Carmen Ordiz, gastrónoma: «Sabemos llevarnos la cuchara a la boca pero no sabemos lo que nos llevamos»
LA VOZ DE OVIEDO
La ovetense de 33 años acaba de publicar un libro para concienciar a la sociedad sobre la importancia que tiene saber qué se come y por qué. Conocida en redes sociales como @gdegastronomia, la «influencer» acaba también con los mitos sobre la alimentación saludable
20 ene 2025 . Actualizado a las 09:31 h.Esa pasión que siente por la comida la heredó de su padre. Cada vez que veía a su «mejor maestro» ponerse el delantal, Carmen Ordiz corría para ponerse cerca de la meseta y así poder observar más de cerca como cocinaba. Estudiaba cada gesto que su progenitor tenía en los fogones. Desde el momento en el que cortaba cada uno de los ingredientes hasta el instante en el que los echaba en la olla o cómo estaba después pendiente del guiso. «Me parecía mágico lo que hacía», dice ahora a sus 33 años. Pero, sin duda alguna, lo que más le encantaba a esta ovetense era probar cada uno de los platos que elaboraba.
Como a medida que crecía se sentía cada vez más atraída por el mundo culinario decidió matricularse en el grado de Ciencias Gastronómicas. Hizo además un curso de sumiller y se especializó en la gestión de redes sociales. Esta última formación la llevó a abrir un perfil en Instagram para «poder poner en práctica todo lo aprendido», sin ni siquiera imaginarse que @Gdegastronomía iba a convertirse con los años en una comunidad con más de 27.000 seguidores. Fundó también un blog homónimo en el que escribía sin caer en tecnicismos artículos sobre temas relacionados con el mundo culinario, para acercar así la cocina a quienes buscaban entenderla de forma práctica y amena.
Recientemente ha publicado un libro para acabar con todos los mitos que hay acerca de la alimentación saludable. De paso rompe con los estereotipos en torno a los cuerpos de las mujeres y desmonta también los ideales de belleza poco realistas que durante años han imperado en nuestra sociedad. Con Los productos light son para gordos ( y las modelos tienen celulitis) trata además de concienciar sobre la importancia que tiene saber qué se come y por qué .« Sabemos llevarnos la cuchara a la boca, pero no sabemos lo que nos llevamos», asegura la gastrónoma, antes de señalar que las decisiones que tomamos a la hora de llenar la cesta de la compra repercuten no solo en nuestra salud sino también en nuestro entorno.
—¿Cómo surge la idea de escribir este libro?
—Siempre quise escribir un libro y mi padre siempre me animó a hacerlo. Lo que pasa es que nunca veía el momento ideal. Pero, en el año 2019 decidí regalarle a mi padre el que yo escribiera un libro y luego lo metí en el marrón. Le dije: «Tanto que me animabas a escribir un libro, te animas tú también». Mi idea siempre fue escribir algo de gastronomía, pero iba viendo a lo largo del tiempo que de gastronomía había más cosas y que de la nutrición nos olvidamos de ella. Nos olvidamos de ella en cuanto a la unión con la gastronomía. Es decir, se habla mucho de nutrición per se pero del disfrute de la comida no. Yo me iba dando cuenta, también en mis propias carnes, que es muy fácil desequilibrarse, de que ves solo la parte del disfrute y te olvidas de que también puedes cuidarte y disfrutar de la gastronomía.
«A pesar de que comemos tres veces al día hay muy poca gente que sepa verdaderamente comer. Sabemos llevarnos la cuchara a la boca, pero no sabemos lo que nos llevamos»
Poniéndome entonces a investigar, entre medias por el síndrome de la impostora, hice un máster de nutrición y salud y me di cuenta del papel que tiene la industria alimentaria a la hora de cambiar nuestra forma de alimentarnos. También me di cuenta de que a pesar de que comemos tres veces al día hay muy poca gente que sepa verdaderamente comer. Sabemos llevarnos la cuchara a la boca, pero no sabemos lo que nos llevamos. Entonces ahí empecé a darle al libro forma de menú porque me di cuenta de que la gastronomía puede ser una herramienta perfecta para ayudarnos a tener una buena relación con la alimentación. Mejorar la cultura gastronómica del ciudadano medio puede ayudar a que la gente se alimente mejor porque desgraciadamente no sabemos alimentarnos. Hay un vacío ahí importante que se explica muy fácil y es que a la industria alimentaria no le interesa que sepamos.
—En el 2019 le dio a su padre la feliz noticia de que iba a escribir un libro pero no fue hasta cinco años después cuando este consigue ver la luz
—Sí, en el libro hablo precisamente de eso: del síndrome de la impostora. Una gran parte de eso también nos lleva a alimentarnos mal y a otras muchas en nuestra vida. La autora española Charo Vargas habla de la radio-mente, que es como si tuviéramos un Pepito Grillo diciéndonos constantemente cosas en plan mal como que no sabemos hacer ciertas cosas. En este caso a mi me vino bien porque me llevó a estudiar un máster. Pero también me llevó a ralentizar mucho a escribir el libro porque nunca me creía suficiente para escribir esto.
—El título del libro es toda una declaración de intenciones pero, ¿por qué los productos light son para «gordos»?
—Los productos light que se utilizaron de forma completamente abusiva durante los 90 fueron fruto del lobi de los azúcares. Al lobi del azúcar le interesaba más que se asociara el consumo de grasas con enfermedades cardiovasculares antes que con los azúcares, quienes verdaderamente son el problema de la ecuación. Hubo luego en el año 2016 un artículo en el que se sintetizaba los porqués detrás de la campaña. La JAMA demostró que durante años se habían financiado estos estudios por parte del lobi del azúcar, es decir, había un interés comercial detrás. Les interesaba que tuvieras más miedo a comerte un aguacate... todavía hay quien a día de hoy le resulta más llamativo ver a gente comer aguacate que comerte algunos productos light, que lo que tienen es muchísimos azúcares.
«No debería de ser malo que una persona se preocupe por comer saludable, pero si esa preocupación lleva a tener una fobia o a evitar tener contacto social entonces ahí tienes un problema»
—¿Y ese subtítulo?
—Mi padre es médico-estética y siempre estuvo muy vinculado a la investigación sobre la celulitis y las enfermedades adheridas a la misma. Siempre decía que la celulitis per se no es una enfermedad sino un constructo social que se ha creado para sacar pasta, básicamente. Muchas mujeres, entre las que me incluyo, vivimos durante los 90 y los 2000 con un trato al cuerpo terrorífico. Que hoy en día se sigue usando, sí, pero ya tienen un poco que esconderse para decir ciertas estas todas. Pero, a principios de los 2000, se vendía con total normalidad un yogur que era para que sustituyeras la cena. Te decían que te tomaras unos cereales para estar en tu línea. Cosas que hacían que las mujeres que vivimos los 90, los 2000 o incluso los 80 tuviésemos una relación con el cuerpo nefasta.
—¿Qué opina sobre la obsesión actual sobre comer productos saludables y tener una dieta estricta?
—No deja de estar explicado en el libro que nos cuesta mucho lograr el equilibrio. Hay tendencias que enseguida se vuelven un peligro porque parece que el ser humano quiere como autodestruirse continuamente. Inicialmente no debería de ser malo que una persona se preocupe por comer saludable, pero si esa preocupación lleva a tener una fobia o a evitar tener contacto social porque si sales no puedes comer brócoli, entonces ahí tienes un problema. Pero eso no deja de ser un problema psicológico que debe ser tratado a nivel psicológico. Por eso, la psicología cumple también un papel muy importante en la alimentación. Cómo nos tratamos, así hablando de forma muy simplificada, dice mucho de cómo nos alimentamos. Normalmente esas problemáticas van unidas a ciertas dietas. No es por tanto la dieta per se sino el sujeto per se. Es como por ejemplo la gente que se vuelve vigoréxica o tanoréxica. El deporte y el sol per se tienen sus partes positivas, pero abusar de ellos no. Hay cosas que obviamente no son buenas para nada, como la cocaína, pero hay otras que llevadas al exceso resultan perjudiciales.
«Una persona normal no debería necesitar comer productos light»
—¿Lo light sirve realmente para algo?
—Hay que tener en cuenta que en ciertos perfiles de pacientes, los nutricionistas que son personas especializadas pueden determinar si una persona necesita tomar un producto u otro en una dieta baja en grasas. Desde mi punto de vista, una persona media/normal no debería necesitar comer productos light. Hay productos que de por sí no tienen grasa, entonces para qué vamos a comer un sustitutivo. Si eres una persona normal, que necesita los requerimientos de macronutrientes normales, no deberías de necesitar un producto light. Solamente si se necesita sustituir una ingesta calórica, pero no debería ser necesario tomar productos light porque puedes bajar la ingesta calórica consumiendo otra cosa.
Además hay un problema con los productos light y como siempre digo estoy generalizando. Cuando tú lees la palabra light y consideras que ese producto es light es más fácil que consumas más porque el cuerpo humano lo ve como algo menos problemático. Pero, en verdad, una persona sin ningún tipo de patología ni nada por el estilo no debería tener un problema por comer un día un dulce o un producto calórico. Es peor que esté todos los días comiendo sustitutivos light pensando que es saludable porque eso hace mucho daño. Vale más que un día comas un dulce, a que continuamente tu cuerpo tenga la necesidad de comer dulce. Habría que preguntarse por qué necesitas comer dulce todos los días.
—Digamos que una puede darse un capricho tranquilamente pero sin abusar.
—Exactamente. Gran parte de esa necesidad de dulce viene dada por lo que se denomina «hambre emocional», que también hablo de ello en el libro. Ese hambre emocional se llega a tener si toda la vida uno hace dietas hipocalóricas o premiando unos u otros alimentos. Tú a un niño nunca le vas a decir «si te portas bien, te hago unas espinacas». Luego está el hecho de que a mí, por ejemplo, me tocó toda la generación de Paris Hilton, Linsday Lohan, Nicole Richie… que eran mujeres que estaban muy por debajo de su peso y de su fisionomía pero se veía como algo normal. Incluso en algunas revistas se ponía que estaban subidas de peso. Hoy en día hablar de cuerpos ajenos está más controlado y hay un movimiento más coherente de cómo hablamos de las mujeres. Pero, de aquella, no nos importaba que esto no fuera saludable porque era lo que se debería de hacer. En el libro mi padre habla de cómo cambiaron los cánones de belleza y se basa en un estudio realizado en Papúa Nueva Guinea, donde a una tribu les enseñan fotos del antes y el después de mujeres que se someten a reducción de cintura y cadera. Ellas escogen siempre las fotos del previo porque no tienen ese concepto occidentalizado de lo que es la belleza. Los cuerpos más periformes o curvilíneos los ven como más saludables porque tienden a pensar que eso va a ser más fácil para tener un hijo o ser más fértil.
«Nuestra relación con la comida, por tanto, yo la comparo con una historia de amor: es a largo plazo y en ella influyen muchos factores»
—Como gastrónoma, ¿cómo ha enfrentado los mitos sobre nutrición y alimentación?
—Creo que ningún alimento per se es malo. Ahora bien si te tomas 20 litros de agua al día o 20 de kilos de fruta pues ahí ya no. Sí que es verdad que hay alimentos que son más saludables y otros alimentos que no lo son tanto. Luego, están los productos procesados y los ultraprocesados, que ahí sí que hay un amplio abanico de posibilidades. Por eso apelo a que la gente tenga cordura. Aquí hay un tema que es interesante y que me da para debate que es la ausencia de tiempo y la falta de recursos, tanto económicos como culturales, a la hora de ponernos a cocinar. También es verdad que nos ponen más fácil consumir productos hechos. Tan solo hay que ver las grandes cadenas de supermercados que cada vez amplían más su lineal de comida para llevar. Mucha gente joven a día de hoy apuesta por esa comida para llevar porque es incluso más barata y te lleva menos tiempo. Pero estamos poniendo como excusa que no tenemos tiempo porque para estar haciendo scroll en Instagram o ir a tomar algo sí tenemos tiempo.
Luego es verdad que la situación socioeconómica ha cambiado y que hay muchos gastos pero cada vez se cocina menos. Eso lleva a que comamos más cosas que vienen envasadas y estos productos llevan más mierda que lo que cocinamos en nuestra. Si tú te haces tu propia comida puedes tener un exceso carbohidrato y a la larga aumentar el colesterol porque consumes ciertos productos. Pero, estás diabetes de tipo 2, la obesidad y todas las demás problemáticas no vienen dadas por una alimentación casera como antiguamente. A esto hay que sumarle el sedentarismo que nos lleva acompañando desde relativamente hace poco. En realidad el cuerpo humano está hecho para quemar. En el libro mi padre habla del gen ahorrador y dice que este sigue existiendo en nuestro cuerpo porque nuestro organismo sigue pensando que nos está persiguiendo un león en la sabana africana, cuando en realidad no nos sigue. Entonces, claro, acumulas porque el cuerpo entre comillas no sabe cuándo vas a correr. Nuestra relación con la comida, por tanto, yo la comparo con una historia de amor: es a largo plazo y en ella influyen muchos factores. Desde la respiración hasta las prisas que son también un tema interesante o la psicología.
«No creo que no haya nadie que no tenga una hora y media un domingo para cocinar, si no la tienes es porque estás esclavizado»
—¿Cómo influyen nuestras decisiones alimentarias en el día a día?
—El fundador de la Universidad donde estudié, Carlos Petrini, decía abiertamente que hacer la compra es un acto político, influyen mucho el qué, el cómo y por qué lo comes. El supermercado que escoges y los productos que eliges (si son de temporada o no) influyen en nuestra salud y también en nuestro entorno. Nos hemos acostumbrado a tener todo todo el año. Antes no veías cerezas hasta que no fuese la temporada y ahora es fácil encontrarlas en cualquier mes. Por eso, a la hora de comprar es muy importante que seamos coherentes con lo que estamos haciendo.
—¿Qué productos por tanto no deben faltar en la cesta de la compra o de cuáles debemos prescindir?
—Hay que apostar por los productos de temporada. Además aquí en Asturias somos privilegiados porque todas las temporadas tenemos productos maravillosos. Encima siguen habiendo mercados locales. Luego se trata de cocinar, yo cocino sin ser ningún cocinero. No me paso ochenta horas al día en la cocina pero sí que me gusta prepararme la comida porque me gusta saber qué como.
«No puedo entender que nos obliguen a saber usar la inteligencia artificial y que la gente no sepa ni hacer la compra»
— Además es de las que cocina con la olla exprés.
—Sí. Hay gente que a eso le explota la cabeza porque lo ve de vagos. Pero, en verdad, no es así y más hoy en día cuando no se cocina nada. Usar la olla exprés o la Thermomix es ya dedicarle tiempo a cocinar porque en verdad la gente va directa al tetrabrik. ¿Cuánto tiempo te lleva en verdad limpiar un brócoli o una lechuga? ¿Cinco minutos? Es algo que no somos conscientes de ello porque como siempre nos han puesto productos en bandeja y nunca mejor dicho para facilitarnos la vida. Pero, ¿en verdad no tenemos cinco minutos más para limpiarlo y cortarlo? En parte es porque no tenemos tiempo y en parte es porque a la industria le interesa que no tengas tiempo porque hace mucho negocio. Por eso digo que con una olla de estas rápidas puedes hacer lo que quieras y además sabes lo que estás comiendo. Tú coges una buena ternera asturiana y unas verduras y en 45 minutos tienes hecha la comida. Ahora está muy de moda lo de hacer táperes y me parece que está muy bien. Por eso no creo que no haya nadie que no tenga una hora y media un domingo para cocinar, si no la tienes es porque estás esclavizado. Te han convencido de que no tienes tiempo.
—Tampoco se puede sacar la excusa de «no sé cocinar» porque en internet uno encuentra paso a paso cualquier receta…
—Exacto. Hoy en día se hacen cursos de cocina en los centros sociales de los Ayuntamientos, Youtube está plagado de recetas… Yo no puedo entender que nos obliguen a saber usar la inteligencia artificial y que la gente no sepa ni hacer la compra, cuando es lo único que nos vamos a llevar porque tú dentro de 50 años tendrás los mismos huesos y demás pero el ordenador ya habrá cambiado 20 veces. En Asturias estamos en 25,7% de porcentaje de obesidad, o la gente sabe lo que come y se mueve más o ese dato no va a bajar.
«Hemos llegado a tal punto que comer productos locales es de ricos»
—Al principio de la entrevista decía que sí se puede disfrutar de la gastronomía sin olvidarnos de la nutrición
—Sí. Esto es una cosa curiosa, que incluso me daría para un segundo libro, y es que muchos cocineros no saben que es una proteína, una grasa o un carbohidrato. Que no tienen porqué saberlo pero las guisanderas, por ejemplo, por esa transmisión cultural saben hacer platos muy equilibrados, aunque no sepan explicarlo científicamente. Entonces yo creo que los cocineros jóvenes tienen un papel muy importante en ese sentido. Tú a veces vas a un restaurante, pides un menú degustación y te estás metiendo las calorías de uno o dos días enteros y eso tampoco puede ser. Sí que ya hay cocineros que están haciendo menús degustación más equilibrados pero son pocos. Enseguida la gente dice que por un día que sales a comer no pasa nada pero es que no se trata de eso, se trata de que te puedas alimentar genial y esté igual de riquísimo.
—En el libro hace también hincapié en la importancia de la ecogastronomía
—Sí, creo que eso es la clave y lo que nunca se debería haber perdido. Si tú como cliente reclamas producto local, al final los restaurantes van a tener producto local. A mi me parece maravilloso y no estoy para nada en contra de que haya una arepería o una pizzería italiana, pero creo que es fundamental que en los restaurantes se utilice producto local. Que un día puedes tomar algo de donde quieras, perfecto, pero que por norma consumas productos de fuera que ni siquiera sepas de donde viene eso es lo que preocupa.
Siempre solemos echar la culpa a los propios supermercados o a los cocineros pero en realidad la culpa la tenemos nosotros, porque normalmente comemos más en casa que fuera y eso hay que tenerlo en cuenta a la hora de hacer la compra. Lo que pasa es que hay una excusa/motivación y es el dinero. Normalmente es más fácil que sea más barato cuando viene de un país extranjero que cuando es español. Hemos llegado a tal punto que comer productos locales es de ricos y eso es algo paradójico. Antiguamente, los ricos eran quienes traían los productos de fuera para mostrar así la importancia que tenían. Es por eso que en situaciones normales, cuando no hay realmente problemas económicos, toca hacer un pequeño esfuerzo para consumir producto local porque si piensas a largo plazo es más caro consumir productos de fuera.
«No puedes caer en el engaño de que seguir cierta dieta o consumir ciertos productos van a acabar con tu celulitis porque es mentira»
—Habla de la celulitis como algo normal pero, ¿cómo podemos cambiar la percepción de los cuerpos reales en la sociedad?
—Me permito hablar un poco en nombre de mi padre y de lo que he aprendido de él en estos meses trabajando juntos. La mujer per se es un blanco perfecto para la industria de los defectos, hemos sido objeto de crear necesidades desde siempre. Es verdad que hay enfermedades adheridas o relacionadas con la celulitis pero el problema es que nos han hecho ver que la celulitis es algo malo a nivel visual. Es como si nos dicen que tener cejas es algo malo. Inicialmente igual te choca verte sin ceja pero cuando ves a la gente sin cejas y de repente ves a una que sí las tiene te sorprende. Dado que el 98% de las mujeres tiene celulitis, visualmente puede verse más o menos, resulta raro que hayamos sido capaces de verlo como algo malo. Muchas mujeres de hecho sufren por eso. Creo, por tanto, que es complicado volver a hacer creer a la gente que eso no es malo.
Sí que en los últimos años se ha avanzado mucho en cuanto a la aceptación de los cuerpos, tanto masculinos como femeninos, por las figuras que se ven en los medios de comunicación pero aún así queda mucho trabajo por hacer. No sé decirte una solución fácil para eso pero es fundamental entender porqué somos el blanco fácil y por qué la celulitis no es realmente una enfermedad. Mi padre explica en el libro aspectos que están relacionados con la celulitis como fumar o usar tacones. Pero no puedes caer en el engaño de que seguir cierta dieta o consumir ciertos productos van a acabar con tu celulitis porque es mentira.
«Los padres de niños pequeños no tienen ni premiar ni castigar con comida»
—¿Cómo influyen las redes sociales en los estándares de belleza y las tendencias alimenticias? Últimamente están de moda los perfiles de comida y demás….
—El problema es que hoy en día vivimos en un mundo en la que unicalidad informativa está, como bien dices, descontrolada. Por suerte hay un movimiento social que hace que se acepten más cuerpos. Pero, ahora en Estados Unidos, por ejemplo, se muestran orgullosos de tener obesidad o diabetes cuando se trata de una enfermedad. Es por tanto complicado. Lo decía al principio de la entrevista, el ser humano parece que en ocasiones quiere autodestruirse y buscamos tendencias absurdas. Lo importante es mantener una dieta saludable, moverse y estar bien mentalmente.
Una persona con 30 kilos más de su normopeso no va a tener una vida tan activa si tuviese su peso normal. Es un hecho. Ni sus articulaciones ni su salud va a ser la misma. Hay también otra tendencia que es consumir productos dietéticos para adelgazar… no vamos a jugar a ser el Dios de la naturaleza. Luego queremos resultados para antes de ayer pero la salud cuesta muy poco destruirla pero cuesta mucho conseguir ese equilibrio, entonces hay que trabajar en ella a diario. Se trata de muchos poquitinos. Mi padre siempre dijo que sus mejores pacientes eran aquellos que hacían las cosas poco a poco.
«A la hora de comer hay que estar a lo que estamos»
—¿Cómo puede uno tener una mejor relación con la comida?
—Aconsejo a los padres de niños pequeños que ni premien ni castiguen con comida. Eso es fundamental porque eso genera que mucha gente de adulta tenga predisposición a comer ciertos alimentos. Es algo que ves o escuchas a diario. Por ejemplo estás en el gimnasio y escuchas: «Venga, ahora para quemar los polvores». Y no, tú tienes que hacer ejercicio para estar saludable, para tener las articulaciones y los huesos fuertes. No es estar pensando todo el rato en quemo, no quemo. Es por eso que es muy importante el cómo hablamos a nuestros hijos de su cuerpo y de su forma de alimentarse.
A los adultos les recomiendo que sean conscientes de lo que están comiendo. Hay que primero adquirir un conocimiento sobre los principios de la nutrición y luego a la hora de comer hay que estar a lo que estamos. Muchas veces estamos comiendo y estamos con el ordenador, el teléfono, leyendo… y el cerebro no es consciente de que está comiendo. Somos primitivos en ese sentido. Si tu estás a otra cosa, el cerebro se entera media hora más tarde de que estás comiendo, entonces tienes ahí media hora más para comer cuando el cuerpo ya está lleno. El estar a lo que estamos e intentar tener menos prisas es la única clave para tener un equilibrio. Es complicado porque además vivimos en un medio que nos lleva a lo contrario, a que sea más fácil que el domingo por la tarde te llegue un anuncio de la app de turno ofreciéndote la hamburguesa guarra, de que llegues a la carrera y comas cualquiera cosa. Por la noche mucha gente llega y se atiborra en la nevera cuando muchas veces no es hambre sino ansiedad.
Hay que ser también consciente y escuchar a ver qué nos quieren endiñar. Al final está bien que comamos y probemos de todo pero creo que tenemos que tener en cuenta que estamos en un sitio y los alimentos que tenemos a nuestro alrededor es a los que estamos acostumbrados alimentarnos. Entonces no hay que volverse loco. El problema está en que al ser humano no le gusta ser largo placista, nos gusta todo para antes de ayer, rápido… Por eso para tener una buena relación con la comida no puedes dejarte influir por factores externos y eso es algo muy complicado por la unicanalidad informativa. Hay que tener también en cuenta que las redes sociales a día de hoy no están reguladas y que mucha gente sin una formación al respecto se permite dar ciertos consejos nutricionales y de salud que rozan el palo.
—Y sobre todo hay que dejarse aconsejar por los expertos
—Para mi es fundamental ir a consulta con una persona especialista en nutrición. Es más, creo que debería ser una asignatura obligatoria en los colegios. Me parece lamentable que sepamos hacer un montón de cosas, como utilizar a la perfección las tecnologías, y no sepamos algo que está tan relacionado con nuestra salud y nuestro futuro como es la nutrición. Pero no se trata de dar una charla sino que deben enseñarnos a qué comprar, qué y cómo cocinar… además es precioso porque a raíz de eso puedes aprender historia, cultura, matemática. Sí que es verdad que un niño puede saber lo que es una proteína o un hidrato de carbono pero luego no saben cómo alimentarse, salvo excepciones. A la vista está que la mayoría de la población es obesa.
—Para hacer este libro contó con la ayuda de su padre. ¿Cómo fue trabajar con su mayor maestro?
—Mi padre está acostumbrado a escribir artículos científicos y claro este libro es todo humor. Entonces yo le obligo a hablar de ciertos temas en un tono como si me lo estuviera contando a mi o a una amiga mía. Eso fue lo que más le costó, porque claro tiene casi 70 años y a él llamar a los antipalúdicos que retienen la grasa como «los cabroncetes» y a las que la liberan más fácil como« los guays», pues como que en un principio no. Fue muy divertido. Al final su mundo no está muy separado del mio. Detrás de la mundo de la medicina estética hay muchos intereses por la industria farmacéutica y detrás de la gastronomía está la industria agroalimentaria. Entonces intentar llegar a ese punto de equilibrio, sin caer en las trampitas que nos intentar poner una y otra vez, sería lo ideal. Eso sí hay que estar en continua alerta. Es una cosa que hay que trabajar a diario y dedicarle tiempo, en ocasiones también conocimiento.
—Está también presente el amor en el libro
—Sí, yo digo de broma que siempre quise escribir una novela rosa pero no me dejaron. Esta historia de amor es con Pepe, que animo a los lectores de La Voz de Asturias a que lo descubran y se dejen conquistar por él.
—¿Qué espera que los lectores se lleven después de leer este libro, aparte de dejarse conquistar por Pepe?
—El libro está hecho como si fuera un menú degustación. Empieza con una copa de bienvenida que es el prólogo, sigue con la introducción que es a lo que llamaríamos aperitivo. Luego estaría el primer, el segundo, el tercer plato y el postre. También está la cuenta. En general, es exactamente la conservación que tendría con una amiga sobre cómo podría cambiar mi cuerpo porque llevo años que no estoy como quiero y qué piensas tú de esto. De hecho, yo he sido esa amiga que quería adelgazar tres kilos para ir a una boda, que me paso el día comiendo fuera de casa porque soy gastrónoma. Eso a la gente le choca porque he conseguido que más o menos mi profesión no afecte a mi salud porque es muy fácil dejarse llevar y que no te importe tampoco cenar fuera o no hacer ejercicio porque estás cansada. Y no, hay que poner de nuestro lado. Entonces hice un libro que cogería y a mi hija en un futuro se lo daría y le diría: «toma, aquí lo tienes todo. Yo tardé unos cuantos años en entender lo que está en este libro, pero lo conseguí masticar y dejarlo reflejado en estas páginas». Entonces, lo que espero es que se lo pasen bien leyendo .
—¿Habrá una segunda parte o se plantea escribir otro libro?
—Sí. Me planteo escribir otro libro pero no sé muy bien cómo enfocarlo. El título va por «los cocineros runners» o «los cocineros ya no están gordos» porque si te das cuenta hasta la figura del cocinero ha cambiado. Antes eran señores gordos con bigote y ahora son chavales jóvenes con tatuajes. No me quiero pillar las manos con el piano pero por ahí van los tiros. Le cogí cariño a esto de escribir, ahora no sé cuánto tardaré.