Ícaro Obeso, sobre la zona de bajas emisiones de Oviedo: «Si no hay una mejora del transporte público no va a tener efecto»

Esther Rodríguez
Esther Rodríguez REDACCIÓN

LA VOZ DE OVIEDO

El profesor del Departamento de Geografía de la Universidad de Oviedo, Ícaro Obeso
El profesor del Departamento de Geografía de la Universidad de Oviedo, Ícaro Obeso

El profesor del Departamento de Geografía de la Universidad de Oviedo analiza el proyecto con el que se restringirá el acceso al centro de la ciudad a ciertos vehículos contaminantes. Señala además aquellos aspectos que echa en falta en el plan inicial y asegura que el Ayuntamiento puede llevar más acometidas para que el municipio sea todavía más respetuoso con el medioambiente

17 ene 2024 . Actualizado a las 09:34 h.

Oviedo tiene ya puesta la vista en el futuro. La capital asturiana no quiere quedarse atrás y busca subirse al carro de la sostenibilidad real. Por el momento, lo hará en materia de tráfico. Obligados en parte por la Ley de Cambio Climático, el gobierno municipal ha comenzado los trámites para implementar una Zona de Bajas Emisiones (ZBE) en el centro de la ciudad. Un proyecto que pretende ver la luz en junio del 2025 y con el que se restringirá el acceso a ciertos vehículos contaminantes con el propósito de reducir la contaminación del aire. El plan se encuentra en una fase inicial, por lo que todavía cabe la posibilidad de que se modifique. Mientras tanto, el profesor del Departamento de Geografía de la Universidad de Oviedo, Ícaro Obeso, analiza el proyecto y señala aquellos aspectos que echa en falta en el mismo. De igual modo, asegura que el Ayuntamiento puede llevar más acometidas para que el municipio sea todavía más respetuoso con el medioambiente. 

Oviedo plantea crear una zona de bajas emisiones en el centro de la ciudad. Aunque son evidentes los beneficios que reportará, tanto a la sociedad como al medioambiente, ¿en qué aspectos será un privilegio?

—Las zonas de bajas emisiones a lo que contribuyen es a que haya menos vehículos circulando, menos consumo de combustibles fósiles, y normalmente suelen ir aparejadas de un refuerzo del transporte público. Al disminuir la contaminación en el centro de la ciudad, que es el lugar de más atracción, se disminuyen también los desplazamientos que provienen de otros puntos de Asturias y se suprime el tráfico de aquellos que buscan aparcamiento. Aparte, hay otras consecuencias económicas que va a provocar una renovación del parque automovilístico, porque va a haber personas que por querer acceder, seguramente a aquellos que tengan más renta, van a querer cambiar y modernizar su vehículo. Habrá también un menor nivel de contaminación acústica, aparte de la de humos.

—El plan está en una fase inicial, pero se plantea cerrar el tráfico rodado a la altura de La Escandalera. También planean limitar la circulación en la calle Toreno, Santa Susana, Campomanes y Azcárraga. ¿Qué le parece este planteamiento?

—De momento solo conozco infografías y declaraciones, entonces me gustaría que cuando sea un proyecto más consistente esté abierto a la consulta de todo el mundo para poder hacer una valoración mejor. En principio, me parece una zona pequeña y si solo se habla de zona de bajas emisiones y no viene aparejado con mejoras o innovaciones en el transporte público, pues no creo que vaya a tener mucho efecto.

—¿Qué echa en falta en el proyecto?

—Parece que hay una coincidencia entre varios partidos políticos, porque, en campaña, casi todos coincidían en presentar reformas en ese espacio del centro de la ciudad; incluso el anterior gobierno del tripartito también había planteado un estudio sobre el Campo San Francisco; o sea, que es una cosa que viene ya de lejos y parece que cualquier día se va a acometer. La infografía que he visto no me gusta. Es una plaza que nosotros llamamos muy dura y que, hablando de cuestiones medioambientales o de sostenibilidad urbana, no gestiona bien las aguas pluviales, porque no hay un drenaje urbano sostenible; no hay zonas verdes suficientes; no tiene en cuenta el impacto del calentamiento en la cuestión del efecto isla de calor porque al utilizar una superficie exclusivamente con pavimento, que es lo que se ha visto hasta ahora, eso va a redundar en un incremento de la temperatura en esa zona. Me parece que es un simple boceto y quedará por ver cómo es el proyecto final, así que de momento hay que tomarlo con cautela.

—Es muy importante, por tanto, que salga a opinión pública para que los expertos podáis aportar vuestro punto de vista.

—Los expertos y todo el mundo. Cualquier proceso de transformación urbana no deja de ser un proceso político, es decir, es el reflejo de lo que quiere la sociedad, bien a través de los representantes o de las alegaciones que puede emitir cualquier ciudadano. Todo proceso de transformación tiene que exponerse, entonces, en este caso, creo que también se va a tener que insertar en algún instrumento de planeamiento y, por tanto, tendrá que dar cabida también a un período de información pública. A mí me gustaría que más allá de eso que exige la ley, las instituciones tuvieran en cuenta que los diagnósticos se pueden enriquecer con las opiniones previas de la ciudadanía, sin falta de limitarlas a ese periodo de información pública de carácter normativo.

—Hay quienes consideran la implementación de una zona de bajas emisiones en Oviedo como una mala noticia, sobre todo los conductores. ¿Con qué argumentos se les podría rebajar ese enfado y cambiarles así de parecer?

—Las ciudades que se han transformado y son ejemplo de sostenibilidad urbana, como Vitoria o Friburgo, han puesto dificultades al tránsito de vehículos. Yo entiendo que cambiar los hábitos cuesta mucho y va a haber inconvenientes, pero los estudios de movilidad demuestran que la mayor parte de los desplazamientos son de menos de dos kilómetros y probablemente hay otras alternativas al transporte de vehículo privado. Ofrece más libertad, más rapidez, pero no es lo que más conviene desde el punto de vista del consumo, de recursos que se están agotando, medioambiental o incluso de la salud porque es mejor una movilidad más activa. ¿Qué se les puede recomendar? Que cambien de hábitos.

—Está también el debate de que hay familias que no pueden permitirse cambiar de coche por un modelo más ecofriendly o de bajas emisiones

—Estas zonas de bajas emisiones al final tienen esa consecuencia que limitan el acceso a determinados vehículos y va a haber gente que no va a poder entrar. Por lo que se viene anunciando, los vehículos que tengan etiqueta ambiental clase B, igual sí que pueden acceder y aparcar en párkings, pero los que no van a poder acceder son los que no tienen ningún distintivo ambiental. Habría que ver cuántos vehículos de esos hay en el parque automovilístico actual y, en ese caso, esas personas que normalmente suelen coincidir con grupos de rentas más bajas van a tener una dificultad si estas zonas de bajas emisiones no están pensando en ese colectivo. Debería de ofrecerse alguna alternativa, sea bien transporte público, aparcamientos disuasorios o programas en los que se pueda ayudar económicamente a la incorporación de vehículos más modernos.

«Va a disminuir la contaminación en el centro, pero no sé si en el cómputo general de Asturias eso se va a notar»

—Existe la creencia de que los centros de las ciudades terminan muriendo por esta medida.

—No creo que los centros de las ciudades se acaben muriendo, porque son los lugares de máximo valor del suelo y eso lo demuestra la implantación de grandes oficinas, de comercios, de dónde están los espectáculos, dónde quiere ir el turismo y dónde el precio por metro cuadrado es más alto. Mientras esos valores económicos sigan así, es un indicador de que el centro de las ciudades despierta interés; otra cosa es que estuvieran los negocios cerrados, las viviendas abandonadas,... entonces sí que podríamos hablar de abandono del centro, pero por el momento no es así. El hecho de no poder acceder con el vehículo privado hasta el centro de las ciudades no es ningún impedimento para que las ciudades sigan incorporando nuevas funciones, atrayendo gente como demuestran las experiencias de otras ciudades. Londres lleva mucho tiempo con zonas de bajas emisiones y sigue siendo una ciudad muy importante. Otras más pequeñas a una escala similar a la de Oviedo, en otros lugares de Europa, también han limitado el acceso de los vehículos y no ha habido ningún problema.

—¿Por qué estas zonas de bajas emisiones solo se suelen llevar en el centro de las ciudades?

—Debería de haber más limitaciones en todos los sitios y trabajarse un modelo territorial a escala regional mucho más distribuido y jerarquizado, pero eso no lo tenemos. Vivimos en una región en la que se depende muchísimo del vehículo y lo que se hace ahora es poner una solución parcial en el centro de la ciudad, pero el tráfico va a seguir existiendo en las afueras. Las zonas donde las estaciones medioambientales registran mayores niveles de contaminación no están en el centro de la ciudad y van a seguir apareciendo esos niveles. Lo que sí se va a conseguir probablemente es reducir el número de viajes que tengan como destino el centro de la ciudad, porque habrá gente que se lo piense dos veces o que no quiera pagar un aparcamiento. Eso va a disminuir la contaminación en el centro, pero no sé si en el cómputo general de Asturias eso se va a notar; todavía es un poco pronto para saberlo.

—A pesar de las discrepancias, ¿cree que la sociedad terminará aceptando este cambio de modelo? ¿Que se vea esta medida como un beneficio para todos en un futuro no muy lejano?

—No se trata de estar a favor o en contra de su implantación, sino que es un requisito de la Unión Europea que, a través del Gobierno de España, se sacó una ley que hay que cumplir. Entonces, ahora mismo no está en debate, se van a implantar en todas las ciudades de una determinada dimensión. La respuesta social, al principio, cuando hay inconvenientes y se cambian cosas tan habituales como el poder acceder al centro de la ciudad con el coche, que llevamos haciendo décadas, supongo que habrá protestas y la gente mostrará su descontento, pero hay ciudades donde esto se hace de manera casi natural como puede ser Vitoria o Pontevedra. La ciudad sigue funcionando y la gente lo acepta. De hecho, en muchos sitios, allá donde se implanta, la ciudadanía al final queda contenta. A pequeña escala, podríamos decir que en Asturias, por ejemplo, la peatonalización del centro de Llanes también descartó muchas críticas en su momento y ahora la gente lo valora porque hay mucha tranquilidad, no hay tantos coches por el centro, la actividad comercial ha seguido funcionando y la vivienda se revaloriza. Con el paso del tiempo, en casi todos los lugares se acaba aceptado, pero los primeros años seguro que son de descontento.

«La sostenibilidad urbana es un horizonte de futuro al que todas las ciudades caminan y cuanto mejor lo pensemos y con más tiempo, mejores resultados y mejor ciudad tendremos»

—Es cuestión de acostumbrarse.

—Sí. En el caso de Asturias y en concreto de Oviedo tenemos una pirámide de población bastante envejecida y cuando uno es mayor es mucho más difícil cambiar las cosas, pero es que, aparte, la comodidad que aporta el vehículo privado no tiene comparación. Desde ese punto de vista, va a despertar críticas, porque habrá gente a la que le va a suponer un inconveniente.

—¿En qué otros aspectos o zonas debe actuar Oviedo para que la ciudad sea más sostenible?

—Para que Oviedo sea más sostenible hay muchos frentes en los que se puede actuar. Incorporar más verde a la ciudad, hacer corredores verdes que conecten los parques de la periferia, como puede ser el Parque de Invierno, el Purificación Tomás, La Zoreda o la Senda de Fuso, porque está demostrado que las zonas verdes son mejor, tanto para el punto de vista de la salud mental como del medio ambiente urbano o de la conexión con la biodiversidad urbana y para mitigar el efecto de isla de calor. Todas esas cuestiones pasan por la renaturalización.

También estaría interesante incorporar los drenajes urbanos sostenibles en varios lugares de la ciudad para poder gestionar el agua de escorrentía y aprovecharla. Introducir medidas de lo que se llama el metabolismo urbano, es decir, tener en cuenta cuáles son los consumos que hacemos y procurar fuentes de energía renovables, comunidades energéticas por barrios. En materia de transporte, se podría mejorar la red de transporte urbanos; en este caso que tenemos de autobuses con carriles específicos para ellos, con mejores combinaciones; una remodelación total del espacio que hay delante de la estación de Renfe para que sirva como un nodo para intercambiar diferentes medios de transporte y reducir los tiempos de espera para que funcione como una verdadera estación intermodal; una red de carriles bici conectada con los lugares de máxima afluencia... Se me ocurre un programa completo. Tenemos de ejemplos muchas ciudades en las que ya se han implementado medidas de sostenibilidad urbana y solo hay que ver y coger las que se pueden aplicar a Oviedo, que tengan sentido.

—¿Algo que quiera apuntar?

—Sí. La sostenibilidad urbana es un horizonte de futuro al que todas las ciudades caminan y, cuanto mejor lo pensemos y con más tiempo, mejores resultados y mejor ciudad tendremos. Hay que abrir un proceso de una estrategia a largo plazo en la que haya diferentes ejes, energético, movilidad, renaturalización, biodiversidad, incorporar agentes a la ciudadanía y entre todos hacer una estrategia consensuada para que esté quien este en el gobierno municipal sepamos los pasos que tenemos que dar en este sentido.