Ana Rodríguez, una vida entre flores en Oviedo: «Me retiraré cuando me muera»
LA VOZ DE OVIEDO
La histórica florista de Fitoria, cuarta generación de una saga que empezó a vender en el Fontán, cumple tres décadas en el Centro Cívico
13 jun 2023 . Actualizado a las 09:35 h.La ovetense Ana Rodríguez recuerda vivir entre flores desde que era una niña. Con pocos años empezó con su madre en el puesto que tenían en una esquina del Fontán desde hacía varias generaciones y llegó a tener hasta cinco floristerías con su nombre en diferentes localizaciones de Oviedo. En el Centro Cívico, donde se mantiene «contenta» hoy en día a pesar de la escasa actividad comercial, cumple 30 años este 2023 con la misma vitalidad de siempre, a pesar de haber alcanzado ya la edad de jubilación.
Gracias a la fórmula de la jubilación activa, tanto ella como su marido pueden seguir trabajando en un oficio al que se han dedicado en cuerpo y alma. El tercer pilar del negocio es su hija Merce, quien acompaña a su madre en el taller y hace los repartos junto a su padre. Son la definición perfecta de «negocio familiar de toda la vida», celebra Ana. A sus 68 años, no está dispuesta a parar y es muy clara: «No pienso retirarme. Cuando me pregunta la gente siempre digo que cuando me muera, mientras pueda seguiré», confirma.
Echando la vista atrás, Ana Rodríguez recuerda que su vida de pequeña fue «escuela y flores, escuela y Fontán, no había más». Por aquel entonces, cuenta que bajaba de Fitoria junto a su madre «en burra» para vender en el puesto familiar. Allí también estuvo su abuela y, según ha descubierto recientemente en un libro, su bisabuela. Por tanto, ella es la cuarta generación de una saga de floristas que espera que continúe con su hija y, después, con sus nietos, aunque «la vida da muchas vueltas y eso nunca se sabe».
Lo que tiene claro al analizar cómo ha cambiado todo desde que ella comenzó a conocer el mundo de las flores junto a su madre es que si en aquel momento bajaban a Oviedo en burra, sus nietos «acabarán repartiendo en dron» si deciden tomar las riendas del negocio familiar. En su larga trayectoria no ha quedado más remedio que adaptarse a los nuevos tiempos: «A todo se adapta uno, a todo. Y funcionas de maravilla porque la gente lo que quiere es servicio, que alguien idee lo que necesitan», asegura.
Así, Ana Rodríguez tuvo instalada una máquina expendedora de flores en el viejo Huca, un sistema que se prohibió con el traslado al nuevo hospital. También recibe pedidos a través de WhatsApp y tiene página web, donde muestra algunos de sus trabajos, aunque prefiere que la compra a distancia se realice por teléfono, para ofrecer un servicio más individualizado a sus clientes. Hasta repartidores de Glovo acuden de forma regular a por sus ramos, no porque los ofrezca en la aplicación, si no porque algunos los demandan como pedidos personalizados. También están en redes sociales, donde realizan sorteos en las fechas especiales: «Eso lo lleva mi hija», confiesa.
Abre la floristería de 9.30 de la mañana a 21.30 de la tarde de forma ininterrumpida. Los festivos la tienda está cerrada al público, aunque eso no quiere decir que Ana y su familia descansen. «Estamos disponibles las 24 horas del día en el teléfono», cuenta. Uno de los pilares del negocio es la elaboración de arreglos funerarios, por lo que «hay que estar siempre ahí». «Igual estás de comida o de cena y llaman por un funeral y hay que hacerlo; de guardia estoy todos los días, de lunes a lunes. Cuando te llaman igual un domingo muy temprano dices "durante el día te lo llevo", no en media hora, pero lo hacemos», explica la florista.
También hacen bodas y eventos y cualquier tipo de detalle floral. Los años y «el buen servicio» han hecho que Ana Rodríguez reciba clientes de toda la región. «El otro día vino un chico de Avilés que me dijo "he puesto en Google cuál era la mejor floristería de Asturias y me salisteis vosotros"», cuenta orgullosa. Junto al servicio, lo que más valora la gente es la materia prima, algo que ha fiado desde el año 2000 a un mismo proveedor: «Llevo comprando en Holanda 23 años, todo viene directamente de allí. Hago el pedido por la noche, se lo paso por WhatsApp y llega todos los jueves, una vez por semana. Todo viene de allí: plantas, flores, complementos, lazos…», asegura.
Para Ana Rodríguez todos los días son intensos. Los de mayor volumen de pedidos son, como ocurre con otras floristerías, San Valentín, el Día de la Madre y Todos los Santos, aunque no por ello la recaudación aumenta. «Son días de alta demanda, por lo que los costes suben muchísimo y tienes que hacer una inversión muy fuerte», comenta la florista, quien asegura que ella mantiene los mismos precios siempre, por lo que los beneficios se acortan en unas fechas en las que el trabajo se multiplica.
«El Día de la Madre estuve aquí hasta las cuatro o las cinco de la mañana, repartieron Merce y mi marido más dos taxistas y yo me quedé aquí todo el día para atender a los que no habían encargado nada», explica. Mantener los precios estables ha supuesto un reto en el último año, porque «subieron las cosas muchísimo», pero para ella esa es la fórmula de no perder clientela y que cada vez más personas recurran a su floristería.
Cada ramo es especial
«Cuidamos mucho las cosas y por eso seguimos funcionando», aplaude la ovetense, para quien cada uno de los trabajos es especial. No se queda con uno en concreto porque «todos los días son únicos y especiales», subraya. «Fíjate llevar un ramo a una señora de 106 años y que luego venga por aquí la familia y me diga que se acuerda mucho de mí y que tiene ganas de verme, eso es imborrable. También en cualquier boda, la gente confía en ti y es de agradecer», presume.
Sobre el devenir de la floristería, Ana Rodríguez tiene claro que «el futuro es seguir currando, no hay más». Lo seguirá haciendo en el Centro Cívico de Oviedo, donde los comerciantes son propietarios de los locales y forman una pequeña familia. Lleva allí 30 años de trabajo, aunque de forma paralela tuvo comercios en González Besada o en el Fontán. «En los años 90 juntamos cuatro floristerías: una en González Besada, otra en la avenida del Mar, otra en el Fontán y luego esta. También estuvimos cinco años en el Calatrava muy bien», asegura.
Ahora no tiene empleados y todo el trabajo que da el negocio se lo reparten entre ella, su marido y su hija Merce. «Siempre digo que tengo mucha resistencia, hasta Merce me lo dice, queriendo puedes con todo», incide Ana. Ella continúa queriendo y por eso se mantiene activa en un oficio que aprendió de niña y con el que seguirá siempre: «Hasta que me muera».