La Biblioteca Central de la Universidad de Oviedo: un «símbolo» que resurgió de sus cenizas, fue plató de cine y recuerda a Harry Potter
LA VOZ DE OVIEDO
Más de 200.000 volúmenes, muchos de ellos de gran valor histórico, se conservan en una biblioteca que fue arrasada por un incendio en 1934 y se rehízo a imagen y semejanza de la anterior
20 feb 2023 . Actualizado a las 13:56 h.En el edificio histórico de la Universidad de Oviedo se encuentra uno de los símbolos de la institución académica, la Biblioteca Central, un lugar que alberga más de 200.000 volúmenes, muchos de ellos de hace siglos y con gran valor patrimonial. Sus paredes están recubiertas por enormes estanterías de madera, divididas en dos plantas e iluminadas por la luz natural que se cuela entre la gran vidriera que preside la sala principal.
En ella se celebran en la actualidad algunos de los actos más importantes de la Universidad de Oviedo, como la apertura del curso académico o la festividad de Santa Catalina. Los puestos de estudio y de consulta se mantienen y evocan épocas pasadas, aunque para garantizar la conservación de los libros que guarda, la estancia principal no acoge estudiantes desde hace más de una década. Sí continúan preparando exámenes los alumnos en el espacio habilitado para el fondo asturiano, que completa la Biblioteca Central junto a la sala Conde de Toreno, el espacio reservado para la referenciación y catalogación y el depósito, que ocupa prácticamente la totalidad de la bajocubierta del edificio.
Para las nuevas generaciones, la Biblioteca Central de la Universidad de Oviedo es un lugar que recuerda a Hogwarts y a los escenarios mágicos de Harry Potter, con escalinatas de madera para acceder a la segunda altura de las estanterías en la sala principal. En sus paredes se guardan también siglos de historia y una reconstrucción íntegra en la que tuvo que resurgir de sus cenizas.
Nació de la mano de la propia Universidad
«Una universidad no es tal sin libros», apunta María José Ferrer, bibliotecaria. Por eso la historia se remonta a 1608, año del nacimiento de la Universidad de Oviedo. Por aquel entonces, se llamaba Librería Universitaria y era un lugar «muy pequeño, situado encima de lo que ahora es el Paraninfo y con algún armario que guardaba unos pocos libros», detalla Ferrer. La actual responsable de la Biblioteca Central de la Universidad de Oviedo es perfecta conocedora de su larga historia, al igual que el director, Fausto González. Recuerdan que el «núcleo inicial» de aquella colección fueron los libros del deán Asiego, tercer rector de la institución académica, y que en esos momentos los programas universitarios «no eran como ahora, las clases se dictaban y hacían falta pocos libros».
Así fue hasta pasados dos tercios del siglo XVIII, «una librería pequeña y pobre, a la que se fueron añadiendo algunos libros que se compraban, pero sobre todo donativos que hacían los catedráticos», explica Ferrer. No había presupuesto para comprar libros, ni posibilidad de consulta para los ciudadanos, «era un concepto totalmente diferente al de ahora».
Pero en el último tercio del siglo XVIII se dieron una serie de circunstancias que favorecieron la creación de «una auténtica biblioteca universitaria». La primera de ellas fue la muerte en México del ovetense Lorenzo Solís, quien en su testamento dejó 20.000 escudos de vellón para crear una biblioteca universal en el Colegio San Matías de Oviedo, un centro privado de estudios teológicos de los Jesuitas. En aquel momento, el centro «tenía una biblioteca mucho más importante que la de la Universidad», pero renunciaron a la herencia porque «no querían que estuviera abierta al público lector y era una de sus condiciones». Los 20.000 escudos de vellón —15.000 de ellos reservados a la compra de libros— recayeron en el Consejo de Castilla y, después, en la Universidad de Oviedo a través del entonces Fiscal General, Pedro Rodríguez de Campomanes, quien «propuso al claustro aceptar la herencia de Solís y construir una verdadera biblioteca universitaria».
Una «oportunidad fantástica» que aceptaron pero que entrañaba un problema: «No había un espacio donde se pudieran alojar 15.000 escudos de vellón en libros», cuenta María José Ferrer. Fue en ese momento cuando las alas sur y oeste del edificio histórico se ampliaron con una segunda planta para albergar la biblioteca. En 1770, abrió al público con libros «no sólo adecuados a los planes de estudio, de todo tipo». También se creó el puesto de bibliotecario, que por tradición se asignaba al catedrático de Matemáticas, y llegaron los fondos del Colegio San Matías, pues en ese intervalo expulsaron a los Jesuitas de España. Se abrió entonces «una etapa muy floreciente», hasta 1808. La Guerra de la Independencia primero y el periodo absolutista de Fernando VII después supusieron una etapa de «decadencia» que se alargó hasta finales del siglo XIX.
Un incendio en la Revolución del 34 dejó «las paredes»
Era una biblioteca pública a la que podían acceder todos los ciudadanos y que empezó a sumar libros especializados para los alumnos, especialmente de Derecho. Contaban con más presupuesto y empezó a crecer. En esa época se creó también una biblioteca asturiana «muy importante» y la extensión universitaria sacó la enseñanza a toda la sociedad. Un auge que se frenó en seco en 1934. El 13 de octubre se produjo un incendio en el edificio como consecuencia de los sucesos revolucionarios de ese momento que lo destruyó por completo. «No quedaron más que las paredes, quedó completamente destruído todo», recuerdan Fausto y María José apoyándose en fotografías antiguas. Adiós los fondos de la biblioteca universitaria, a la de Derecho, al archivo histórico de la Universidad de Oviedo y al Museo de Historia Natural, entre otro patrimonio alojado en el edificio. «Todo lo que podía arder, ardió», insiste Ferrer. «No está muy claro cuál fue el origen del incendio ni si fue premeditado o accidental, pero la consecuencia sí, quedó completamente destruído todo».
Pero inmediatamente después de la destrucción, en noviembre de 1934, se fundó la Asociación de Antiguos y Alumnos y Amigos de la Universidad de Oviedo, cuya misión fue articular una campaña de solidaridad que se extendió por el resto de Europa y América Latina para reconstruirla. «Lo bueno fue que se optó por tener patrimonio antiguo, que volviera a haber códices, incunables y libros valiosos en lugar de partir de cero con publicaciones a partir de 1934», celebra Fausto González. Además de llegar libros de muchas partes del mundo, entre ellas Japón, Alemania o Lituania, a través de diferentes donaciones, se compró por 500.000 pesetas toda la librería y la biblioteca personal de Roque Pidal: cerca de 20.000 libros entre los que había 400 volúmenes manuscritos, 23 incunables y casi un millar de obras del siglo XVI. Del mismo modo, se recibió la herencia del noveno Conde de Toreno, la segunda colección más importante de la Biblioteca. «La campaña fue espectacular, piensa que no había Twitter ni Facebook pero la noticia de la destrucción llegó a todo el mundo», ensalza Ferrer.
En la reconstrucción se quiso reproducir la biblioteca tal y como era antes del incendio, conservando la madera como protagonista de la sala. Había que hacer de cero prácticamente la totalidad del edificio y, con la Guerra Civil de por medio, no fue hasta 1943 cuando la Biblioteca Central de la Universidad de Oviedo pudo reabrir. Previamente, tuvieron que custodiar los libros más valiosos en el Monte de Piedad y utilizar un piso de la calle Argüelles para iniciar las tareas de catalogación de las colecciones de Roque Pidal y del Conde de Toreno, junto al resto de donaciones que se iban recibiendo.
El Baladro del Sabio Merlín, la gran joya
De entre la ingente cantidad de volúmenes que custodia la Biblioteca Central de la Universidad de Oviedo hay 29 incunables -seis de ellos donados recientemente-, más de 600 manuscritos y numerosos facsímiles de gran calidad. Los más valiosos se guardan en armarios blindados «para protegerlos del vandalismo y mantener la misma temperatura y humedad», explica María José Ferrer. Estas dos condiciones son claves a la hora de mantener los libros a salvo del paso de los años. Por eso hay en marcha un informe técnico para saber en qué lugares en concreto puede haber mayores problemas con la humedad o la luz. De ese trabajo se ha determinado, por ejemplo, que la sala Conde de Toreno donde se ubica históricamente el despacho del director hay más humedad que en el resto de la Biblioteca Central, por lo que han instalado un deshumidificador. «Normalmente los fondos antiguos están instalados en edificios antiguos que tienen sus limitaciones de todo tipo: las ventanas, las paredes, los techos, etcétera», explica Ferrer. Fausto González apoya esta tesis asegurando que «un libro antiguo estaría mejor en una sala moderna».
De entre todos los libros destaca uno, «la joya de la biblioteca». Es El Baladro del Sabio Merlín, que «se considera el más importante porque es un incunable, un libro impreso en 1498 y, que se sepa, no quedan más ejemplares de esta edición, no se sabe cuántos se imprimieron pero fueron desapareciendo y solo queda este, además está en muy buen estado y es una novela de interés literario», cuenta el director mientras muestra las páginas de este volumen.
Los libros de mayor valor patrimonial llenan las estanterías de madera de la Biblioteca Central o se custodian bajo llave allí, pero la dispersión de la institución académica con la creación de las nuevas facultades motivó la creación de más bibliotecas en cada una de ellas. Libros como los especializados en Derecho se fueron allí donde podían resultar más útiles para los alumnos. En la central quedaron los fondos antiguos, una gran colección asturianistas, volúmenes de referencia como enciclopedias y diccionarios y «un fondo general de libros que no son los típicos que se comprarían para los estudios, por ejemplo de biblioteconomía», explica María José Ferrer. También hay «una grandísima colección de publicaciones periódicas y periódicos antiguos», cuenta.
En los años 80, se empezaron a reunificar los catálogos de todos los centros gracias a la informatización y se fue creando una plantilla profesional para todos los centros que en la actualidad se sitúa en el centenar de trabajadores. «La biblioteca de la Universidad de Oviedo funciona como un todo, dividido en diferentes sedes», detallan.
Un escenario de cine en el que estuvo Bill Gates
Pero es sin duda la Central la que se ha convertido en un «símbolo» para la Universidad de Oviedo. Un marco incomparable en el que desarrollar los principales actos académicos y del que presumir cuando llegan visitas importantes. También se utiliza para fechas señaladas como la semana de los Premios Princesa de Asturias. «Se hacen actos importantes dentro de los Premios, aquí dio una conferencia Bill Gates en la que estuvo el entonces príncipe Felipe, que fue un despliegue de seguridad alucinante», recuerda Ferrer.
«Es un sitio muy espectacular» que también ha sido plató de cine. En el despacho de la sala Conde de Toreno se rodó El Corazón delator, un corto de miedo de Paul Naschy basado en el cuento de Edgar Alan Poe. «La sala general también ha salido en la película Oviedo Express de Gonzalo Suárez, la protagonista está haciendo una tesis sobre la Regenta y estudia aquí», detalla la bibliotecaria.
Pero lo que sin duda más les llama la atención es la reacción de los escolares ovetenses que cada miércoles realizan visitas guiadas al edificio histórico de la Universidad de Oviedo. «Es muy simpático porque les enseñan todo y lo último que ven es la biblioteca. Cuando entran se quedan sorprendidos y dicen que es como Harry Potter, lo dicen todos», señalan.
Con la vista puesta en el futuro y el informe técnico en marcha para detectar posibles problemas, en la Biblioteca Central trabajan en la apertura de una nueva sala para investigadores, situada en la planta baja del edificio. Además, poco a poco, se van digitalizando los libros históricos para evitar que se manoseen, pero también para ponerlos a salvo de cualquier suceso como el incendio de 1934.