María Fuster, psicóloga: «Tenemos unas tasas de suicidio que son denunciables, no estamos haciendo las cosas como las deberíamos de hacer»

Esther Rodríguez
Esther Rodríguez REDACCIÓN

LA VOZ DE OVIEDO

María Fuster, coordinadora de Intervención Social del Consejo General de Psicología de España
María Fuster, coordinadora de Intervención Social del Consejo General de Psicología de España

La actual coordinadora de Intervención Social del Consejo General de Psicología participa hoy en Oviedo en la primera Jornada de Psicología de la Intervención Social. Antes de formar parte de este acto organizado por el COPPA, la experta habla con La Voz de Asturias sobre la importancia que tiene que los psicólogos formen parte del nuevo modelo de servicios sociales

16 nov 2024 . Actualizado a las 09:15 h.

La salud mental y el bienestar social van casi siempre de la mano. Que una sociedad sea saludable depende, en mayor o menor medida, de contar con personas que gocen de un buen equilibrio emocional. Pero para que esto suceda resulta «fundamental» no dejar de lado a los individuos más vulnerables. Es por ello que los propios psicólogos deben también formar parte del equipo multidisciplinar que conforman los servicios sociales. «Así, entre todos, podremos abordar dinámicas que son muy complejas», asegura María Fuster (Murcia, 1967).  Sin embargo, a fin de cuentas, todo depende de la implicación de la clase política. «Si no toman conciencia lo tenemos muy difícil para dar servicios de calidad a la población», confiesa la psicóloga clínica y psicoterapeuta familiar de larga trayectoria.

Con este propósito, la actual coordinadora de Intervención Social del Consejo General de Psicología participa este sábado en la primera edición de la Jornada de Psicología de la Intervención Social, organizada por el Colegio Oficial de Psicología del Principado de Asturias (COPPA). En su intervención en Oviedo, la experta pondrá de relieve la aportación de los profesionales de la salud mental durante las últimas décadas para mejorar el bienestar de las personas, especialmente en las situaciones más frágiles y vulnerables.

Pero, antes de formar parte de este encuentro que tiene lugar en el salón de actos del COPPA, situado en el número 4 de la calle Ildefonso Sánchez del Río, la psicóloga se sienta con La Voz de Asturias para analizar la situación y recalcar aún más en la importancia que tiene que los psicólogos formen parte del nuevo modelo de los servicios sociales de cara a que haya un mayor bienestar social.

—¿En qué consiste este nuevo modelo de servicios sociales y por qué es importante que los psicólogos seáis pilar fundamental del mismo?

—Se está oyendo mucho hablar de lo que es el modelo de cuidados y del modelo centrado en la persona y la psicología, concretamente la psicología de intervención social, está precisamente centrada en lo que es la promoción de la calidad de vida, del bienestar y sobre todo del fomento de la cohesión social. El mundo en el que estamos actualmente es un mundo muy complejo y tenemos muchas problemáticas asociadas no sólo a la convivencia sino a la forma que tenemos de vivir, al aislamiento, a las condiciones de desigualdad que tienen que ver con la pobreza, con la violencia, con la desprotección en diferentes tipos de poblaciones, no sólo en infancia y adolescencia, que por supuesto es una población por definición vulnerable sino también en mayores, en grupos sociales más desfavorecidos. Eso hay que de alguna forma atemperarlo, frenarlo y a ser posible generar igualdad de oportunidades. Al final lo que hace la psicología es pensar sobre qué necesitan los contextos sociales, los territorios, estamos hablando de los servicios sociales, para poder atender mejor a las personas en las necesidades que tienen. Estas necesidades realmente están asociadas a problemáticas que provocan malestar o dificultades en el desarrollo y, por tanto, necesitan una visión de la psicología.

—¿Cuáles son los principales problemas sociales que los psicólogos ayudáis a resolver?

—Tiene que ver con el aislamiento social, con todo lo que tiene dificultades finalmente mentales y también de integración social. Al final eso repercute en que tenemos, por ejemplo, unas tasas de suicidio que son denunciables, de que no estamos haciendo las cosas como las deberíamos de hacer. Pero, también, por ejemplo, el desempleo crónico, pobreza, los desahucios o todo lo que tiene que ver con la violencia o las consecuencias de los acosos que a largo plazo pueden dejar a la persona en un proceso en el que se truncan, a nivel formativo o laboral. La desprotección infantil es un ámbito muy amplio, se trata de prevenir, se trata de poder dar oportunidades a aquellas familias que necesitan una orientación y un asesoramiento. Se trata por tanto de tener una red en el barrio y todo eso hay que diseñarlo con un pensamiento donde la perspectiva psicológica del ámbito social esté presente, porque ayudamos a mejores desarrollos de las personas y de las comunidades.

—¿Cómo han cambiado las necesidades de apoyo psicológico en los últimos años? A raíz de la pandemia del coronavirus hubo más casos de problemas de salud mental.

—Los problemas de salud mental ya existían antes de la pandemia pero al final la pandemia ha sido como un catalizador que ha puesto encima de la mesa que teníamos una población con problemas de mal vivir, de no saber abordar bien ni el tipo de vida que llevamos ni los hábitos de vida que tenemos. Todo eso estaba generando ya cuadros más graves, más sintomáticos, que al final interferían en la vida de las personas, en no poder llevar una vida normal. Cuando las personas están más vulnerables en una situación así, afloran todas las flaquezas o las dificultades que hay de base, que es lo que hizo la pandemia. Como tenemos una sociedad muy compleja, muy basada en el rendimiento y muy poco humanizada, eso ha hecho además que todos los problemas afloren.

«Si queremos cuidar a las personas tenemos que escucharlas, y no de cualquier manera, sino de una manera profesional»

—¿Cuáles son los principales desafíos a los que os enfrentáis los psicólogos que buscáis apoyar a personas en situación de vulnerabilidad?

—La ciudadanía es muy consciente de que necesita ese espacio de pensamiento, de reflexión, de poder ser escuchado por otro, en este caso un profesional de la psicología, que pueda ayudarle a pensar de otra manera, a vivir de otra manera y a desbloquear aquello que no le está permitiendo seguir adelante. Sin embargo, el problema más importante lo tenemos en los cambios de modelos que se tienen que ofertar desde la Administración. Hablo de la Administración Pública, entendiendo que las instituciones públicas tienen que ser promotoras y liderar los cambios. A ese nivel, a nivel político, es muy importante generar una concienciación de que el modelo no puede ser pensado sin la psicología. Si queremos cuidar a las personas tenemos que escucharlas, y no de cualquier manera, sino de una manera profesional, en este caso desde la dimensión psicológica.

—¿Qué políticas públicas serían necesarias para mejorar el acceso a servicios psicológicos para toda la población en general?

—En los servicios sociales de base, aquí en Asturias en concreto, es fundamental que los psicólogos sean incorporados, como ya están en gran parte del territorio español. Hace falta que los psicólogos formen parte de esos equipos interdisciplinares que hay en los servicios sociales cercanos al territorio, por eso hablamos de servicios sociales de base o de atención primaria. Poder estar cercanos y que la población y la ciudadanía pueda acudir con facilidad. No solo a la atención inmediata sino a todo aquello que nosotros podemos diseñar desde el pensamiento de la psicología, para que la gente viva mejor, tenga redes de apoyo y de participación social que le van a ayudar a tener una mejor vida. Todo eso es fundamental.

—Si hablamos de las personas vulnerables, ¿cómo reaccionan ante la idea de recibir apoyo psicológico?

—Siempre hay mucha diversidad y siempre hay que pararse caso por caso. Hay gente que si tiene un lugar de escucha eso es algo que va a ser casi vital. En las personas mayores, por ejemplo, se necesita saber si las dificultades que tienen se deben a un deterioro cognitivo, a una enfermedad degenerativa o nos estamos encontrando con síntomas que están derivados de su aislamiento, de su soledad… Estas personas sí reciben muy bien el espacio y la escucha. También los jóvenes están ávidos de poder acceder a unos servicios psicológicos universales que sean de fácil acceso porque tienen crisis y retos virales que tienen que ver con la inmadurez. Al final se necesita un espacio donde uno pueda reflexionar y pensar qué le pasa con su nivel de malestar y sufrimiento.

Algunas veces hay también situaciones que son muy complicadas, muy difíciles, como por ejemplo las de la violencia. No es lo mismo ser víctima que victimario. Las víctimas suelen agradecer y están pidiendo estos espacios para poder recomponer el daño que tienen asociado, pero los victimarios muchas veces son los grandes olvidados. El dolor que moralmente ha provocado en un tercero provoca más rechazo, pero en verdad tienen que ser atendidos. Muchas veces hay una dificultad para llegar a ellos, pero precisamente por esa dificultad hay que trabajar. Por tanto, teniendo en cuenta las características de lo que tengamos delante, pues hay diferentes maneras de trabajar, unas son más fáciles y otras más complicadas.

— ¿Podrías compartirnos algún caso real que muestre el impacto de las intervenciones psicológicas en una situación de vulnerabilidad?

—Sí. He conocido y he trabajado como psicóloga durante muchos años en los servicios sociales de atención primaria y las situaciones de especial vulnerabilidad son aquellas en las que el paciente tiene una discapacidad importante y su madre, que había sido su cuidadora principal por diversas razones, se encuentra ya afrontando una enfermedad asociada a la edad. Nos encontramos por tanto con una discapacidad en donde la única alternativa y la mejor solución es ingresar en un centro a esta persona que tiene una diversidad funcional. Al final son situaciones muy delicadas porque estamos hablando de cambiar la vida de las personas. Hay casos de desprotección en la infancia, en mayores vulnerables o mujeres con temas de violencia de género que aunque pueden terminar en un servicio especializado, muchas veces no quieren acudir a esos servicios especializados. Por no hablar de familias que no llegan a fin de mes y que se encuentran con un montón de dificultades como por ejemplo tener a un adolescente muy enfadado porque no puede participar ni estar con la misma presencia que ve en sus iguales y eso en verdad tiene que ver directamente con la situación de no llegar a fin de mes.

«Hay más problemas de hiperactividad o de déficit de atención en niños que están sometidos a condiciones adversas de pobreza o condiciones adversas que los que no lo están»

—¿Qué relación hay entre estar en una situación de pobreza, de no tener recursos económicos, con tener problemas de salud mental?

—Hay investigaciones muy potentes que ya han puesto de manifiesto cómo las familias están sometidas al estrés por las condiciones económicas, porque no pueden asegurar la cobertura de las necesidades más básicas. Hablamos de alimentación, pero también hablamos de tener una conexión a internet porque ahora mismo es básico hasta para buscar un empleo. Entonces, todas estas personas o estos grupos familiares que están sometidos a tantas condiciones de estrés, al final tienen menos disponibilidad y la disponibilidad que tienen muchas veces, a pesar de los enormes esfuerzos que pueden hacer en temas de conciliación familiar, pues no llegan a dar la cobertura adecuada. Hay investigaciones que nos dicen que, por ejemplo, hay más problemas de hiperactividad o de déficit de atención en niños que están sometidos a condiciones adversas de pobreza o condiciones adversas que los que no lo están. Entonces, sí hay una relación directa en este tema. Lo que no tenemos que caer es en la culpabilización o en pensar que son peores padres. No es eso, es que las condiciones de vida lo hacen muy difícil.

«Cuando le das un tiempo a la persona y la escuchas vas entendiendo de dónde viene su angustia»

—¿Qué estrategias utilizáis para conectar con personas que desconfían de los sistemas de ayuda?

—Es una pregunta muy importante y además muy interesante. Las personas que no tienen un sentimiento de agravio, porque no han tenido las mismas oportunidades en la vida o no se han sentido con la misma fortuna y se sienten fuera del grupo social de referencia, al final acumulan mucha tristeza pero también mucha reactividad, es decir, lo que nosotros llamamos una demanda imperiosa de más necesidad. Es como que necesito más de lo que a lo mejor en realidad falta porque en el fondo hay mucha rabia, hay un sentimiento de impotencia de no romper esa círculo de la pobreza y esto hace que las personas desconfíen.

Recuperar el vínculo de confianza supone tiempo, dedicación y espacio, escuchar, ver cuál ha sido su biografía, cuál ha sido su historia, entender. He visto intervenciones muy interesantes que tienen que ver con «no me das la ayuda» o «no me dan la prestación». Cuando le das un tiempo a la persona y la escuchas vas entendiendo de dónde viene su angustia, que de la demanda que hace a la necesidad que se esconde hay una diferencia. Entonces cuando se sienten dignificados empieza a restablecerse el vínculo de confianza. 

«No se puede fragmentar las intervenciones porque lo que hacemos es fragmentar a las personas»

—¿Qué importancia tiene coordinarse con otros profesionales para que el apoyo sea integral?

—Es muy importante. Hay que entender que la administración pública ha ido desarrollándose con el tiempo pero llegó un momento que vino la sectorización, en los años 90 o 2000, y a partir de ahí se produjo este sistema en donde Sanidad atiende lo que es propio del ámbito sanitario, Educación lo que es propio de la educación... todo como muy parcelado. Con el paso del tiempo nos hemos dado cuenta de que no se puede fragmentar las intervenciones porque lo que hacemos es fragmentar a las personas. Las personas son un todo, por eso el modelo tiene que ser centrado en la persona y por eso somos las instituciones las que tenemos que pilotar en torno a las necesidades que presentan los casos, las familias, las personas. No solo tenemos que coordinarnos, tenemos obligación de coordinarnos. Pero no de cualquier manera, sino con metodologías que tengan una evidencia científica porque levantar un teléfono no es suficiente cuando no nos conocemos entre los profesionales. Otra cosa es que nos conozcamos, que sepamos del caso, que sepamos de qué estamos hablando, entonces ya ahí la coordinación es mucho más fácil. Por eso los encuentros entre los profesionales también hay que fomentarlos.

—De ahí la importancia que tiene de que haya un modelo de servicios sociales en el que los psicólogos juguéis un papel fundamental.

—Exacto, es la forma de poder transmitir esa mirada más amplia que tenemos de los casos. Puede haber necesidades económicas en un caso que necesitan una gestión de ayuda o de prestación económica, pero es que resulta que también en la familia hay alguien que está acudiendo a salud mental por altos niveles de estrés. O esa madre que es la cuidadora principal y está saturada o aquella que tiene una situación de violencia dentro del domicilio. Todo eso te permite a ti como psicólogo dar una visión amplia al resto de profesionales de otros ámbitos para que puedan entender cuáles son las dificultades asociadas al caso. Y además, sobre todo, para poder definir cuáles son los objetivos

—¿Cuál ha sido el caso más desafiante en el que tuviste que trabajar con una persona en situación de vulnerabilidad?

—Este que te he dicho al principio para mí ha sido sumamente desafiante. Cambiar la vida y el entorno de una persona con una discapacidad psíquica importante conlleva realizar con delicadeza un trabajo que requiere mucho tiempo, mucho esfuerzo y después un acompañamiento permanente. Los casos de infancia y adolescencia también realmente son casos difíciles y muchas veces tocan en lo personal, hay que cuidarse porque son muy complicados. Ver adolescentes que realmente no tienen una buena cobertura y nuestros sistemas de protección desgraciadamente en España tienen un largo camino por recorrer todavía. Podríamos decir que hay muy poco desarrollo comunitario de cercanías que nos permita sostener adecuadamente a las familias que tienen dificultades y que al final sus niños están en situaciones de riesgo. Tenemos por tanto que desarrollar más recursos comunitarios que permitan redes de apoyo, porque la institucionalización en menores no es una alternativa de desarrollo integral y eso es lo que estamos haciendo a día de hoy.

—¿Cuál es el mayor aprendizaje que te llevas hasta la fecha?

—Un aprendizaje humano fundamental. Merece la pena trabajar por una profesión que te permite estar ahí, acompañar, entender que las vidas no son fáciles, adquirir una comprensión y una mirada mucho mayor y al final no juzgar, sino acompañar y aportar lo que a ti te toca aportar. Es como que aprendes tantas cosas de lo que tiene que ver con la dificultad que al final llenas tu mirada, tu forma de entender el mundo y al final sabes estar en él.

—¿Cómo podemos enseñar a las próximas generaciones sobre la importancia que tiene cuidar la salud mental y también de buscar apoyo cuando uno lo necesite?

—Pues primero dándole un lugar, siempre lo digo y lo digo mucho en los contextos de familia. En la medida en que tú mantengas una buena comunicación con tus hijos, que les des también un espacio. Nos quejamos de que están pegados a las pantallas, no estarían pegados a las pantallas si estuvieran hablando con nosotros y para eso nosotros tenemos que tener la atención dirigida a ellos. Tenemos que darles ese espacio, dedicarles tiempo, hacer cosas con ellos, recuperar el contacto y eso humaniza. Humaniza hasta tal punto de que ellos van creciendo con nuestro ejemplo. Es el testimonio que les vamos a dar y por tanto la herencia que les va a permitir saber de dónde vienen, saber qué hacen en el mundo y qué pueden hacer. Esa es la confianza de una futura promesa en donde ellos van a poder aportar en el futuro próximo su granito de arena para seguir construyendo, que es la obligación que tenemos nosotros como adultos de transmitirle a ellos como jóvenes.

—Luego también está la importancia de acudir a un profesional cuando uno ve que no puede más pues para prevenir un problema serio de salud mental.

—Por supuesto, pero cuando tú tienes el canal de comunicación establecido, los jóvenes te hablan. En lo que es la atención clínica, algunas veces que no tiene que ver con trastornos mentales sino simplemente con dificultades o crisis que vienen sobrevenidas, lo ven mucho. Los jóvenes tienen facilidad en hablar y aquellos que no tienen facilidad en hablar ya es un punto de partida donde tienes que pararte a pensar. Hay muchos que les falta el lenguaje porque han tenido muy pocas experiencias de comunicación, entonces pues tienes que enseñarles a poner palabras a lo que piensan, a lo que sienten. Una vez que ellos van aprendiendo, sí son muy comunicativos porque tienen necesidad social de comunicarse.

—¿Qué mensaje te gustaría transmitir a aquellas personas que dudan del beneficio de acudir a un psicólogo?

—Hasta que uno no tiene la oportunidad no puede tener un criterio fundamentado. Hay que buscar profesionales de la psicología que estén colegiados y tener cuidado con el intrusismo profesional porque esto ahora se ha convertido en un bum y en una moda en donde todo el mundo se sube al carro, pero al final hay que llevar cuidado porque esto es un ámbito sensible, íntimo y de privacidad. Entonces hay que generar la opinión por la experiencia, como en muchas cosas. No se puede hablar de lo que no se conoce, hay que dar una oportunidad.