Resuelto un misterio: Un banquete en casa de la élite astur-romana
El descubrimiento de una copa en el gran mosaico de la villa de La Estaca apuntala la idea de que era un lugar de celebración y lujo
Parece un detalle, es un dibujo de apenas unos centímetros, pero rompe los esquemas. O al menos, se sale de la geometría (aunque no simetría) que domina el gran mosaico de la villa romana de San Martín de la Estaca, en el concejo de Las Regueras. Los investigadores de este interesante yacimiento descubrieron en un extremo de la sala la representación clara de una copa.
A raíz de este hallazgo, los arqueólogos Juan R. Muñiz, Elías Carrocera y Alejandro Sánchez han publicado un artículo (La copa del mosaico de la Estaca y las cráteras de Memorana. Un comentario sobre las decoraciones musiviarias en Asturias. Rev. La Piedriquina) en el que avanzan algunas posibles explicaciones.
En primer lugar, según dice Juan Ramón Muñiz, ese elemento «refuerza la teoría de que se trataba de una villa agrícola, pero no podemos descartar otro tipo de actividad». Para Muñiz, la sala era un lugar de uso y disfrute importante en la casa, un comedor y al mismo tiempo un espacio donde celebrar banquetes y traer invitados de una élite astur-romana.
El mosaico es un elemento muy costoso en términos de la época, por lo que los dueños de la villa pertenecían a una familia acomodada. Al mismo tiempo, si alguien construye un lugar de prestigio, lo hace para invitar a otros acomodados: miembros de una «élite astur-romana», dice Muñiz, porque «cuando uno celebra una fiesta, lo hace con sus iguales».
El investigador apunta que, en efecto, «en diez kilómetros a la redonda se han encontrado bastantes otras villas romanas como las que hay en Santullano (capital de Las Regueras), Valduno, Paladín o Priañes, entre otras». Esos propietarios debían de conocerse y relacionarse, pues.
En cuanto a la imagen de la copa en sí, es semejante a un cáliz, amarilla contorneada en rojo, lo que la hace resaltar sobre el fondo blanco del mosaico que aparece en el extremo suroriental. De su interior salen ramificaciones esquematizadas como vides, «claramente ligadas al sentido tal vez báquico o vitivinícola de la escena». Por el contexto descartan que se trate de una representación cristiana y sí estaría más bien ligada a la mitología romana.
Se ubica cerca de una pared con pinturas que podrían tener que ver con la escena. Lamentablemente, de momento no se puede excavar más, puesto que la zona apuntala esa pared, que podría derrumbarse si se destapa sin aliviar antes la presión exterior. Es decir, habría que vaciar toneladas de tierra por fuera del muro antes de descubrirlo. A partir de ahí, recuperar y restaurar la pintura; lo que supone un alto costo para los presupuestos de que disponen para esta campaña.
Cuando llegue la oportunidad, «se podrá encontrar la clave para comprender íntegramente la decoración y el sentido de todo ese espacio», concluyen.
No hay fiesta sin vino
«El vino tiene una fuerte significación en el mundo romano», afirman en el estudio, lo que estaría ligado a los dioses, Baco o Dioniso. Y esto «reforzaría la interpretación inicial de esta sala como el triclinium, dependencia pensada para ensalzar el prestigio del dominus (propietario) en la que tenían lugar las comidas y celebraciones más importantes, donde al vino se le otorgaba un sentido especial, se consideraba portador de virtudes terapéuticas y rituales (…) Era considerado una bebida divina».
La pregunta que surge es: ¿había vides en esa zona, o el preciado vino se traía de otros lugares? La respuesta la da Muñiz con claridad: «Por supuesto que se producía, hasta hace un siglo más o menos. En Candamo había muchas pequeñas explotaciones, tal vez no de una gran calidad, pero que se consumía en la zona. Al parecer la plaga de filoxera acabó con las plantas».
Esos astur-romanos y sus modas
Un poco alejados de los tópicos guerreros de eterna resistencia al invasor, el artículo de los arqueólogos afirma que en Asturias hubo una «asimilación por parte de las élites locales de los comportamientos y modos de vida romanos, una nueva sociedad hibridada, fruto de la adaptación de la población local a las nuevas formas de vida impuestas o importadas». Una cohabitación pacífica y, finalmente, una «plena integración».
En su opinión, «un ejemplo más claro se dio en las villas romanas rurales, en una etapa avanzada de los siglos II-III d.C.», que eran unidades económicas complejas, tal vez como granjas con varias actividades. Las villas, ligadas al sistema viario, «les permitieron acumular cierta riqueza» y eso se refleja en los signos de prestigio: el tamaño de las residencias, los adornos y los costosos mosaicos.
Y a la hora de realizar esa decoración, ¿Qué pesan más, los dioses o las modas? Lo cierto es que aparecen elementos típicos en muchas casas romanas: una esvástica («símbolo de protección y buena suerte», apunta Muñiz) o los nudos de Salomón, «que se pueden interpretar de distintas formas: cercanía, fidelidad… pero está claro que también obedecen a modas de la época. El arte se usa para comunicar, transmite un mensaje mucho más directo de lo que creemos. Pero perdimos la vinculación directa con esa sociedad y a menudo no sabemos qué querían decir», explica el investigador.
Dinero, siempre dinero
Cada temporada de verano, con infinita paciencia, los arqueólogos levantan las lonas, retiran la tierra protectora sin compactar que dejaron el año anterior y siguen redescubriendo, centímetro a centímetro, armados de pinceles y esponjas, la villa de La Estaca.
Cuentan con muy pocas ayudas y la financiación viene sobre todo de particulares, de fiestas y mercadillos, pero este año ha sido de vacas flacas por la pandemia. Gracias al apoyo de una asociación local y de donativos privados a esta cuenta de paypal van consiguiendo algo de financiación para sacar a la luz una parte crucial de la historia.
Las visitas que suelen organizar son multitudinarias, lo que demuestra que el interés del público existe, aunque eso no siempre coincide con los intereses políticos. Solo el esfuerzo de los investigadores y el de unos pocos entusiastas mantiene viva, un año más, la llama romana.