Los revolucionarios de 1934 reventaron la cámara acorazada y se llevaron casi 14,5 millones de pesetas, el equivalente a 28 millones de euros actuales
06 dic 2020 . Actualizado a las 05:00 h.En el turbulento octubre de 1934, Asturias había estallado en una revolución que dejó profundas huellas. El jugoso objetivo del Banco de España de Oviedo no pasa inadvertido a los sublevados, que saben que el capital es la savia necesaria para toda revolución. Hasta ese momento, ningún atraco había obtenido el enorme volumen de dinero con el que lograron hacerse.
La noche del 9 de octubre, los revolucionarios asaltan lo que entonces era sucursal de la entidad y hoy acoge la sede de la Presidencia del Gobierno asturiano, en la calle Suárez de la Riva con esquina a Marqués de Santa Cruz. Se trata de un edificio aislado, sólido, que había sido construido junto a la fachada trasera de la moderna Diputación según los planos de José de Astiz y Benito González del Valle en 1917. Desde unos días antes, cuatro carabineros y media docena de soldados custodian el banco.
Pero no pudieron repeler el ataque de un grupo de aguerridos mineros al mando de Cristino García Granda, un gozoniego que no dejaría de luchar desde entonces, primero en la Guerra Civil y luego en la segunda Guerra Mundial junto a la resistencia francesa. Tras cuatro días de asedio, desde los tejados aledaños consiguen penetrar en el edificio y rendir a los defensores.
Entones se hace cargo el comité revolucionario. Graciano Antuña y el dirigente socialista Ramón González Peña, de quienes dicen que son los cerebros de la operación, acuden a ver cómo se puede reventar la caja fuerte del banco, una tarea que no resultaba fácil en absoluto. Las llaves (o al menos algunas de las necesarias; siempre había más de una y en distintas manos), dicen algunas fuentes, habían sido arrojadas al retrete por el director del banco, Jesús Álvarez Amandi.
Las puertas blindadas del sótano resisten. Tras varias propuestas e intentos, al final, solo con dinamita consiguen doblegar el acceso. El fabuloso botín es de casi catorce millones y medio de pesetas lo que, actualizado en dinero actual según la tabla del INE, supondría unos 28 millones de euros. También había en la cámara oro y joyas que los revolucionarios no tocaron.
En un primer momento, el dinero se envía a Sotrondio y se reparte entre las organizaciones y dirigentes sindicales. Hay historiadores que aseguran que anarquistas y comunistas negaron haber recibido parte del botín, que en ese caso -de dar crédito a esos testimonios- habría quedado en manos de los socialistas.
La revolución, como es sabido, fue duramente reprimida por el gobierno de la República y fracasó. El Banco de España envía al funcionario Crescencio Mendoza y Corcuera, director de la sucursal de Gijón. En las memorias de la entidad publicadas en 1935 sobre el ejercicio anterior se lee: «Grave y doloroso en extremo, por el síntoma que revela y por lo importante de sus consecuencias, ha sido el robo de 14.425.060,60 pesetas, cometido por los revolucionarios de Oviedo en la Sucursal del Banco de España en aquella ciudad, en la que se van entregando en depósito para su custodia a disposición de la Autoridad judicial que entiende en las actuaciones correspondientes, las cantidades recuperadas por la Fuerza Pública, que ascendían a fin del ejercicio que comento a 2.637.293 pesetas».
También recuerda ese documento que «La Administración y el Consejo atendieron con la mayor rapidez al restablecimiento de la normalidad bancaria en la región asturiana después del movimiento revolucionario, que tantos quebrantos y ruinas causó en aquella comarca, enviando, en cuanto fue posible, un director-inspector con personal auxiliar e instrucciones adecuadas, y una comisión, después, integrada por el subgobernador 1.° y los consejeros señores Conde de Limpias y Fernánez Aritio, para completar la inspección conveniente y la oportuna adopción de medidas».
Para tratar de recuperar el botín o parte del mismo, proponían una fabulosa recompensa de 250.000 pesetas a quien señalara pistas para recuperar los 14,4 millones sustraídos. La detención de Cornelio Fernández, alcalde y amigo de González Peña, llevó a requisar algo más de 1,5 millones en Las Regueras de los 2,6 que mencionaba el Banco de España. En Sotrondio apareció otro millón y luego otras cantidades hasta obtener unos 4,5 millones, según varias fuentes. Es decir, que en total se recuperó algo así como el 30% de lo robado en octubre de 1934.
Paco Ignacio Taibo dice en su obra sobre la revolución de 1934 que cinco millones acabaron en una cuenta secreta en Bruselas, después de haber pasado por París, y fueron administrados en el exilio por Graciano Antuña y Belarmino Tomás. La cantidad restante que quedó oculta Asturias serviría, añade, para financiar las redes clandestinas de evasión de los fugados.
En cuanto al destino de los revolucionarios, Ramón González Peña se escondió en Ablaña hasta diciembre de 1934, cuando fue detenido, juzgado y condenado a muerte en febrero de 1935, pero se le conmutó la pena por cadena perpetua. Tras la victoria del Frente Popular en las elecciones de 1936 es liberado y elegido nuevamente diputado y ocupa el cargo de ministro de Justicia en el segundo gobierno de Juan Negrín. Tras la Guerra Civil huye a Francia y finalmente se exilia a México, donde murió en 1952 con 64 años de edad.
Cristino García Granda fue fusilado en España en 1946 después de regresar de luchar en Francia. Graciano Antuña fue apresado en Oviedo el 20 de julio de 1936, juzgado en consejo de guerra en Luarca el 3 de mayo y fusilado en las tapias del cementerio.