Casa Cundo, el clásico bar de Oviedo que hasta conserva el mismo mobiliario que cuando abrió
LA VOZ DE OVIEDO
Joaquín Morán lleva las riendas de este emblemático bar que lleva más de medio siglo siendo el punto de encuentro de muchos ovetenses
08 ago 2023 . Actualizado a las 16:27 h.Como si estuvieran en su propia casa o tomándose algo en el bar del pueblo. Así es como se sienten los clientes de Casa Cundo. Nada más que ponen un pie en este pequeño pero acogedor establecimiento que es como los de toda la vida, su propietario Joaquín Morán ya sabe o intuye lo que quieren. ¿Café, no?, le pregunta a un joven que acaba de entrar por la puerta. Sí, le responde este sin aclararle si lo quería solo, con leche o descafeinado. Pero al hostelero no le hace falta conocer ni siquiera este detalle, puesto que son ya muchos los años atendiendo a unos consumidores que son parte ya de la familia de este negocio que se ha convertido en un clásico en Oviedo.
Casa Cundo lleva más de medio siglo siendo el punto de encuentro de muchos ovetenses, sobre todo su terraza que es uno de los rincones favoritos de los clientes. Fue en el año 1970 cuando el establecimiento, situado en el bajo número 20 de la calle de San Vicente, de Oviedo, abrió sus puertas en Oviedo. Lo hizo de la mano de Secundino, un hostelero «muy conocido» en la zona dado que había regentado durante siete años el bar División Azul -donde hoy en día está el Museo Arqueológico- y por tanto a escasos metros de su nuevo emprendimiento.
Desde que se inauguró, como si de un goteo constante se tratase, los ovetenses entran y salen del bar para tomarse un café o un buen vino, ya bien sea a la hora del almuerzo, del vermú o de la cena. Hubo además un tiempo en el que algunos de ellos incluso comían en el propio establecimiento. Lo cierto es que Casa Cundo, en un primer momento, se servían todo tipo de platos de cuchara, así como cualquier otra elaboración preparada por Herminia, la mujer de Secundino. Sin embargo, tras el fallecimiento de esta se puso fin al servicio.
A día de hoy, para que los clientes puedan echar un bocado y llenar sus estómagos cuentan con varios pinchos. Es lo único que ha cambiado del establecimiento, puesto que el funcionamiento sigue siendo el mismo, al igual que el mobiliario. «El bar está tal cual como cuando se abrió. Las mesas, las sillas y demás muebles llevan aquí desde el minuto uno», asegura Joaquín Morán, marido de Ana -hija de Secundino y Herminia- y actual propietario.
En este punto, Joaquín Morán, quien lleva las riendas del negocio junto con su mujer y su cuñada María José, quienes se criaron en el mismo, cuenta que en el momento que entró a formar parte del bar, a principios de los 80, quiso reformar el mismo. «La gente me animó a no hacerlo, les hice caso y dinero que me ahorré», reconoce, antes de señalar la caja registradora que «es la misma de siempre».
Esta es de las antiguas, con un cajón que se abre manualmente y que tiene compartimentos para guardar los billetes y las monedas. Es por ello que abonar una cuenta sin dinero efectivo es impensable en Casa Cundo. «Pago mínimo con tarjeta 500 euros, gracias», reza un cartel del establecimiento, donde la tecnología brilla casi por su ausencia a no ser por una televisión que está constantemente encendida.
Aunque para muchas personas pagar en efectivo puede resultar inconcebible, debido a los tiempos que corren, los clientes de Casa Cundo están más que acostumbrados. En realidad, están hasta familiarizados con la forma de ser de Joaquín Morán, quien es «muy borde y repunante», tal y como él mismo asegura. De hecho, «cuando la gente me conoce dicen que les dan ganas de no parar más por aquí». Sin embargo, en el momento que ponen un pie por la puerta, se sienten tan a gusto que deciden volver una y otra vez.
Una amplia y fiel clientela
Debido a su proximidad a la facultad de Psicología y otros centros de estudio, gran parte de sus clientes son estudiantes, quienes como si de un ritual se tratase entre clase y clase se escapan para tomar un café o una cerveza en su terraza. También profesores y catedráticos de la Universidad de Oviedo frecuentan el establecimiento. Y, por supuesto, están los veteranos que acuden a diario y desde bien temprano para tomarse una buena copa de vino o echar la partida a las cartas, generalmente por las tardes.
Algunos de estos consumidores frecuentan Casa Cundo desde sus inicios. «Tengo clientes que llevan viniendo desde que yo empecé aquí. Y grupos que vienen todos los fines de semana a tomar algún calimocho desde hace 30 años o así, algunos aunque no lo hacen todos los fines es raro que no lo hagan una vez al mes», asegura Joaquín Morán, antes de señalar que también al bar de vez en cuando acude gente «nueva» y «eso que no lo tengo anunciado por ningún sitio», pero al fin y al cabo, el boca a boca lo hace todo.
A pesar de mantener una amplia y fiel clientela que ha permitido a Casa Cundo sortear todo tipo de crisis económicas, «ya no es lo mismo que antes». «Ahora la gente es más distante, mientras que hace 10 o 12 años se conocían todos los grupos y hablaban unos con otros. A día de hoy ya casi ni dicen hola e incluso a veces no hablan ni entre ellos porque están todo el rato con el móvil», lamenta Joaquín Morán.
No obstante, el hostelero está «muy orgulloso» de sus clientes y agradece la confianza a los mismos. «Si tienen que esperar no ponen ningún tipo de problema. Cuando van a la terraza, sobre todo los jóvenes, no tiran al suelo ningún casco de pipa, ni colillas ni tampoco escupen. Es más si se les cae el calimocho, la cerveza o algo, inmediatamente ya me dicen: “Joaqui, te cojo la fregona para limpiarlo” y claro el resto de la gente que está aquí, flipa, pues lo normal es que lo limpie yo», resalta.
Es más, «por Carnaval, San Mateo u otra fiesta en la que el bar estaba lleno y no se cogía, en el momento que llegaba la hora de cerrar, daba igual quien hubiese que yo dejaba de servir. Algunos grupos de fuera me lo recriminaban y yo les contestaba que en 10 minutos no iba a haber nadie dentro. Me decían que era imposible. Entonces, apagaba las luces y la gente iba marchando sin decir nada. Les parecía increíble y me preguntaban que cómo estaban tan amaestrados. Y claro, aquí saben lo que hay y me conocen», rememora antes de señalar que «si hay un poco de jaleo en la terraza, con solo asomarse ya se callan».
Las anécdotas de Casa Cundo son infinitas, sin embargo, si hablamos de futuro la cosa ya cambia y para muchos supondrá un gran batacazo. «Es muy probable que la historia del bar se termine ya aquí», asegura Joaquín Morán, quien tiene pensado jubilarse el año que viene. «Llevo toda la vida aquí, desde los 21 años y ya voy a hacer 64. Estoy ya cansado y quiero dejarlo», reconoce antes de señalar que no habrá relevo generacional. Tan solo tiene un hijo y este «solo viene por obligación, para echar una mano en casos puntuales». Por ello, con el objeto de homenajear al fundador de este emblemático bar y agradecer la confianza de los clientes, el hostelero quiere hacer un encuentro y juntarse todos para así rememorar viejos tiempos. Motivo por el cual, anima a todo aquel a sumarse al mismo