
La ciudad estaba inmersa hace justo cien años en la instalación de farolas eléctricas que impulsaron el ocio nocturno
06 ene 2021 . Actualizado a las 05:00 h.La abundancia de luz en las calles, que ahora es un fenómeno cotidiano, no lo era tanto hace poco más de un siglo. Había luz pública desde hacía tiempo, sí, pero las farolas de gas daban una luz débil, apenas la necesaria para no tropezar en las calles. No invitaban al paseo. Será a principios de siglo y más a partir de la década de 1920 cuando se generaliza en el alumbrado público la potente energía nueva: la electricidad.
Según señala Daniel Pérez Zapico en su conferencia Electricidad, sociabilidad y prácticas nocturnas. Asturias (1880-1936), a principios de siglo se produce la «definitiva implantación de la electricidad en Oviedo, desarrollándose un negocio termoeléctrico asociado al alumbrado público». Esto supuso un cambio profundo en la vida cultural de la ciudad, que se lanza al ocio nocturno.
La luz producida por las antiguas candilejas de aceite y luego de gas, según Pérez Zapico, «era opaca, de escaso alcance y el espaciado excesivo de los faroles, así como sus continuas roturas, hacían que el alumbrado no lograse iluminar más allá de un pequeño islote de luz restringido a su entorno inmediato». Además, no estaban encendidos toda la noche, ni durante todo el año, debido al coste de su mantenimiento.
El Oviedo burgués está emergiendo. Los comercios más prósperos comienzan a instalar la novedosa iluminación, con lo que atran -literalmente como polillas- a los consumidores a la luz. Pérez Zapico dice que «la luz eléctrica supone una nueva apoteosis que, como el gas, vincula la luz al lujo y la distinción de unos establecimientos orientados a las clases dominantes».
Por ejemplo, cita, frente los famosos almacenes Al San Luis «numeroso público llenaba las calles de Altamirano y Rúa en el sitio que tienen establecido su comercio (…), alumbrado extensamente por potentes focos de luz eléctrica son el reclamo de la verdaderamente notable (…)».
En Oviedo, la introducción de la electricidad se vincula a la construcción del nuevo Teatro Campoamor en 1893; la subestación de Santa Clara, al lado del coliseo, con el ruido y temblores que producía, fue, la primera central en toda la ciudad antes de la aparición de la Sociedad Popular Ovetense y su Fábrica de Gas.
Y la gente se lanza a la calle. La burguesía emergente, poderosa y con capacidad adquisitiva, genera un gran desarrollo del nuevo barrio de Uría, que desplaza al núcleo del Oviedo antiguo. Aparecen o se popularizan mucho numerosos cafés y locales nocturnos como El Suizo, El Español, El Madrileño o El Parisino. Luego vendrán cabarets, teatros de variedades y todo tipo de locales donde continuar la fiesta.
Y también la calle. «Esto producirá la revalorización del Campo de San Francisco como espacio preferido para el paseo nocturno y, sobre todo, el Paseo de los Álamos, que se dotará de alumbrado eléctrico desde fecha temprana». El arco voltaico había llegado para quedarse y con él la costumbre de trasnochar. Al menos hasta el confinamiento por la pandemia de covid-19.