Un ovetense con movilidad reducida: «Hay días que no salgo de casa por culpa de las escaleras del portal»
LA VOZ DE OVIEDO
Hace once años que José Ignacio Espina tiene que hacer uso de un bastón para poder caminar. Su pierna derecha renquea y no puede desplazarse con soltura. A esto hay que sumarle las barreras arquitectónicas que hay tanto en la calle como en el edificio en el que vive, motivo por el cual no puede llevar una vida normal
15 ene 2024 . Actualizado a las 09:32 h.Un accidente cerebrovascular ocurre cuando hay un sangrado en el cerebro o si se produce un bloqueo del flujo sanguíneo. Conocido también como ictus, esta condición médica grave cambió por completo la vida de José Ignacio Espina. Fue hace once años, cuando el ovetense sufrió un ataque cerebral. Desde entonces, el lado derecho de su cuerpo quedó en cierta manera paralizado. Como es incapaz de «gobernar» una pierna, renquea, es decir no puede caminar con soltura. Y por si fuera poco, debido a las barreras arquitectónicas, no puede ni siquiera llevar, dentro de lo que cabe, una vida «normal».
Para poder desplazarse, José Ignacio hace uso de un bastón. En su momento utilizaba dos, pero como vio que tenía cierta dependencia de ellos, decidió prescindir de uno. «Me costó alguna que otra caída y desencuentro con la gravedad, pero en estos casos hay que sobreponerse, porque no se pueden perder más facultades de las estrictamente necesarias», asegura a sus 58 años. En el caso de tener que hacer un trayecto largo utiliza el transporte público o si su hermana puede, le lleva en coche, puesto que, aunque tiene carné de conducir, prefiere no coger un automóvil.
En este sentido podríamos decir que se las apaña para poder ir de un sitio a otro pese a su discapacidad. Sin embargo, el verdadero reto está en el día a día. Cualquier bache, bordillo o escalón que se encuentre por el camino, por pequeño que sea, se convierte en un obstáculo «añadido» para él. «No es que sean insuperables, pero sí que requieren un esfuerzo que de otra manera una persona sin movilidad reducida podría sortear sin dificultad».
A esto hay que sumarle la pérdida de facultades, a consecuencia de la edad, que hace que desplazarse le cueste aún más. «Dar un solo paso me cuesta mucho. Tengo que concentrarme y pensar cada paso que doy. En el momento en el que veo un obstáculo ya tengo que hacer una ecuación, echar mis cuentas, para ver cómo me puedo enfrentar a él», asegura Jose Ignacio Espina, quien por este motivo considera que ha dejado de hacer una vida normal. Es más, hay veces que ni sale de casa.
Y por si fuera poco, en el edificio en el que reside durante los fines de semana y los períodos festivos, la accesibilidad brilla por su ausencia. Aunque el inmueble, situado en la localidad carreñera de Candás, cuente desde hace 12 años con ascensor, para poder entrar y salir del portal hay que subir o bajar, respectivamente, unas escaleras. En total son ocho los peldaños que hay que sortear, pero para una persona con movilidad reducida es un mundo.
«Es verdad que hay un pasamanos al que te puedes agarrar, pero es una pequeña ayuda, no soluciona el problema ni mucho menos», asegura José Ignacio Espina, quien espera que los vecinos se vuelquen en la causa y den todos el visto bueno para instalar un elevador exterior que permita subir y bajar dichos peldaños.
De esta manera, no solo se facilitaría el desplazamiento del ovetense sino también del resto de propietarios que, debido a su edad, van perdiendo movilidad. «Esos peldaños son matadores en algunos casos. Es verdad que superados los mismos no tienes ningún tipo de problema porque está llano y además está el ascensor, pero este obstáculo hay que salvarlo de alguna forma y para ello necesitamos la colaboración de los vecinos», clama.
Por la falta de accesibilidad en el edificio José Ignacio hay días que se queda encarcelado en su vivienda particular. «Muchas veces me he quedado en casa por no tener que enfrentarme a las escaleras del portal», confiesa antes de poner como ejemplo al presidente Aspaym, Eduardo Llano, quien, debido a una lesión medular irreversible, debe desplazarse en silla de ruedas y, por tanto, «no podría vivir en esta casa». «Aunque es ágil, joven y se maneja perfectamente, para poder subir y bajar necesita la ayuda de alguien sino no podría hacerlo a no ser que alguien le ayudara a hacerlo», afirma.
Las personas que sufren problemas de movilidad no solo tienen que lidiar con esta discapacidad, sino que además deben hacer frente a las barreras arquitectónicas que no terminan por desaparecer y que limitan más si cabe sus vidas. «Sí que es verdad que hay mucha concienciación. La propia sociedad siempre te pregunta o se interesa por cómo te va, te ayuda cuando te cuesta dar un paso o cruzar, pero es conveniente que se eliminen todas las barreras», asegura.
«Estas limitaciones en la movilidad son algo que nos va a pasar a todos alguna vez en la vida»
José Ignacio agradece además que organismos públicos como el Consistorio de Oviedo tengan también en cuenta está realidad: «El Ayuntamiento colocó un montón de pasamanos por pequeñas rampas que hay por la ciudad y lo hizo pensando en nosotros, en las personas con movilidad reducida, y también en las personas mayores». «La legislación es también muy favorable en estas situaciones cuando facilita, permite o soslaya algún para que se supriman estas barreras arquitectónicas dentro de los inmuebles», apunta.
Al fin y al cabo, «estas limitaciones en la movilidad son algo que nos va a pasar a todos alguna vez en la vida. A unos nos llegó antes, de una forma más brusca y profunda, pero en verdad con el paso del tiempo como hay un deterioro del propio cuerpo también se pierden facultades». Cuando eso ocurra, «lo mejor es no pensar en ello». «Uno no puede comparar como era antes y ahora porque sino es cuando te vienes abajo. Tienes que afrontar la situación tal cual es, intentar llevar la vida con la mayor autoridad posible», aconseja.
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