
El retrato de Farinelli que se puede ver en la sala asturiana revela un hombre que fue una estrella artística en su tiempo
08 abr 2022 . Actualizado a las 11:45 h.¿Quién era ese hombre con un rico atuendo, condecorado, que posa relajadamente de cara al pintor? Se trata del famoso Farinelli, una obra de Jacop Amigoni (1682-1752) que permanecerá en el Museo de Bellas Artes de Asturias hasta el próximo día 8 de mayo como obra invitada, cedida temporalmente por la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando.
Carlo Maria Broschi (1705-1782), más conocido como Farinelli, fue un hombre que, según la versión oficial, perdió los genitales como consecuencia de un accidente hípico cuando era niño. Gracias a eso y a sus condiciones naturales, conservó una voz cristalina que no pasó por el cóctel hormonal de la adolescencia (aunque al parecer sí tuvo problemas de salud vinculados al hecho) y se convirtió en uno de los más famosos y aclamados cantantes castrati italianos.
Representado en la película un tanto histriónica e imprecisa del mismo nombre (1994), lo cierto es que el Farinelli que se puede ver en el óleo del Bellas Artes fue una auténtica estrella en su tiempo. Así lo señalan desde el museo en el comentario sobre la obra, «plagada de detalles que nos hablan de Farinelli y su importancia».

Según explican desde la pinacoteca asturiana, observando el atuendo del cantante se revelan muchos datos: por ejemplo, varias condecoraciones y símbolos «que nos hablan de su alta posición social». Farinelli, de hecho, viste lo que se considera «atuendo de corte»: una casaca de terciopelo azul con bordados dorados y bocamangas rojas.
En esa casaca ostenta la cruz de la Orden de Calatrava, concedida por el rey Fernando VI, «y que tiene su complemento en la venera de esa misma orden que pende sobre su pecho». De hecho, cuando el artista visitó España, al parecer venía para una estancia temporal y acabó quedándose 25 años, donde obtuvo una gran consideración por parte de la nobleza e incluso residió en su propio palacio en Aranjuez. Tras desempeñar muchos cargos y honores, en 1760 se retiró a Bolonia con un patrimonio considerable.
Volviendo al retrato, se puede observar «la exquisita posición del meñique del protagonista, donde luce un anillo de diamante, al alcance de muy pocos», según el museo. También, un cartapacio que Farinelli sostiene y en el que se puede entrever una partitura «con la que el artista nos está informando de la profesión del retratado». Una profesión con la que deslumbró a dos reyes y acabó su vida con la más alta consideración.