Historia de un traidor

OVIEDO

Guerrilleros del maquis, en la etapa posterior a la Guerra Civil. Muchos sufrieron detenciones por infiltrados que trabajan para el servicio secreto franquista
Guerrilleros del maquis, en la etapa posterior a la Guerra Civil. Muchos sufrieron detenciones por infiltrados que trabajan para el servicio secreto franquista

Varios autores acusan al ovetense Laureano González, «El Trilita», de actuar como delator para la Segunda Bis, el servicio secreto franquista

08 nov 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

¿Quién fue este ovetense bravo y misterioso que luchó por la República y fue gravemente herido en la Guerra Civil? ¿En qué momento presuntamente se torció todo, cambió de bando y se hizo delator de la policía secreta franquista?

Varios testimonios acusan a Laureano González Suárez, apodado El Trilita, de espiar, denunciar y ayudar a desmantelar una célula antifascista que operaba contra Franco desde Burdeos. El principal testigo fue el poeta y brigadista argentino, hijo de padres andaluces, Luis Alberto Quesada. Falleció a los 96 años en el año 2015 después de una larga vida con no pocos avatares peligrosos. Quesada se enroló en Madrid a los 16 años en las milicias antifascistas y combatió en la sierra de Guadarrama y fue subiendo en el escalafón de comisario político y también en el militar.

En el frente de Cataluña, se adhiere al comunismo y, al finalizar la guerra, es internado en un campo de concentración francés. También fue utilizado como mano de obra para fortificar la Línea Maginot. Cuando los alemanes ocupan Francia, Quesada llega a Burdeos en bicicleta y organiza junto a otros excombatientes de la Guerra Civil una célula de resistencia. En esa ciudad del suroeste francés, en donde ha contraído matrimonio con Asunción Allué, la Gestapo lo identifica por sus actividades  y lo busca intensamente.

También en Burdeos conoce al asturiano Laureano González Suárez, El Trilita (es de suponer que por su conocimiento del uso de ese explosivo, muy extendido en Asturias durante la revolución del 34 y posteriormente). Según cuenta Carlos Fernández Rodríguez en su libro Los otros camaradas: El PCE en los orígenes del franquismo (1939-1945), el Trilita «tenía una cicatriz inconfundible en la mejilla derecha producida por un trozo de metralla». Su hermano tenía la nacionalidad argentina y se hicieron pasar por sudamericanos durante su estancia en Burdeos, cuya misión era la entrega de materiales a distintas organizaciones.

Desde esa base, querían pasar a España clandestinamente y apoyar a las guerrillas. «A finales de diciembre de 1942» -explica Carlos Fernández- «pasaron por la frontera de Biarritz Juan Arhancet y Trilita, luego Sebastián Abarca y Mariano Peña y por último Luis Alberto Quesada y el conocido como Lago. Encargado de lo documentación, Trilita entregó una cédula personal a cada uno. (La de él mismo estaba a nombre de Mariano Gueslaga Ortiz)».

El militante comunista Luis Alberto Quesada, que fue detenido y encarcelado por la policía Franquista tras ser delatado por el asturiano Laureano González «Trilita»
El militante comunista Luis Alberto Quesada, que fue detenido y encarcelado por la policía Franquista tras ser delatado por el asturiano Laureano González «Trilita»

No queda claro en qué momento, si es antes, durante o después de este viaje, pero lo cierto es que Laureano González es detenido y obviamente presionado, amenazado o sobornado; tal vez las tres cosas a un tiempo, por la policía franquista.

La Segunda bis

Es necesario abrir un paréntesis para hablar de la otra parte. El artífice de la operación, este caso exitosa, se debió a la tristemente famosa (y no muy eficaz en general, como comentan otros autores) Segunda bis, la sección precursora del espionaje español que más tarde sería el Cesid y actualmente el CNI.

Estaba al mando del teniente coronel Antonio López Moreno. Según el investigador Fernando Hernández, durante su estancia en los frentes de Huesca y Teruel, López Moreno prestó, infiltrado, «impagables servicios de información» al ejército franquista, además de proveer de documentación falsa a sus camaradas perseguidos. Acabada la guerra, solicitó el ingreso en la Segunda bis. «Durante los años de la guerra mundial, trató frecuentemente a los alemanes y protegió a nazis y colaboracionistas fugitivos. Como funcionario de Estado Mayor estaba muy bien relacionado con la Gestapo. López Moreno fue un incansable escrutador del exilio republicano», asegura.

La Segunda bis se llamó oficialmente Servicio de Información del Ejército de Tierra, la Armada y el Ejército del Aire. Estaba adscrito a las Segundas Secciones, o de Inteligencia, de los respectivos Cuarteles Generales, de ahí su nombre. Su función era controlar y reprimir los restos de republicanismo, los movimientos subversivos, así como la información política y el control ideológico de los Ejércitos que pudieran considerarse desleales u hostiles a Franco.

La Unidad Segunda bis solía estar compuesta por hombres seleccionados de la Guardia Civil, apoyados por suboficiales especializados en información y soldados de gran confianza, algunos de los cuales anteriormente habían sido profesionales de la policía. Generalmente iban vestidos de paisano para aumentar la discreción en sus acciones, procurando pasar desapercibidos en los ámbitos, a veces hostiles, donde se movían.

La primera detención

Así pues, en una de las incursiones, Sebastián Abarca es detenido en Bilbao y Trilita es encargado de ir a Madrid para avisar. Quesada le encomienda la tarea de pasar a Francia para recoger algo de dinero e invertirlo en comprar productos para venderlos en España y también para el paso clandestino de dos individuos que tenían importancia en el aparato de la delegación del PCE en Francia.

Se desplazó a Barcelona, donde contactó con Mariano Peña y le pidió ayuda para pasar la frontera. José Miguel Beguiristáin se brindó para acompañar a Trilita, pero cuando se estaban preparando, Beguiristáin y Peña fueron detenidos en Barcelona. Sin embargo, Laureano consiguió escapar, lo que puede ser una casualidad pero ya arroja sospechas sobre su implicación en la operación de la Segunda-bis.

En marzo de 1943, cuando Carrera estaba preparando su viaje a Zaragoza para organizar un comité provincial, fue detenido en la calle Duque de Sesto junto con Ángels Arruri y Sebastián Goñi. Dice el investigador Carlos Fernández que «parece ser que se debió a la detención de Trilita junto con otros camaradas suyos en San Sebastián cuando se dedicaban a transportar relojes, piedras de mechero y otras cosas de contrabando para financiar el partido. Trilita fue llevado a Madrid por la policía para que se reuniese con Carrera y los demás cuadros dirigentes» y ahí se desmanteló la célula. Los siguientes detenidos fueron Luis Alberto Quesada y Bonifacio Fernández junto con Clementina Álvarez y Juan Espinosa, pero antes Bonifacio sufrió graves heridas y falleció. La versión oficial es que se había tirado por una ventana a un patio interior; otras versiones dicen que sufrió fuertes palizas y torturas.

En Literatura y cultura del exilio español de 1939 en Francia, Alicia Alted y Manuel Aznar también hablan del grupo liderado por Luis Alberto Quesada en Burdeos y añaden más integrantes a su lista. Además de Quesada, Trilita, Abarca, Peña y Arhancet, hablan de Carlos Guano Moretti, Alfonso Cámara, Fontilsselli, Estévez Miretti, José Rueda Sepúlveda «y muchos más, todos procedentes de la guerra de España».

Por si había dudas, el testimonio que recogen directamente de Quesada es demoledor:  «El drama mayor fue que Laureano, el entregador, pasó a Francia y, como yo le había dicho a Asun que la llamaría en cuanto pudiera, él la fue a buscar a Burdeos y le dijo que yo la llamaba, que estaba resuelto su pase legal. Cuando pasó la frontera, la detuvieron. La policía española la estaba esperando (…)». Es decir, Trilita no solo delató al argentino, sino que ayudó detener a su mujer.

«La llevaron a Fuenterrabía y allí, con Luisito, estuvo tres días», continúa contando Quesada. «Desde allí la llevaron a Madrid, la metieron en una celda y el drama fue que se le había cortado la leche. Desde mi celda, yo sentía llorar a un niño sin saber que era mi hijo».

Luego la dejaron en libertad, aunque tenía que presentarse todos los días a la policía social en el Ministerio de Gobernación de la Puerta del Sol. Sin duda vigilarían sus movimientos. «Allí, en la puerta, varias veces a vio a Laureano González Suárez charlando con otros confidentes y policías (…) Antes de entregarme a mí, No pude saber a cuántos entregaría en Francia. Después, a la vista de nuestra historia, comprendimos lo frágil que es para algunos su moral y sus creencias».

También Mikel Rodríguez, en Espías vascos, hace referencia a Laureano Trilita González.«Por lo general, los espías de la Segunda bis parecieron un calco de los agentes de la TIA de Mortadelo y Filemón. (…) En 1970 se produjo una reorganización total con el modelo del Mossad».

El guía de Quesada para cruzar el Bidasoa, dice Rodríguez, «Laureano González El trilita, asturiano de Trubia. Le tenían por hombre seguro y valiente, veterano de la guerra, con la particularidad de que la cicatriz de un tiro le cruzaba la cara. Pero Trilita había traicionado su currículo revolucionario y era agente de la Segunda bis. En aquel pase entregó a Quesada, a Sebastián Abarca y Juan Arhancet Indacoechea y Mariano Peña».

Para este autor, «la forma de actuar del judas era la misma: tras comer juntos, Trilita salía un momento y entonces entraba la policía. Tras estas detenciones, el traidor se trasladó a Burdeos y convenció a la esposa de Quesada para se reuniese con él». En realidad parece hacerse eco del mismo testimonio de Quesada, aunque añade algún detalle más.

Según cuenta Susana Rodríguez Moreno en Luis Alberto Quesada: buscando al hombre colectivo, «la historia de Luis Alberto Quesada desde el regreso de Francia es la historia de la cárcel y de la permanente condena a muerte. Salió al frente con dieciséis años y fue expulsado de España con cuarenta, conmutada su cadena perpétua por la pena de extrañamiento perpetuo: su doble nacionalidad (argentino-española) le había salvado».

Por el testimonio de Quesada se conoce lateralmente la historia de Trilita, siempre que se le dé crédito. Pero qué fue de Laureano, si siguió colaborando con la Segunda bis o estaba ya quemado; si se arripintió o no, es todavía un misterio.