El otro «cerco a Oviedo»: cuando la ciudad resistió a un feroz asedio medieval
En su lucha por el poder con Pedro I, Enrique de Trastámara asoló los barrios exteriores, pero las murallas resistieron el asalto
Una prolongada guerra entre un rey de Castilla, Pedro I, y un aspirante al trono, Enrique de Trastámara, fue la causa de un asedio a Oviedo cruel y devastador en el siglo XIV. Un episodio sangriento de la ciudad, pero no muy conocido, del que se cumplen ahora 670 años.
Enrique de Trastámara se encontraba en Asturias huyendo de su hermanastro, Pedro I, apodado El Cruel. El primero, hijo bastardo de Alfonso XI con su amante Leonor de Guzmán, había heredado el condado de Noreña y, por tanto, podía refugiarse cómodamente en sus posesiones asturianas, amparado en la inaccesibilidad de la región.
En febrero del año 1350, tras fallecer el rey y padre de ambos a causa de la peste, comienza la disputa por el trono que reclama Enrique. Según el historiador Juan Ignacio Ruiz de la Peña (Enrique de Trastámara, señor de Noreña, Boletín del IDEA 137, 1991) sus dominios asturianos «le brindarán seguro refugio con ocasión de sus primeros enfrentamientos con el monarca» e «iban a ser los predilectos del ambicioso conde» tras una larga y accidentada huida.
En 1951, haciéndose acreedor de su apodo El Cruel, Pedro ordena asesinar a la madre de Enrique, Leonor de Guzmán. El aspirante, mientras tanto, pasa el tiempo recorriendo sus extensos dominios y planeando su contraataque.
Sin embargo, se encuentra una piedra (más) en su camino: Oviedo permanece leal al monarca. En febrero de 1352, Enrique reúne fuerzas y emprende un asalto contra la ciudad amurallada: conquistarla era vital para mantener el control de Asturias.
Pero las defensas de la vieja y sólida muralla resisten, pese a que «los combates debieron revestir una extremada dureza, sobre todo en los accesos a la Puerta de Cimadevilla», señalaba Ruiz de la Peña.
En esta entrada principal, donde hoy está el ayuntamiento, había una fuerte torre de defensa que repelió los ataques. No tan bien parada salió la aldea extramuros, dice el historiador: «Una gran parte del caserío por el que se prolongaba, fuera de la muralla, la calle de Cimadevilla, eje vital de la población, sufrió los efectos devastadores del asedio» que se coronó con incendios.
Muchas casas fueron asoladas en lo que hoy es la plaza de la Constitución y la calle Magdalena, que era lugar natural de expansión de la ciudad. Los daños fueron tan cuantiosos que «un año más tarde continuaban todavía las obras de reconstrucción del arruinado caserío».
Rescate real
Oviedo resiste, pues, el asedio. Hacia el mes de mayo, Pedro I ha atravesado ya Pajares y baja hacia el centro de Asturias, «liberando a las guarniciones de Oviedo y Avilés y batiendo las plazas y fortalezas del conde. La situación de éste se toma difícil, replegándose sobre Gijón para ofrecer allí una última resistencia».
El monarca, en premio a la lealtad de Oviedo, concede favores a la ciudad: ordena que se respete a los ovetenses la exención del pago de portazgo en todos sus reinos, con excepción de Toledo, Sevilla y Murcia. También confirma el derecho del concejo de Oviedo a tener su propio merino del fuero, un funcionario similar a un juez de lo administrativo. Los merinos eran nombrados normalmente por el rey.
Después se produce una temporal reconciliación de Pedro I con Enrique de Trastámara, pero no será más que una pausa. A lo largo de los años siguientes, ambos contendientes convertirán su guerra en un conflicto internacional con amplia implicación de Inglaterra y Francia.
Finalmente será el Trastámara quien prevalezca y acabe siendo rey de Castilla con el nombre de Enrique II El Fratricida. Quizá una no muy buena noticia para Oviedo, tras su defensa del heredero legítimo.
Al parecer, según algunos historiadores, él mismo habría dado muerte su hermanastro tras derrotarlo con ayuda de los franceses. Y a su vez, morirá a los 45 años de edad; un fallecimiento que algunos sospechan que se debió a un envenenamiento.