El ambicioso proyecto de los poderosos jesuitas que acabó con la charca fétida del Fontán

G.G.

OVIEDO

Recreación del colegio jesuita de San Matías de Oviedo, junto a la iglesia del mismo nombre, conocida por San Isidoro. En este lugar se levanta hoy el mercado cubierto del Fontán
Recreación del colegio jesuita de San Matías de Oviedo, junto a la iglesia del mismo nombre, conocida por San Isidoro. En este lugar se levanta hoy el mercado cubierto del Fontán ERNESTO CONDE

Y el motivo por el que la iglesia conocida como San Isidoro que también ellos levantaron se llama, en realidad, San Matías

13 sep 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Cuando los jesuitas construyeron la iglesia de San Isidoro, ni se llamaba así, ni se proyectó como hoy la vemos. Pues, en realidad, el templo estaba (y está) dedicado a San Matías y la orden lo proyectó con dos torres, no una, lo mismo que ocurrió con la Catedral. También levantaron anexo a él, junto al entonces inhóspito Fontán, un gran colegio que ya no existe.

Hay que remontarse al siglo XVI para recuperar esta historia. La orden de San Ignacio o canónigos regulares, a los que también llamaban frailes teatinos, estaban instalados cerca del Campo de los Reyes. Por cierto, de ahí que el actual barrio lleve ese nombre.

Pero, según cuenta el experto Ernesto Conde en su minucioso trabajo El Fontán, laguna, fuente y túnel (X-XI ciclos de conferencias de la SOF, 2021-2013), el terreno quedaba muy alejado del centro espiritual y económico de Oviedo, por lo que los religiosos decidieron comprar varias fincas en la zona del Fontán, en la parte exterior de las murallas. En lo que hoy es el mercado cubierto, comenzaron a levantar a finales del XVI un conjunto de iglesia y colegio «que tardarían más de cien años en terminar por completo».

Era una zona bastante poco salubre: en lo que hoy es la plaza porticada había una pequeña depresión con una laguna estancada donde la ciudad vertía todo tipo de deshechos, tanto de las casas como de las carnicerías de la calle del Fierro. Tan hedionda y cenagosa era, que el ayuntamiento finalmente se decidió a drenarla para permitir la expansión de la ciudad.

Aquí es donde intervienen los jesuitas. Desde que toman la decisión, aún tardarán un siglo en levantar su gran colegio (hoy desaparecido) de cuatro plantas y el templo hoy conocido por San Isidoro, aunque «canónicamente sigue estando bajo la advocación de San Matías. Las leyes de la Iglesia determinan que no se puede cambiar el titular de los templos; ni reyes, ni obispos, ni el mismo Papa tienen facultad para hacerlo», señala Conde.

Los problemas de salubridad no cesaron; de hecho, empeoraron con la construcción del colegio por el aumento de habitantes de la zona, y hubo que esperar aún muchos años antes de que las autoridades solucionaran el problema. Así lo señalan también Alejandro García Álvarez-Busto y Alberto Morán Corte en su publicación San Matías (Nailos, 2020): «será a partir de la llegada de los jesuitas cuando podamos comenzar a hablar de cierta urbanización, que no saneamiento definitivo». Estos investigadores, que también citan a Conde, hacen un estudio exhaustivo de cómo era el colegio y añaden incluso planos que muestran sus considerables dimensiones.

Como es sabido, en 1767 los jesuitas fueron expulsados de España y sus bienes repartidos, por lo que el complejo fue entregado a la parroquia de San Isidoro, que se ubicaba donde hoy está la plaza del Paraguas y se trasladó al nuevo templo.

García y Morán señalan que, hasta 1792, «varias depen­dencias fueron arrendadas como viviendas particulares a personalidades dis­tinguidas; otros cuartos, como el estudio de teología o el refectorio, los utilizó la Sociedad Económica de Amigos del País con el fin de realizar allí sus reuniones, así como para abrir una escuela de dibujo e instalar un museo de historia natu­ral; algunas zonas se emplearon como paneras y alfolíes de la sal, mientras que la botica parece que seguía existiendo».

Así que, según esta investigación, el viejo colegio acabó ocupado en 1795 como cuartel por el tercer batallón del regimiento, aunque pertenecía al obispado. Más tarde, desamortizado, pasó a depender de Hacienda y entró en estado de ruina, de modo que habrá que esperar hasta la revolución de 1868 para que la junta revolucionaria, «extralimitándose en sus funciones, autorice el derribo del viejo colegio de San Matías», en opinión de Conde. El derribo se consuma al año siguiente. Un día, los jesuitas volverían a Oviedo, pero su colegio ya no estaba.

Y, años más tarde, el Estado vende el solar al ayuntamiento y se construye el actual mercado metálico cubierto: diseñado bajo unos parámetros modernos en la época, alto y luminoso, fue diseñado por Javier Aguirre Iturralde e inaugurado en 1885. Cuatro años antes, salvando las distancias y el tamaño, que otra estructura metálica universalmente conocida: la torre Eiffel.