Una tesis doctoral intenta esclarecer el asesinato del importante político asturiano Melquíades Álvarez, que sigue sin resolver desde hace ochenta años
06 ene 2020 . Actualizado a las 05:00 h.Mucha tinta se vertió tras el fusilamiento de Melquíades Álvarez en agosto de 1936. El político asturiano, que había desempeñado un papel muy relevante en favor de la democracia, sufrió la muerte a manos de desconocidos en momentos muy convulsos. Acababa de comenzar la guerra civil española.
Según asegura Francisco M. Balado Insunza en su reciente tesis doctoral (Uned, 2019), «deducir por estas dos notas manuscritas, únicamente, la dimensión política del crimen sería arriesgado», pero ese hecho unido a que Melquíades Álvarez era abogado de José Antonio Primo de Rivera y a sus «posiciones contrarrevolucionarias, lo que contribuyó a construir en esos últimos años de vida política una imagen de político reaccionario”, sí fueron en su opinión decisivas como causa del asesinato.
Uno de sus bisnietos, Manuel Álvarez-Buylla, se basaba en el testimonio del secretario de Álvarez, Francisco Martínez, para asegurar que la muerte tuvo, efectivamente, motivación política. Hay historiadores que dudan de ello, que la enmarcan más bien en un momento de caos y bandolerismo; otros tienden a apoyar una tesis más conspirativa.
Balado realiza un colosal y prolijo tratado (892 páginas) sobre la obra política de Melquíades Álvarez y Gumersindo de Azcárate. En él recrea además los dramáticos últimos días del político asturiano, que se negó a abandonar Madrid para protegerse tras el golpe del 18 de julio. «Era un hombre de honor, había adquirido, a sus 72 años, la defensa de un compañero y a ello se iba a dedicar, costase lo que costase». Y le costó la vida.
El entonces presidente del Supremo, Arias de Velasco, le intentó convencer de que era un objetivo político en su calidad de defensor de Primo de Rivera. Pero él, en lugar de viajar a Asturias en julio para pasar el verano, como era su costumbre, se quedó a esperar el recurso que había presentado.
Melquíades Álvarez, dice el historiador, se negó a firmar el manifiesto en adhesión de la república que otros como Ramón Menéndez Pidal, Ortega y Gasset o Ramón Pérez de Ayala sí habían firmado. El 4 de agosto fueron a detenerlo milicianos «gracias a la delación de una sirvienta». Gozaba aparentemente de protección (o quizá vigilancia) policial, por lo que no se lo pudieron llevar, pero sí lo condujeron los mismos policías a la Dirección General de Seguridad.
Entre asturianos
Le piden que cruce a Portugal. Por segunda vez, se niega a abandonar Madrid. Su amigo, el escultor también asturiano Sebastián Miranda, le ofrece instalarse en su casa, lo que sí acepta. Miranda, que era «amigo íntimo» de Indalecio Prieto, llama a éste para comunicarle el hecho a lo que él responde con agradecimiento: «No sabes el enorme favor que nos haces; aquí, a mi lado está Azaña, que se une a mí para darte las gracias».
Sin embargo, Melquíades Álvarez finalmente llama a Sebastián Miranda para rechazar su oferta y prefiere ser trasladado a la Cárcel Modelo porque dice creer que eso le garantiza mejor su seguridad. Fue un terrible error.
Efectivamente, fue conducido a esa penitenciaría, donde ya había otros altos funcionarios y políticos detenidos. «La confusión era absoluta», cuenta Francisco Balado, pues «las informaciones que nos han llegado tienen el sesgo del drama personal y de la barbarie». Los presos eran «presa apetecible» para los milicianos «que campaban a sus anchas aquellos días por la capital».
El historiador señala aquí dos personajes clave: Manuel Muñoz, diputado de Izquierda Republicana que habría conseguido el permiso para que los milicianos entrasen en la cárcel a cachear a los presos políticos, y Felipe Emilio Sandoval, un individuo con no muy buena fama, que ejecutaría la orden.
La mano ejecutora
Sandoval, también conocido por el alias de Doctor Muñiz, fue un albañil, atracador, anarquista y espía. Al parecer ejerció de ejecutor revolucionario en el Madrid de los primeros meses de la guerra. A partir de julio de 1936, algunos miembros de la CNT se integraron en la llamada checa de Fomento, oficialmente llamado Comité Provincial de Investigación Pública de Madrid, cuya función era unificar y controlar la represión contra los sublevados.
Sandoval era el dirigente de la checa anarquista del Cinema Europa del barrio de Cuatro Caminos. Se dice que fue también uno de los responsables del asalto y la quema de la cárcel Modelo, el 22 de agosto, lo que se considera «una estratagema para provocar un motín» alegando que presos fascistas lo habían provocado.
Pero los políticos de la época, sumidos en la confusión, «no quisieron enfrentarse a la turba y no midieron las consecuencias que, en todo caso, eran evidentes»: se iba a producir una masacre en la Modelo. Los funcionarios huyeron y entonces los milicianos se hicieron con el control. Varias fuentes refieren que durante la madrugada de esa fatídica jornada seleccionaron a 32 presos, entre ellos el asturiano, y los condujeron al sótano.
«Melquíades Álvarez, en pijama, se sentó en el suelo del sótano de la galería». A su lado, otro asturiano, el político Ramón Álvarez Valdés. Valdés era afiliado al Partido Reformista de su Álvarez y fue diputado en 1933 y 1936, incluso ocupó la cartera de Justicia con Alejandro Lerroux. Pero se había ganado la enemistad de la izquierda y dimitido de su ministerio. Pese a su talla intelectual, quedó fatídicamente señalado.
Los milicianos hicieron un primer grupo en el que estaban Melquíades Álvarez y Álvarez Valdés; eran los más mayores. «Los subieron a culatazos por la escalera y, tras un tiempo, que algún testigo ha calculado en una hora, se oyó una ráfaga. Los habían fusilado». El resto del grupo también fue asesinado aquella noche del 22 de agosto de 1936.
¿Fue el Doctor Muñiz quien apretó el gatillo? Si fue él en persona o un grupo de enajenados bajo su mando, si hubo una o varias manos ejecutoras, no hay prácticamente diferencia. El hecho es que se produjo una masacre, si no provocada, al menos no impedida por las autoridades.
Es cierto, reconoce Balado, que el Gobierno mandó guardias de asalto a la Modelo. Era demasiado tarde. Solo se pudo hacer la autopsia al asturiano, que tenía «heridas de arma de fuego en la región lateral derecha del cuello». Fue enterrado en un nicho individual y no en una fosa común gracias a la gestión de un funcionario familiar de un yerno de Álvarez.
Indalecio Prieto se lamentó amargamente y, dicen, Azaña lloró. ¿Cómo se entiende el asesinato de un político que desde febrero de 1936 había abandonado su actividad? «A Melquíades Álvarez lo asesinó la sinrazón en la que se sumergió España», concluye el historiador. «Su muerte fue, metafóricamente, la muerte de la democracia».
En un primer momento, el franquismo quiso aprovechar el asesinato como arma propagandística. Pronto se dieron cuenta de que su condición de masón, su pensamiento liberal y democrático y su ateísmo «no lo hacían en absoluto el perfil que el franquismo pretendía inocular». De hecho, en Oviedo no se planteó cambiar la calle que lleva su nombre en virtud de la Memoria Histórica, puesto que no se asocia al franquismo. Tanto es así, que su figura quedó marginada en los largos años de la dictadura. Fue su segunda muerte.