La muralla de Oviedo recupera sus almenas
El final de la limpieza y restauración exterior de la cerca medieval revela la existencia de la estructura defensiva original, que fue cegada posteriormente
La rehabilitación del mayor tramo conservado de la muralla medieval de Oviedo, el de la calle Paraíso, está casi concluida. El próximo viernes se retirarán los últimos andamios. Y uno de los hallazgos más interesantes que ha realizado el equipo de expertos es confirmar la existencia de una coronación almenada, la estructura típicamente defensiva de los recintos amurallados.
Pues, aunque los expertos consideran que el monumento es en realidad una cerca (ya que carece de más elementos defensivos), su función era tanto fiscal, para delimitar los límites de la ciudad, como militar. No se aprecia desde abajo, pero la muralla es de dos metros y medio de ancho, lo que deja lugar a un paseo de ronda que permitía circular cómodamente soldados y armamento.
El equipo que dirige el arquitecto José Ramón Fernández Molina ha trabajado intensamente durante siete meses, tras muchos años de parálisis administrativa del proyecto, «y una tremenda dejadez política y abandono durante medio siglo», según Fernández Molina.
En el año 2008, una arqueóloga del equipo, Alicia García Fernández, ya había hecho un estudio sobre el muro, entonces lleno de maleza y suciedad, donde se intuían las líneas de las almenas medievales. Otro de los integrantes, Alejandro García (de la empresa Castrum, seguimiento arqueológico) explica que se han identificado 31 merlones (los picos de la muralla, ya que las almenas son, en realidad, los huecos) en dos tipologías en otros tantos tramos de 26 y 15 metros a diferentes alturas. Los más antiguos tienen 96 centímetros de ancho y los demás un poco más de un metro, vistos de frente.
La cerca se diseñó con un remate almenado en torno a los siglos XIV y XV y después fue rellenado, como se puede ver actualmente tras la limpieza. También hay otra particularidad: algunos merlones poseen un hueco interior que no llega a ser una saetera, sino que más bien funcionaría como mirilla.
Los expertos compararon la tipología con otras murallas como la de Llanes o Grado. «En los siglos XIII y XIV se produce un fenómeno de amurallamiento en Castilla y León y otras zonas; en este sentido la cerca tiene una función parecida: servir de delimitación desde el punto de vista fiscal y también como protección militar en el contexto de guerras intestinas como el enfrentamiento de Pedro I con Enrique de Trastámara», Explica Alejandro García. La función fiscal se refiere a los derechos de portazgo, el pago por el paso a través las puertas de la ciudad.
Una muralla lisa
En época medieval, el aspecto de la muralla era muy diferente: los huecos entre las piedras estaban rellenos con mortero de cal e incluso presentaba zonas recubiertas, en las que no se veía la mampostería. El cegado de las almenas y recrecimiento sobre el siglo XVII habría estado vinculado al mismo crecimiento urbano.
Durante ese recrecido, explica Patricia Suárez, también responsable del seguimiento arqueológico, se habrían construido edificios cercanos o directamente adosados al lienzo interior, algunos de los cuales incluso ocuparon el paseo de ronda, como es el caso del monasterio de San Vicente (actualmente facultad de Psicología), una de cuyas esquinas se montó directamente sobre la muralla. Sin embargo, se debió de instalar entonces una pasarela para dar continuidad al paseo, ya que existe una escalera y quedan los mechinales, huecos en los que se insertaban vigas para sustentar la estructura de madera.
Sin embargo, con el paso de los siglos se fueron superponiendo algunas construcciones, ocupando o derribando partes del muro. Incluso se abrieron huecos para ventanas de viviendas. Lamentablemente, de las nueve puertas que en su momento daban paso al recinto del Oviedo redondo no queda ninguna. Precisamente, entre ambos extremos del tramo de Paraíso existían dos de ellas.
Según Suárez, el paso peatonal sobre la muralla es «recuperable en casi todo el tramo de la calle Paraíso mediante alguna solución arquitectónica. Se trataría de volver a poner en uso algo que por ley siempre perteneció al ayuntamiento, era público». Y es lo que quisieran que la Administración promueva.
La arqueóloga Alicia García alabó la calidad de la intervención y lamentó las limitaciones que ha impuesto la imposibilidad de acceso a la parte interior y, por lo tanto, de realizar excavaciones en el subsuelo.
Viejas piedras, nuevo material
Por su parte, Araceli Rojo, de GEA Asesoría Geológica, se encargó del control petrológico y de recoger más de ochenta muestras de materiales de forma que los empleados en la restauración fueran los adecuados. No se puede aplicar cualquier cosa. «Lógicamente, los que se usaron a lo largo de los siglos no se ajustan a las normas actuales», por lo que al buscar nuevos materiales debieron intentar que se parecieran a los originales y al mismo tiempo brindar protección y estabilidad a la cerca. Se utilizaron morteros de cal y piedras de reposición para sellar huecos o zonas con problemas estructurales, procurando que tuvieran una permeabilidad adecuada.
De hecho, existen numerosos agujeros en el muro que dejan pasar el agua e incluso, en el extremo de la calle Postigo aún se aprecian los restos relativamente recientes de lo que fue un pilón exterior asociado a un manantial. Un último tratamiento de protección consistió en recubrir la muralla con material hidrofugante, que ofrece algo de protección contra la humedad y la polución.
Con la Iglesia topamos…
José Ramón Fernández Molina dirigió dice que el equipo multidisciplinar «buscaba la excelencia por responsabilidad», para realizar una obra necesaria en un monumento «dejado de la mano de Dios durante 50 años de forma impresentable». En 2017, Molina realizó un estudio para la rehabilitación que estuvo parado por diferentes motivos hasta este año, cuando finalmente se pudo comenzar.
Pero aún quedan varias importantes asignaturas pendientes. La más urgente, eliminar el recrecido realizado por la Casa Sacerdotal, un abigarrado muro con tejadillos, jardineras e incluso un almacén, situados sobre la misma muralla. Un parche chapucero que el Arzobispado se niega a suprimir. En opinión de Fernández Molina, tanto el ayuntamiento como el Principado son responsables de esa aberración, «por dejación y por no querer enfrentarse a la Iglesia, que considera que la muralla es suya. Y no lo es».
De nada sirvieron los intentos de acercamiento o diálogo, ya que la institución religiosa se negó en redondo a desalojar el monumento público, un valioso patrimonio que usa como patio trasero. Incluso se negaron a cortar un seto cuyas raíces están junto a la estructura, y solo accedieron a podarlo. «Y todo eso genera patologías importantes al muro, humedades e incluso probables derrumbamientos. En una parte había un agujero enorme que tuvimos que tapar para evitar que una parte del lienzo se venga abajo», explica Fernández Molina.Hasta se han detectado vertidos de aguas fecales en la zona, «probablemente de la misma Casa Sacerdotal».
Este asunto, añade el arquitecto, «para nada se compadece con la aspiración de que Oviedo sea Patrimonio de la Humanidad de la Unesco» como pretende el consistorio.
Otra de las importantes tareas por realizar es el examen y recuperación del lado interior de la muralla, que linda, además de con la Casa Sacerdotal, con el Conservatorio de música, las dependencias de la Cocina Económica y de las religiosas de María Inmaculada, la facultad de Psicología y los patios de varios pequeños edificios del último tramo, más próximo a la calle Azcárraga.
En este sentido, dicen los arqueólogos, realizar excavaciones y un examen en profundidad aportaría «una información riquísima para la historia del urbanismo de Oviedo», además de preservar y poner en valor uno de los monumentos menos atendidos de la ciudad y no por ello menos importante.
La idea en la que insiste Fernández Molina es que se recupere todo el paseo de ronda, que además podría ser un gran atractivo turístico y se peatonalice la calle Paraíso, se instalen cámaras de vigilancia y buena iluminación. Además, un factor muy importante sería la rehabilitación de algunos de los edificios más antiguos de esa vía «con ayudas públicas, sin perjudicar a los propietarios», insistió el arquitecto, de forma que constituya un atractivo para los peatones e incluso que fomente la instalación de comercio. Darle vida. Un instrumento sería, según el arquitecto, la delimitación como Área de Rehabilitación Integral (ARI).
Fernández Molina apunta que la Administración debe generar mucha más seguridad para la muralla en aspectos jurídicos. Eso pasaría por buscar acuerdos con los propietarios de los edificios colindantes y plantear un entorno de protección. Si bien es cierto que es un BIC (Bien de Interés Cultural), la declaración es antigua y adolece de indefinición en cuanto a ese entorno.
En el equipo de restauración intervinieron otros expertos como Carlos Gómez León (aparejador director de la ejecución de la obra), Luisa Fernández Sánchez (arqueología), José Avelino Gutiérrez (asesor científico) o Eduardo Soto, encargado de obra «todos ellos con una enorme y valiosa experiencia», según recalca Fernández Molina.