Marta Fernández, guarda rural en Pola de Lena: «No es necesario ser hombre para desempeñar correctamente»
LA VOZ DE OVIEDO
La lenense es la única mujer al frente del coto de caza que comprende un total de 17.000 hectáreas
08 mar 2023 . Actualizado a las 05:00 h.Aunque siguen siendo minoría, cada vez son más las mujeres en Asturias que deciden especializarse profesionalmente en el cuidado del medioambiente. Un trabajo tradicionalmente realizado por varones, que en el caso de Marta Fernández López se ha convertido en su modo de vida. A sus 44 años, es la encargada, junto con otros dos compañeros, de vigilar que la naturaleza no se destruya, así como de controlar la práctica cinegética en Pola de Lena. Un empleo en el que «no es necesario ser hombre para desempeñar correctamente tus funciones», asegura la guarda rural, quien es la única fémina en todo el coto de caza. «Ni siquiera hay ninguna cazadora», apunta la lenense, quien a diario rompe con las barreras de género impuestas por la sociedad.
Marta Fernández López decidió hacerse un hueco en este sector, capitaneado por cazadores y ganaderos, por «tradición familiar». «Mis padres tenían un bar aquí en Pola de Lena, El Cazador, donde se reunían las cuadrillas. Además, mi padre siempre fue cazador, incluso fue él quien montó aquí el coto de caza», cuenta la lenense antes de recordar que desde bien pequeña ya acompañaba a su progenitor al monte. «Nunca me llamó la atención cazar, pero sí me gustaba el ambiente. Además, me gustaban mucho los animales», apunta.
De administrativa a guarda rural
Es por ello que Marta Fernández López empezó a trabajar como administrativa en el coto de caza que había fundado su padre. Después de varios años gestionando los papeles de la asociación, en el 2009, quedó una vacante de guarda rural, por lo que decidió sacar el curso y empezar a trabajar como tal. Al principio la lenense tuvo que compaginar la oficina con ir a la montaña, pero desde hace tres años ya solo se dedica «a estar por el monte», dice. Un trabajo que se traduce en «vigilar, controlar y andar», ya que, según ella misma se define: «yo soy más bien la guarda ecologista». «Ni siquiera tengo permiso de armas porque no me gustan, además no estoy interesada en que maten a los animales sino en cuidarlos y que sea todo legal», reconoce.
Marta Fernández es la única mujer en el coto de caza de Pola de Lena, que comprende un total de 17.000 hectáreas. «Estoy completamente sola. No hay ni socias cazadoras», resalta. Aun así, nunca se sintió discriminada. «Ni por compañeros ni por cazadores», asegura. No obstante, alguna que otra vez tuvo que escuchar el típico comentario machista, «pero vienen sobre todo de gente que es muy mayor». En este sentido, recuerda: «hace unos cuantos años estábamos en Carabanzo porque tuvimos que ir a tasar los daños que hacen los jabalíes en las fincas y demás, y un hombre me dijo que la culpa de que las escuelas de los pueblos cerrasen eran de las mujeres, porque si nos hubiésemos quedado en casa, en vez de salir a trabajar, entonces había trabajo para los hombres».
«Por lo general nunca tuve ningún problema por ser mujer», asegura Marta Fernández. «Todo lo contrario, me siento muy arropada. Igual lo tuve más fácil porque al tener mi madre el bar y crecer ahí, ya que lo regentó durante 40 años, pues me crié con la mayoría de los cazadores. Entonces, soy más bien la nena de todos. Además tampoco tuve nunca ninguna diferencia salarial como puede haber en otros sectores, porque aquí hay un convenio que es igual para todos. Tampoco el uniforme supone un problema porque hoy en día es unisex. Aquí hay un trabajo que desempeñar, somos tres compañeros y los tres somos iguales», resalta.
En este punto, la lenense asegura que a pesar de ser una profesión mayoritariamente de hombres, «cualquier mujer puede desempeñar perfectamente este trabajo». «Salvo alguna ocasión que necesito la ayuda de algún compañero para retirar algún animal que pese mucho, el esfuerzo físico no supone ninguna limitación. Aquí no se necesita una fuerza extrema. Lo único, hay que tener resistencia para caminar, tener un buen fondo, porque no puedes ir en coche a todos los sitios. Además no puedes tener miedo a andar sola por el monte porque no sabes lo que te puedes encontrar», confiesa.
Bajo esta premisa, la lenense anima a cualquier mujer a ser guarda rural. «Como cualquier otro trabajo se va a encontrar alguna traba al principio, pero si a alguna le apasiona este mundo, que se lance, porque lo va hacer muy bien seguro. Se nota cuando a alguien le gusta algo porque no le cuesta nada hacerlo. Además, la gente ya se está acostumbrando a vernos por el monte, a mí incluso hay personas que me dicen que solo vienen si yo voy, porque hay cosas que me encantan, como por ejemplo los recechos. Como les echo muchas horas, pues el cazador prefiere venir conmigo», resalta Marta Fernández, quien incluso pagaría por poder trabajar en esta profesión.
Ser guarda rural conlleva «amanecer y anochecer» en la montaña, dado que «la actividad cinegética es lo que implica porque los animales durante el día no se mueven y por tanto no los ves». «Yo lo que hago todos los días es madrugar para vigilar el tema de los furtivos y hacer el censo animal. Luego suelo quedar con la gente para mirar algún daño y, si hay alguna cacería, pues acompaño a los cazadores. Ahora que, por ejemplo, empiezan los recechos de corzo pues me dedico también a buscar animales», explica Marta Fernández, quien siempre lleva consigo la cámara y los prismáticos para poder observar bien todo.
Equiparación de los guardas rurales a los funcionarios de la Consejería de Medio Ambiente
Tal es la labor que desempeñan los guardas rurales que Marta Fernández, al igual que el resto de compañeros de profesión, quiere que el Gobierno asturiano se haga cargo de las nóminas. «Es mucha carga económica para los cotos y se están perdiendo muchos puestos de trabajo porque son los cotos los que cargan con los gastos de los daños de la guardería, de los seguros… y al final el socio económicamente está como está. Además colaboramos con la Guardería de Medio Ambiente y con el SEPRONA, por tanto aunque no fuese todo el capital de la consejería si ayudasen a las sociedades de cazadores pues estaría muy bien», manifiesta.
En este punto, la lenense resalta que «los animales no solo se mueren en las cacerías. Además estos puedan entrar a las huertas, destrozarlas, aparte por ejemplo de matar a las gallinas. Y al final ese control eres tú». «Desde Consejería hablan también de ayudar a la gente de los pueblos, pero con los baremos de los daños abaratan más los precios. Luego claro las broncas de los ganaderos nos las llevamos nosotros quienes somos los que damos la cara, a pesar de que no somos nosotros los que ponemos las normas. Además toda la documentación que firmamos viene de la propia Consejería, no es que sea del coto, por tanto, son ellos lo que pautan mi trabajo», clama.