Sábado y domingo, este primer fin de semana de San Mateo pasó como un ciclón sobre la ciudad y sobre todos aquellos que se entregaron al disfrute. El modelo de fiestas actual, sin los chiringuitos de toda la vida, está empezando a calar, porque las colas y la gente que se apiñaba para abrirse paso hasta una barra fueron, por momentos, desesperantes. Se ve que cogimos este periplo mateíno con sed y hambre.
También se agradece la amplitud de los horarios, permitiendo así alargar más las noches al aire libre, que es donde se deben disfrutar las fiestas. En estos diez días todo debería estar permitido, dentro de un orden lógico, se debe mirar para otro lado y que los que estén trabajando hagan su agosto y los que estamos al otro lado disfrutemos hasta que el cuerpo y la cartera aguanten. Y los hay con mucho fuelle, que desde bien temprano se dejan caer por el Bombé al vermú y lo estiran tanto que se les hace de noche y vuelta otra vez.
Se sigue echando de menos la posibilidad de ver conciertos sin tener que romper la fiesta y subir hasta La Ería, pero el sábado con Alberto&García en Feijoo, con todo lo bueno que significa y representa la vuelta de un escenario en esta localización, sirvió de resarcimiento y de una especie de vuelta al SM de toda la vida, que es el que más me gusta.
Este lunes de bostezos, caras largas y alarmas pospuestas se lleva con estoicismo y mucha agua, siendo conscientes de que esta semana va a ser corta, ancha e intensa. Así este lunes es un poco menos lunes, y más cuando Oviedo entero tiene la cabeza en América en Asturias, los fuegos y el bollo. Y ojo, que arranca esta noche Melendi, sin hueco libre y haciendo triplete: ni muchos en sus mejores tiempos. Al lío, que queda mucho por delante, ya habrá tiempo de descansar.