En el año 2016 Eurostat, la Oficina Europea de Estadística, publicó un informe en el que Oviedo aparecía como la segunda ciudad del continente en la que más se confía en los vecinos. Oviedo es objetivamente una ciudad muy hermosa, es una urbe de lo que se suele llamar «tamaño humano» que se puede recorrer andando de punta a punta en un tiempo prudencial, pero no muy a menudo se destaca lo civilizada que es.
Como todas las ciudades, Oviedo tiene sus sombras pero uno tiene una certeza muy grande viviendo aquí de que si sufre un percance la gente le va a ayudar, hay un respeto que se respira. Yo vi con estos ojos una protesta republicana en la acera de la Escandalera con banderas tricolores y tremendos abucheos al monarca un día de los premios en el que justo al lado estaban otro montón de vecinos dando vivas a los reyes y encantados de sus ceremonias. Y no pasaba absolutamente nada aunque estaban separados por milímetros. Esto fue antes de que al entorno monárquico le entrara pánico escénico y fuera paulatinamente alejando las protesta del Campoamor y, sobre todo, del tiro de cámara de televisión. Esa convivencia es un tesoro que no todo el mundo sabe cuidar.
Hace muy pocos días leía a un hombre, que se definía como conservador, lamentar con nostalgia la tranquilidad con la que en San Mateo se iba al chiringuito de los cofrades Estudiantes, vecinos del comunista Rincón Cubano, y la calma con la que todos juntos, pese a la distancia ideológica, pasaban la velada con alegría. Porque en las fiestas del presente no ha habido nada de eso, ni chiringuitos, pero tampoco calma, ni respeto y por no haber, es que no hubo ni veladas.
Empiezo así de transversal porque me parece necesario destacar que el descontento con el actual San Mateo que padecemos tiene muy poco de partidista, el cabreo recorre todos los grados ideológicos de la ciudad, y sería bueno un cierto consenso para ponerle remedio en el futuro. Y cuanto antes mejor. Lo que no puede ser tampoco es que se pase de largo como si no hubiera unos culpables señalados. En el primer verano de recuperación postpandemia todos los eventos que se han celebrado en Asturias y los territorios vecinos han sido un éxito de asistencia, todos menos las fiestas de Oviedo y el contraste es desolador.
Hay unos responsables en el gobierno municipal, el de Alfredo y el de Ignacio, Filatelia y Juvenil, con un alcalde que lo ves en persona y es portentoso que esté en color y no en blanco y negro; que Vetusta les queda moderna. Y hay unos responsables en el sector privado de la hostelería. Hay gente que se cree que aquí hay un plan, un oscuro complot contra los festejos; y no, si el problema es que no hay ningún plan. El consistorio cedió a la patronal de la hostelería la organización de todo por desidia y también por esa holgazanería intelectual y política que defiende que una administración se gestiona como una empresa o como familia. Se repite como si fuera una revelación y es una estupidez supina.
La hostelería de Oviedo lleva años queriendo cargarse el modelo de fiestas de la ciudad con chiringuitos populares porque cree que esto de San Mateo es un sistema de suma cero y que si me quito una competencia eventual lo que se iba a gastar en esos puestos irá a todo a mi recaudación. Cualquiera con dos dedos de frente les hubiera dicho que no funciona así pero tampoco lo hubieran escuchado porque estaban cegados por la ambición. Se dice mucho en redes sociales (y sus lamentos para ampliar los horarios confirman que es cierto) que una mayoría llora ahora el tortazo que se están pegando con las lánguidas calles vacías. Pero es que lo se buscaron, literalmente es la moraleja del cuento de la gallina de los huevos de oro. Es obvio, debería ser obvio por lo menos, que las fiestas de la capital de Asturias no se gestionan como un chigre, y tampoco se gestionan como una cadena de restauración, hay un componente emocional que no es sólo que no se haya tenido en cuenta es que se ha despreciado.
¿Cómo llegamos hasta aquí, hasta este engendro de San Mateo, estas fiestas ACF? Es que es el arreón final, la gota que colma el vaso, sólo un síntoma más de lo que llaman «Oviejo», la absoluta falta de proyecto y de ideas para la ciudad y que se ha ido viendo en cuestiones como el proyecto para atravesar el Naranco con dos túneles y la idea de calzar un rascacielos en los terrenos de la antigua fábrica de armas. Nadie parece tener, no sólo en el gobierno municipal, tampoco en la oposición, una idea de cómo debe de ser Oviedo en el nuevo siglo, un proyecto global, el concepto de un lugar que deben habitar unos vecinos. Se quita calle a las personas para dárselo a las terrazas, sólo hay planes de planos de hormigón.
* La imagen que inicialmente se publicó ilustrando este artículo y que se incluyó por error no guarda ninguna relación con el objeto del texto. La fotografía no tenía ningún punto de relación con las opiniones que el autor del artículo vierte en esta columna.
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