Rodrigo Cortés en su lugar

Álvaro Boro

OVIEDO

Mercedes Blanco

14 dic 2022 . Actualizado a las 12:53 h.

Rodrigo Cortés es uno de esos tipos que hace muchas cosas, y no en pocas se sale: director de cine, escritor, músico, podcaster de éxito y relevancia, cultureta en excedencia y cowboy ocasional. Y además es majo y tiene pelazo, es que así cualquiera. A Rodrigo le tachan de hombre del renacimiento, pero él rechaza toda esta presuntuosidad de un plumazo: «Soy inquietito, ya está. Por favor, lo de renacentista es un adjetivo que me queda grandísimo».

«Cuando era niño quería ser un chino que salía en La frontera azul, uno calvo que iba a caballos con un pendón azul», pero esto le duró poco. Luego se planteó ser pintor, aunque desde bien pequeño creaba pequeños relatos que malvendía a sus amigos, también estudió piano y solfeo. Pero de una manera o de otra, al igual que Jep Gambardella en La gran belleza estaba predestinado a ser escritor, Cortés lo estaba a dedicarse al cine, arte cargado de oficio que, de una manera o de otra, concita a todas las demás.

Rodrigo Cortés vino al teatro Filarmónica de Oviedo de la mano de Ventanas improvisadas (ciclo de encuentros organizados por Patricia Ibarrondo junto al Ayuntamiento de Oviedo) para despedir esta primera edición, y digo primera porque con el exitazo que ha cosechado seguro vendrán más. Desde el escenario del teatro, en claro guiño a la última de sus películas El amor en su lugar, el cineasta fue entrevistado por Violeta y Patricia, las dos chicas detrás de Cooltural plans.

Cuando RC habla muestra su entusiasmo, transmite el amor hacia su trabajo y, a la vez, sus pasiones: películas, libros, canciones. Porque las pasiones no pueden explicarse, pero sí se contagian. Y la amenidad y el humor siempre presentes, aunque sólo sea para huir del pesimismo y la gravedad. En ocasiones me recuerda al maestro Garci, porque creo que para Cortés el cine y la literatura también son una vida de repuesto. Que quiso ser director de cine gracias a Scorsese y recordó cuando era niño y a través de la rendija de la puerta oteaba  algunos destellos y fotogramas del televisor para luego crear su película en la penumbra del cuarto. Aseguró sentirse arropado y abrigado cuando hay libros a su alrededor, «Era sensible a la música de las palabras. Soy sensible a las palabras desde siempre, es algo que no sé ni cuándo ni cómo surgió».

Habló de Verbolario, su último libro, donde recopila todas esas palabras aparecidas en el ‘ABC’ y reinventa el lenguaje tratando de desnudarlo. Pero también hubo tiempo para dar un repaso a toda su carrera, explicar su método de trabajo o hacer alguna recomendación literaria. Cerró el evento Pablo Moro a la guitarra, porque siempre hay que quedarse hasta que suene la última canción.

Un martes y 13 con frío y lloviendo, pero con el sabor de uno de esos viernes del verano eterno de la juventud. «El arte no sirve para nada, sólo para hacer la vida mejor».