La Cocina Económica de Oviedo lleva 135 años alimentando vidas en la capital asturiana

Esther Rodríguez
Esther Rodríguez REDACCIÓN

LA VOZ DE OVIEDO

El equipo de cocina de la Cocina Económica de Oviedo prepara a diario menús saludables para los más desfavorecidos
El equipo de cocina de la Cocina Económica de Oviedo prepara a diario menús saludables para los más desfavorecidos Cocina Económica de Oviedo

La institución benéfica abrió sus puertas en un almacén de la ciudad, cambió hasta en tres ocasiones de ubicación y pese a hacer frente a situaciones de crisis no ha dejado de atender los 365 días del año a las personas más desfavorecidas

01 dic 2023 . Actualizado a las 11:04 h.

Una de las instituciones más simbólicas y queridas por los ovetenses es la Cocina Económica. No solo forma parte de la historia de la ciudad sino que para muchos de sus habitantes es como «un miembro más de la familia», dado que «de alguna manera han estado vinculados con ella». Al fin y al cabo, esta asociación benéfica lleva nada más y nada menos que 135 años ofreciendo una alimentación sana y nutritiva a los que más lo necesitan. Además, en la medida de sus posibilidades, cubre las necesidades de orden intelectual y moral de aquellas personas desfavorecidas. Y todo ello con un propósito: «hacer un mundo más humano», tal y como asegura su actual responsable Sor Fernanda García Rodríguez.

Cartel de entrada a la Cocina Económica de Oviedo
Cartel de entrada a la Cocina Económica de Oviedo

La Cocina Económica de Oviedo nació en 1888 fruto de una serie de circunstancias que se dieron a la vez en la ciudad. Por un lado, las grandes nevadas que cayeron en Asturias en aquella época trajeron consigo un episodio de hambruna en las capas más pobres de la sociedad. Paralelamente, el doctor Álvarez Buylla llevaba a cabo charlas en un centro social de la ciudad sobre cómo las clases menos favorecidas, que no tenían acceso ni a comida ni a sanidad, enfermaban mucho más y por ende se morían.

Para evitar esta situación, las autoridades políticas, con la ayuda de aquellos individuos que tenían recursos económicos y con la colaboración del Obispo de Oviedo, Fray Ramón Martínez Vigil, empezaron a estudiar la posibilidad de que en la capital asturiana contase con una Tienda-Asilo, que más tarde pasó a denominarse Cocina Económica, con el objeto de «facilitar a las clases menesterosas alimentación sana y nutritiva a precio ínfimo, y satisfacer, en la medida que sus recursos lo permitan, necesidades de orden intelectual y moral, dentro de los más rigurosos principios de la Religión Católica, Apostólica y Romana». 

Tras crearse una junta directiva y aprovechándose de los medios de comunicación que funcionaban en aquella época como El Carbayón informaron a través de las páginas de los distintos diarios a los ciudadanos sobre la creación de dicha entidad solidaria. «El objeto era que la idea fuese cuajando en la ciudad», asegura la actual responsable de la institución benéfica ovetense. Además, durante los tres primeros meses «hicieron una suscripción popular para que la gente pudiese aportar no solo dinero sino cualquier otra cosa».

Parte del almacén de la Cocina Económica de Oviedo
Parte del almacén de la Cocina Económica de Oviedo

Una vez recaudada cierta cantidad de dinero, así como otros elementos materiales, la Cocina Económica abrió sus puertas en un almacén que había sido donado por un ovetense. Desde esta ubicación, la entidad proporcionaba pan, leche y café a aquellas personas más desfavorecidas, así como a trabajadores dado que «en aquella época los empleos no estaban tan remunerados como ahora». Además, para hacer más accesible el servicio, «la gente podía consumir la comida en la propia cocina o llevársela a casa» y con el objeto de dignificar el mismo, «los beneficiarios debían de aportar una pequeña cantidad».

No fue hasta el año 1900 cuando la Cocina Económica pasó a su ubicación actual y comenzó a facilitar una alimentación más completa. Pero antes de que eso ocurriese se mudó a la calle Quintana, «donde hoy se encuentra el Registro General del Ayuntamiento de Oviedo». En el momento que empezó a operar en la calle de San Vicente, un grupo de la comunidad de religiosas de las Hijas de la Caridad, fundada por San Vicente de Paul, se puso al frente para atender y gestionar la misma en coordinación con la junta directiva.

Un grupo de voluntarias de la Cocina Económica prepara las bolsas que se entregar para la cena
Un grupo de voluntarias de la Cocina Económica prepara las bolsas que se entregar para la cena

Aparte de las religiosas que dedican su vida a prestar este servicio, la Cocina Económica tiene contratados a 14 trabajadores por cuenta ajena «que dan lo mejor de ellos» y entre los que se encuentra un jefe de cocina, una trabajadora social, además de personal de cocina, de limpieza y de almacén. También tienen a su disposición la ayuda desinteresada de un centenar de voluntarios, «sin los cuales sería imposible funcionar». Todo ello hace posible que las puertas de esta entidad benéfica estén abiertas los 365 días del año.

Por una contribución simbólica de 50 céntimos, los usuarios pueden acceder a un plato de comida. «Con ese dinero no cubrimos ni por asomo el cubierto pero de esta manera no solo los dignificas sino que haces que no se apalanquen en este sistema de vida», asegura Sor Fernanda, antes de señalar que si alguien no dispone de dicha cantidad, «la atención a quien lo necesita es absolutamente prioritaria». «Aquí nadie se queda sin comer», resalta.

A diario la Cocina Económica reparte alrededor de 300 comidas. Por la mañana, «suelen ser unas 150 o 170» y por la tarde «sobre unas 100». Si tenemos en cuenta el fin de semana, el número de usuarios se incrementa algo más y ronda la cifra de los 200 beneficiarios. Para la hora de la comida, a cada una de las personas se les ofrece un menú compuesto por dos primeros platos a elegir entre un puré/sopa o legumbre/pasta. Para el segundo suele haber un pescado o una carne que «siempre» va acompañado de una guarnición como pueden ser las patatas fritas o ensalada. Además se les proporciona pan y postre.

Sor Fernanda García, junto con las bolsas que la Cocina Económica de Oviedo entrega a la hora de la cena a las personas más desfavorecidas
Sor Fernanda García, junto con las bolsas que la Cocina Económica de Oviedo entrega a la hora de la cena a las personas más desfavorecidas

«El menú lo pueden comer tanto en nuestro comedor como llevárselo para casa. Pero para la hora de cena sí o sí se tienen que llevar la bolsa con los alimentos», precisa Sor Fernanda, antes de señalar que si la ciudad celebra una fiesta también lo hacen en la Cocina Económica. «Cuando es el Martes de Campo la Sociedad Protectora de la Balesquida nos trae bollos preñaos y botellas de vino; cuando el Desarme gracia a Otea como a la asociación de Veteranos de Oviedo les ofrecemos la comida para ese día. También festejamos San Mateo y el Día de América como la mayoría de las personas que vienen son latinos pues cada jornada la dedicamos a un país americano», relata.

Perfil de los usuarios de la Cocina Económica

La Cocina Económica atiende tanto a personas adultas como a niños. Si tenemos en cuenta su situación personal, «no solo vienen personas del colectivo que está pidiendo o durmiendo en la calle sino que también aquellos que tienen alguna drogodependencia o ludopatía». También acuden personas migrantes «que han salido de su casas con lo puesto y tienen que venir aquí para poder comer a pesar de tener una formación, algunos son ingenieros, abogados e incluso jueces». Además, debido a la pandemia del coronavirus aumentó el número de personas beneficiarias de este servicio, sobre todo mujeres.

«La crisis sanitaria demostró que hay personas que pueden sostenerse por sus propios medios, como autónomos o trabajadores por cuenta ajena, pero de la noche a la mañana pasan a ser personas vulnerables», asevera Sor Fernanda y prosigue con que además debido al aumento del precio de las materias primas y los suministros básicos, «aquellos individuos que tienen una pensión pequeña como ahora no les llega para comer tienen que venir a la Cocina. Aunque no viene todo el mes, sí que acuden a lo mejor una semana o 15 días».

Las donaciones mantienen con vida la entidad benéfica ovetense

Para poder alimentar a cada una de estas personas, la Cocina Económica tiene firmado un convenio con el Ayuntamiento de Oviedo. «Nos da ayudas para por un lado sufragar el comedor presencial al que solo pueden venir personas adultas y por otro para que les podamos proporcionar comida a las familias con menores, ya que estos no pueden entrar al comedor. Lógicamente los niños no solo tienen que vivir en un entorno seguro sino que además tienen que evitar acudir a estos lugares que se asocian a gente necesitada», detalla Sor Fernanda. En estos casos, «tenemos un programa de entrega de alimentos sin elaborar que recogen una vez a la semana, aparte de la que nosotros repartimos».

A parte de la ayuda municipal, la Cocina Económica opera a pleno rendimiento gracias a las donaciones de las empresas como pueden ser Alimerka o Mercadona, entre otras entidades privadas, que «generosamente» suministran alimentos y servicios. «A través de sus fundaciones nos hacen llegar productos frescos que están próximos a caducar, aparte de muchos otros que la casa no podría tener porque económicamente sería inviable acceder a ellos», afirma la responsable de la entidad.

Sor Fernando, recogiendo paquetes de tomates cherris donados por la Fundación Alimerka
Sor Fernando, recogiendo paquetes de tomates cherris donados por la Fundación Alimerka

Además gracias a las campañas solidarias que realizan colegios y demás instituciones también recaudan una gran cantidad de alimentos. «Hay entidades que en vez de dar una cesta de navidad a sus trabajadores acuerdan con ellos entregárnoslas directamente a nosotros o sin ir más lejos en febrero, la facultad de Psicología hizo una recolecta y nos trajo ocho palés hasta arriba», resalta Sor Fernanda, antes de señalar que las aportaciones individuales también son de especial relevancia, independientemente de la cantidad.

«Antes la comida que nos llegaba por Navidad nos alcanzaba para medio año, ahora no nos dura ni tres meses»

«Que nadie tenga miedo a traer un kilo o 500 gramos o lo que sea. Aunque parezca poco se multiplica porque se une a las donaciones de otros. Cada uno puede aportar lo que quiere y lo que pueda, mientras que no esté abierto ni caducado. Aquí utilizamos todo porque la rotación de stocks es muy rápida. Por ejemplo, el día que ponemos legumbres utilizamos entre 25 o 30 kilos dependiendo de la gente que viene», detalla antes de señalar que «antes la comida que nos llegaba por Navidad nos alcanzaba para medio año, ahora no nos dura ni tres meses».

Gracias a la solidaridad de la sociedad asturiana, la Cocina Económica cuenta «con una amplia variedad de productos para cocinar» con el objeto de alimentar saludablemente a las personas más necesitadas. En el caso de no disponer de algunos, como puede ser la carne o el pescado, «evidentemente lo compramos porque queremos ofrecer una dieta equilibrada», confiesa Sor Fernanda quien anima a todo aquel a donar dentro de sus capacidades.

Quien quiera hacer una donación, si se trata de una aportación económica, es posible a través de la siguiente página web. En el caso de querer entregar alimentos, productos de limpieza, de higiene o de aseo deberán hacerlo presencialmente en la Cocina Económica, en el número 6 de la calle San Vicente de Oviedo. «Desde las nueve de la mañana hasta las nueve de la noche recogemos lo que sea, excepto ropa, ya que aparte de los productos que tenemos que sufragar sí o sí tenemos que pagar suministros como luz o el agua, entonces cualquier donación es bienvenida», apunta Sor Fernanda.

La Cocina Económica es más que comer.

Aparte de alimentar a las personas más desfavorecidas, la Cocina Económica de Oviedo ofrece una atención integral a los usuarios. «Dar de comer es muy importante. Ya lo decía San Vicente de Paúl, nuestro fundador, que antes de llenar la cabeza de formación de aspectos espirituales hay que alimentar la persona. Pero, como las personas somos un todo, una vez que vienen aquí la trabajadora social se encarga de descubrir las necesidades que tienen. Les enseña a hacer un currículo o incluso se los hace porque a lo mejor no tienen los médicos técnicos, les ayuda a renovar la cartilla del parto, les informa sobre puestos de trabajo o cursos de formación que van saliendo...», asegura la encargada de la asociación benéfica.

La trabajadora social cuelga a diario en el tablón de anuncios de la Cocina Económica ofertas de empleo y de cursos de formación
La trabajadora social cuelga a diario en el tablón de anuncios de la Cocina Económica ofertas de empleo y de cursos de formación

También llevan a cabo talleres para que en cierta medida estas personas puedan formarse. «Hace poco una voluntaria hizo uno sobre cómo hacer un currículo y ahora va a hacer otro de cómo hacer una carta de presentación y cómo enfrentarse a una entrevista de trabajo». Además, «como acabamos de recibir cinco ordenadores portátiles donados por la DuPont», darán una formación básica sobre informática. «Por lo menos sabrán que pueden crear una cuenta para que les lleguen comunicaciones o cómo buscar trabajos», apunta.

De la misma manera y con el objeto de velar por la salud de las personas desfavorecidas, «hemos dado un taller de higiene bucodental». También en la medida de lo posible cuidan del medio ambiente. «Ahora les hemos dado bolsas reutilizables donadas por empresas que tienen que comprometerse a traerlas. A parte de reducir el gasto que nos supone dar bolsas de plástico, estamos hablando de que solo los fines de semana gastamos 300 o más, evitamos contaminar», asegura Sor Fernanda, antes de señalar que apuestan también por preservar la cultura. En este punto, cuenta que para celebrar el Día del Libro, a cada uno de los usuarios se les regaló un ejemplar que previamente había recogido entre voluntarios y las entidades que visitan la Cocina Económica. «Este iba metido en una bolsa de papel donada por una empresa que cerró y llevaba un mensaje de ánimo», añade.

«Estaremos encantados de cerrar el comedor porque no hiciese falta»

Al fin y al cabo con cada una de estas pequeñas iniciativas, «hace que la semilla que se sembró desde el principio continúe floreciendo». «Somos una cadena en la que todos estamos muy implicados, tanto la junta directiva, como las hermanas, los trabajadores, los voluntarios y los donantes, para hacer un mundo más humano. Nosotros siempre comentamos que estaremos encantados de cerrar el comedor porque no hiciese falta porque estamos seguros que la cocina económica se dedicaría a cubrir otra necesidad porque siempre las va a haber. No vamos a dejar de hacer lo que podamos», sentencia Sor Fernanda, quien es testigo de anécdotas dignas de admirar.

La que más ha marcado a esta religiosa ha tenido lugar en plena pandemia del coronavirus. «Nos llamaron por teléfono para decirnos que una niña iba a hacer la Primera Comunión y nos quería traer unas tartas. Cuando vino lo hizo en compañía de una pareja de personas mayores, que le habían explicado que estas personas no tenían la misma suerte que ella y mucho menos que no iban a tener los regalos que se les iban a dar mañana. Al principio pensábamos que eran sus padres pero resultaron ser sus padrinos ya que su madre estaba enferma», rememora con los ojos vidriosos y apunta que «yo siempre digo que el que no crea en los milagros que se pasen por aquí».