El matrimonio de Oviedo que descubrió tras salir «a la aventura» la cueva de La Lluera

LA VOZ DE OVIEDO

La gruta es el «más completo» santuario exterior de arte paleolítico de toda Europa
05 abr 2023 . Actualizado a las 09:37 h.En el concejo de Oviedo se encuentra el «más completo» santuario exterior de arte paleolítico de toda Europa. Se trata de la cueva de La Lluera. Una gruta conformada por dos oquedades que según el profesor jubilado de Prehistoria de la Universidad de Oviedo, José Adolfo Rodríguez Asensio, «debería ser declarada Patrimonio de la Humanidad» al tratarse de una «auténtica joya» debido a los grabados que esta posee. Ubicada en la zona rural de Priorio, esta caverna fue descubierta a finales de febrero de 1979 por el matrimonio ovetense conformado por Juan Ignacio de Paz González y Margarita Rayón Granda.
La pareja, que era aficionada a la espeleología, llevaba un tiempo recorriendo las inmediaciones del Nalón en busca de alguna nueva cueva. Un día de esos, Juan Ignacio de Paz y Margarita Rayón salieron «a la aventura» y decidieron patear por el monte La Lluera, puesto que por aquella zona había caliza y de Paz, como de formación era ingeniero de minas, también se guiaba por la presencia de esta roca sedimentaria. Tras bajar un largo trecho entre la maleza se encontraron esta cavidad que les dejó «impresionados».
«En nuestras batidas, nosotros siempre íbamos bajo una sospecha de que pudiese haber una cueva, un abrigo o lo que fuese. Había veces que ibas y no encontrabas nada, pero ese día fuimos a la aventura. Bajamos Juan y yo solos entre las piedras y el zarzal que había, puesto que ningún camino estaba abierto, fuimos lo más pegados posibles al monte hasta llegar abajo, atravesamos incluso un túnel súper pequeño y estrecho, y nos encontramos con todo aquello», relata Margarita Rayón Granda antes de apuntar que «quedamos alucinados con los grabados».
Ante tal descubrimiento, el matrimonio que por aquel entonces formaba parte del grupo de espeleología Polifemo comunicó el hallazgo al químico ovetense José Manuel Quintanal, quien también formaba parte de la corporación y por tanto «decidió organizar una nueva batida». A la semana siguiente toda la tropa efectuó una salida de reconocimiento de la caverna localizada por Juan Ignacio de Paz y Margarita Rayón. «Ahí yo ya llevé a mi bebé que tenía seis meses», señala la espeleóloga.

Tras la nueva exploración, el 17 de marzo de ese mismo año el grupo Polifemo comunicó el descubrimiento al consejero provincial de Bellas Artes de la Diputación Provincial. «Al ver las fotos y decirles lo que encontramos ya cogieron interés por hacer el estudio», asegura Margarita Rayón, quien señala que a partir de ese momento el departamento de Prehistoria de la Universidad de Oviedo comenzó las excavaciones pertinentes. Unos trabajos en los que participó José Adolfo Rodríguez Asensio y que llevaron al descubrimiento de otro covacho al que se bautizó como La Lluera II.
Después de hallar la cueva de La Lluera, el grupo Polifemo siguió explorando el mundo subterráneo de Asturias. «En sus 35 años de existencia han sido estudiadas centenares de cavidades, destacando la Cueva de Fresnedo, en Teverga. Exploración importante también la sima de la Porra de Altiquera, donde descendieron 400 metros», tal y como asegura José Manuel Quintanal en su libro Nuevos lugares prehistóricos de Asturias. Un ejemplar en el que se detallan los descubrimientos realizados por dicha asociación así como la del Grupo Oviedo, cuyas labores desarrollados «han sido importantísimas en la espeleología asturiana».
En este punto, Margarita Rayón confiesa que «como mi hijo tenía seis meses yo no participaba como tal. Además como después me quedé embarazada de mi hija solo los acompañaba, no me bajaba ni me colgaba por una cuerda ni nada porque me podía resbalar y caer». Bajo esta premisa, la ovetense señala que su marido sí colaboró en el descubrimiento de la Cueva de Ferreros, en Ribera de Arriba; de la Cantera, en Cangas del Narcea; del Pozu de la Faya, del Abrigo de Molinucu, en Las Segadas; o de Bueño, en Ribera de Arriba; entre otras muchas cavidades.
Sobre el grupo Polifemo
El grupo Polifemo fue creado en el año 1966 por una veintena de jóvenes de 16 a 21 años, quienes dedicaban su tiempo libre a investigar las cavidades naturales del suelo. Estos participaron en el descubrimiento oficial de la cueva de Llonín, el 21 de marzo de 1971, «cuando el entonces monitor Manuel Santos con varios miembros del grupo conocieron las pinturas y dieron cuenta a la Dirección General de Bellas Artes», según señala José Manuel Quintanal en su obra. De la misma manera, también descubrieron pinturas esquemáticas en la cueva de Entrecueves, en Las Segadas, además de la cueva de Murciélagos, en 1972, entre otras.
Cuando Juan Ignacio de Paz y Margarita Rayón hallaron la cueva de La Lluera, en 1979, el grupo Polifemo estaba conformado por Chema de Paz -hermano de Juan- José Luis Perez y José Manuel Quintanal, entre otros integrantes. «Nos dedicábamos a hacer topografía y descubrir cuevas, pero cuando Quintanal entró a formar parte del equipo nos metió la idea de buscar también grabados, pinturas y todo lo relacionado con el arte paleolítico. En el caso de encontrar una aguja, siles o cualquier otra cosa siempre la entregábamos al Museo Arqueológico o cualquier institución competente porque no podíamos quedarnos con ello y además que no hacíamos excavaciones al uso», confiesa la ovetense.

Margarita Rayón Granda se unió al grupo Polifemo en el año 1975. «Siempre me gustó el monte. De pequeña veía la sierra del Aramo y le decía a mi madre: ‘Mamá, tú y yo nos compramos cuatro ovejas y nos vamos para allí a vivir. Además de bien joven empecé a hacer escalada y también me apunté a la Organización Juvenil Española (OJE) donde había un grupo de montaña en el que estaban mis hermanos. Después me enteré que había esto de espeleología, dije ‘esto tiene que ser el no va más’ y me alisté», cuenta la ovetense.
Una vez dentro del grupo, Margarita Rayón le echó el ojo a su futuro marido, quien por aquel entonces ya era el jefe de espeleología. Desde un primer momento a la ovetense le encantó la experiencia así como el trabajo que realizaban. «Había veces de meterte en cavernas con el agua hasta la cintura y como no sabías como iba el río tenías que ir con mucho cuidado. Además antes ibas con una lámpara de carburo y cuando venía la corriente se te apagaba la llama y por tanto te quedabas sin luz. Ahora hay frontales que son mucho más cómodos», rememora.
Bajo esta premisa, Rayón asegura que «hay veces que te dicen que cómo puedes meterte en una cueva, toda llena de barro, de agua… pero es inexplicable lo que se siente al estar dentro de una. Sientes el goteo del agua, los murciélagos volando… aunque he de confesar que lo que menos me gustaban eran las arañas, pero lo demás era digno de vivirlo». Es por ello que en el momento que el grupo Polifemo se disolvió al perder el local de la OJE donde realizaban la topografía y demás estudios de las cuevas, tanto ella como su marido no dudaron en formar parte del Grupo Oviedo que se constituyó a posteriori.
El matrimonio permaneció «durante una temporada» en la nueva organización. Sin embargo como a Juan Ignacio de Paz le gustaba también el vuelo, este «empezó a hacer parapentismo y nos fuimos apartando un poco de lo que era la espeleología». «Sólo íbamos si nos llamaban para ir a mirar una cueva. Además como mi marido pertenecía al grupo de espeleología de socorro, cuando había algún accidente o alguien se había perdido en Picos de Europa pues participábamos en las batidas», precisa Rayón.
Sin embargo, cuando Juan Ignacio de Paz perdió la vida en el año 2003 en León tras ser empujado por una racha de viento contra una pared mientras participaba en una competición de parapente, Margarita Rayón dejó a un lado la espeleología. También lo hizo motivada por la falta de Quintanal, «quien nos animaba a seguir investigando». No obstante, a día de hoy sigue federada y «de vez en cuando voy a alguna cueva con mi hijo» para rememorar los viejos tiempos. «Fueron años con mucha satisfacción porque aunque fuese exigente disfrutábamos mucho. Yo no me arrepiento en ningún momento, al contrario, lo echo mucho de menos».