Aquel Oviedo del cuplé y los locos 20

G.GUITER

OVIEDO

Puerta del peculiar cabaret El Suizo, que en sus últimos días estuvo en la plaza de Riego y que cerró en el año 1976 para dejar paso a una pizzería
Puerta del peculiar cabaret El Suizo, que en sus últimos días estuvo en la plaza de Riego y que cerró en el año 1976 para dejar paso a una pizzería

Algunos cabarets intentaron a principios del siglo XX hacer la competencia a los teatros, que acaparaban la oferta de music-hall

31 ago 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Desde principios del siglo XX y luego durante los duros años de la revolución y la Guerra Civil,  hasta bien entrada la democracia en España, Oviedo se divertía como podía. Pese a los tremendos avatares, era una ciudad con una notable vida cultural: cine, teatro, tertulias, cafés… y cabarets. Una especie casi olvidada que sobrevivió durante varias décadas en la capital.

El cabaret, de hecho, llegó tarde a Oviedo. El motivo, según señala María Gertrudis González Novel en su trabajo Las industrias culturales en Oviedo, Gijon y Avilés (1931-1933), es que los teatros ejercen un «auténtico monopolio» en cuanto a cuplés y varietés, lo que retrasó la llegada a España de las influencias extranjeras del cabaret, el café cantante y el music-hall.

El cuplé, explica González, estaba generalmente interpretado por mujeres, «en su inmensa mayoría de origen humilde y de nivel cultural bajísimo», lo que las hacía dependientes en el plano personal y profesional. La imagen «un tanto burda y obscena» de malicia sexual que ofrecían cambió con Aurora Jauffret, más conocida como La Goya, que recibió una esmerada educación y no usaba la exhibición como gancho en sus actuaciones.

Muchas de las artistas de la nueva generación de cupletistas que comienza con ella, como La Argentinita, Luisita Esteso, Lolita Montes, Maruja Bertomeu o Consuelito Zamora visitaron Oviedo. Por ejemplo, La Argentinita, cuenta la investigadora, debutó en el teatro Principado de Oviedo en julio de 1932. Luisita Esteso lo hizo en el mismo teatro en 1931. El teatro Principado sufrió graves daños en la revolución del 34, aunque siguió más tarde siendo un importante centro cultural antes y después de la guerra hasta su cierre.

Una entrada del popular cabaret ovetense Gong, que estaba en la calle General Elorza, 3
Una entrada del popular cabaret ovetense Gong, que estaba en la calle General Elorza, 3

También hubo pequeños cabarets, con más o menos acierto, al estilo europeo. O aspiraban a ello. El Cabaret El Suizo había visto tiempos mejores a finales de los años 30 y en los 40 que en su última etapa. Era un local aguerrido que abrió en la plaza de San Juan y se trasladó a la plaza del Riego en el año 1951. En esta última ubicación sus vetustas puertas daban paso a un local alargado, con una pequeña barra y una tarima de madera al fondo. A decir de los que lo recuerdan, el pianista era por las mañanas profesor de solfeo en el Seminario Diocesano y el batería, sargento de la Banda de Música del Milán.

Ofrecía sesiones de tarde, noche y madrugada en las que veteranas artistas cantaban cuplés. En la puerta se colocaba una pizarra en la que invariablemente aparecía el debut de la vedette Farfán de los Godos y, más tarde, Carlos Blanco. Finalmente, cerró sus puertas en febrero de 1976 y en su lugar abrió una pizzería.

Con un nombre un tanto alarmante, El Dancing Astur, en el 10 de la calle Independencia (donde ahora hay una zapatería), ofrecía en uno de sus anuncios de prensa de finales de los años 30 «22 bellas danzarinas de salón, 22» y las vedettes Carmen Briance y Antonella, «dos artistas que valen por diez» en sesiones de tarde y noche, a partir de las 11.

El Gong, que se definía como un cabaret elegante, estaba en la calle General Elorza número 3. Anunciaba en una de sus funciones el «Triunfo enorme de Luna Imperio» y varias «bellezas de salón». Después cambió de nombre, puesto que en el mismo lugar se anunciaba así en la prensa de 1931: «Jamás éxito alguno superó al que consigue diariamente en Stambul, gran cabaret de moda, la joven, bella y escultural bailarina Luisita Garcy», anunciaba este otro, que aderezaba a su vedette local con 15 «bellísimas bailarinas de salón».

Mucho más tarde, a finales de los años 70 y con un cariz aparentemente más subido de tono, en Lugones se anunciaba el Papillon como «el cabaret de Oviedo y sus noches de embrujo» con el dibujo de una sugerente señorita que, visto hoy, sería de escasa corrección política.  Los artistas que presentaba, por ejemplo, eran Paco Ramos, Tony Walter «y su partenier», también aderezado por «bellísimas azafatas». Eras los últimos estertores del espectáculo de cabaret que nunca regresó.