pudo hacer el único jugador de once obligado a tener un par de brazos fuertes y dos piernas buenas. En la derrota es casi siempre el portero.
Pocas veces en la victoria. Ni siquiera en un país productor de excelentes metas que, inevitablemente, tuvieron su tara. Es ese pequeño agujero sobre el hombro o el descosido en la rodilla el que persigue a quienes son diferentes ya antes de que suene el silbato. Visten raro y llevan guantes, aunque alguno como Ramallets se resistiera a la moda de calzar manoplas en los cincuenta. Con él empezó todo.
O con su breve predecesor en el Mundial del Maracanazo. El Mundial de Moacir Barbosa, ese futbolista, el más odiado de la historia de Brasil, que años después hizo una hoguera con los palos bajo los que se volvió maldito. Junto al de su izquierda se había colado el chut de Ghiggia, enmudeciendo al estadio en una final histórica: la de su fallo. Antes, la canarinha había despachado a España en un encuentro en el que Ramallets encajó seis, pero nadie le apuntó con el dedo. Bastante habían señalado a Ignacio Eizaguirre, titular en el primer partido del torneo que perdió la plaza por culpa de un error ante Estados Unidos -gol de Pariaini remontado más allá del minuto 80-. Treinta años antes ya había caído en desgracia su padre, Agustín, quien abandonó los Juegos Olímpicos de la plata de Amberes enfadado por haberle tenido que ceder la titularidad al jovencito Zamora.
Ese histórico meta que da nombre al trofeo al menos goleado en Liga sería después el primero de la selección en unos mundiales. Y tampoco llegó a completarlos. Los italianos le rompieron dos costillas en el duelo celebrado en Florencia, asegurándose de que no pudiera participar en la posterior cita de desempate. En ella, Nogués se tragó el tanto de la anfitriona tras sufrir una clamorosa falta que, sin VAR de por medio, ignoró el árbitro. Empezaba el gafe que alcanzó a Eizaguirre y a tantos.
A Zubizarreta, por ejemplo, le encogió el brazo de manera inoportuna en el debut del Mundial del 98 para estirárselo después en mala hora, empujando hacia su propia puerta el centro flojo del nigeriano Lawal. El combinado dirigido por Clemente pagó cara la derrota (el tanto supuso el 2-3 definitivo) y no superó la primera fase.
El penúltimo, de Casillas
Tampoco en el 2014, cuando defendía su condición de campeona y Casillas, inmenso en Sudáfrica, empezaba a ver cuestionada su condición de indiscutible. No ayudó a reafirmar al de Móstoles la floja actuación frente a Holanda en el duelo en que amenazaba el récord de imbatibilidad de Zenga. Cinco recibió; el penúltimo, tras un horrible control que castigó Van Persie.
Del Bosque mantuvo a Casillas, como Clemente a Zubizarreta, retirado de la selección tras aquel torneo al que sucedió la Eurocopa de los Países Bajos y Bélgica. España no pasó de cuartos y sudó para dejar atrás el grupo C, lastrada por un error de Molina en el estreno frente a Noruega. Iversen aprovechó la salida en falso para hacer el definitivo 1-0 y convertir en titular a Cañizares.
Fue otro torneo continental el que dejó la pifia más recordada. Arconada, portero ejemplar, 1984. Final frente a Francia. Disparo de Platini que llega blando a manos del portero y se escurre hacia la red. Como ese chut de Cristiano.