Las mujeres ya son mayoría al frente de las galerías de arte y las librerías de la ciudad, desarrollan obras en todas las ramas de la cultura y reclaman los focos a golpe de talento para que sus obras dejen de ser invisibles
15 may 2019 . Actualizado a las 09:53 h.Están ahí y quien no las ve, lee o escucha es porque no quiere. Hay artistas, creadoras, libreras, galeristas y gestoras de espacios culturales en cada rincón de Oviedo. Si sus nombres no suenan o su trabajo aún resulta desconocido es por una mezcla de desinterés del público (algo que afecta también a sus colegas masculinos) y de la cárcel de silencio en la que, a menudo, los medios de comunicación encierran a las autoras (algo que afecta mucho menos a los hombres). Se da un machismo difuso y una mezcla de acceso a las conciencia pública a través de los contactos personales y de lo que ya se ha hecho que perjudica a las mujeres y a las jóvenes. Pero nada de eso desanima a las mujeres que recorren los territorios del arte y la cultura con la intención de no abandonar, de explorar nuevas formas de expresión y de transmitirlas a una audiencia que puede no ser masiva pero, desde luego, existe.
«Es cierto que en los últimos tiempos se ve una presencia mayor de mujeres en las exposiciones. Pero no siempre se da en buenas condiciones para que sea conocida», opina Marta Fermín, que es a la vez artista y galerista con su proyecto en Decero, uno de los espacios más innovadores de la ciudad. Como artista, nadie ha mencionado en la prensa regional su inclusión en un proyecto europeo para dar a conocer a 30 mujeres artistas que ya la ha llevado este año a Irlanda y en breve le permitirá exponer en Eslovenia. Responde a la llamada para este reportaje desde Cádiz, donde está a punto de inaugurar otra muestra. Apenas los íntimos se han enterado, porque la información cultural en Asturias suele discurrir siempre por los mismos circuitos.
Fermín es optimista sobre el momento creador en Oviedo, pero no sobre la manera en que las autoridades locales y autonómicas lo están gestionando. «Lo sufre el arte que hacen las mujeres, pero también el de los hombres. A las mujeres nos falta apoyo y visibilidad. A todos un centro de exhibición para el arte contemporáneo. Es increíble que no exista en una ciudad de este tamaño. Lo único que se hace es lo que abordamos las galerías con nuestro capital privado», expone. El mundillo de las galerías, por cierto, se vendría abajo en un instante sin las mujeres que le dan densidad. De las que están en activo, todas menos una llevan a una mujer al timón.
En algunos sectores, aún es difícil abrirse camino sin desbrozar antes los tópicos y las imágenes falsas de la mujer. Nora García, una de las ilustradoras más prometedoras de Asturias, que ya ha firmado carteles para la Cometcon, acaba de terminar sus estudios en la Escuela de Arte y dedica estos meses a preparar su porfolio para conseguir incorporarse al mundo laboral. Le atrae trabajar en la animación para videojuegos, un sector que se mueve sobre todo en Madrid y Barcelona, aunque también en Asturias existe una industria incipiente. También permite el trabajo freelance para grandes compañías multinacionales y puede ser una puerta de entrada hacia el cine de animación que tanto la atrae desde que, siendo una cría, dibujaba galerías completas de Pokémon.
Pero el mundo de los videojuegos y el del comic siempre ha sido masculino y ha relegado a la mujer a papeles secundarios y sexualizados. Antes que pensar en llamar a la puerta de Pixar o Dreamworks, como le gustaría hacer algún día, necesita, como las compañeras en su misma situación,«empoderarme y empezar a luchar contra la sexualización». «Las ilustradoras están de moda, pero los personajes son simples excusas para las armaduras ceñidas y la exhibición de carne», señala.
También en el mundo del cine y las artes escénicas las mujeres piden un reconocimiento. Desde hace un año se ha formado un colectivo, que no es una asociación formal ni legal, de profesionales de esos ámbitos que están conociéndose y creando una red propia de contactos. A su cabeza está Celia Cervero, montadora de Gonzalo Suárez y de Chiqui Carabante, con el que trabajó en 12+1: una comedia metafísica, premiada en el Festival de Málaga y candidata en los Goya de 2013. Cervero se fue a Madrid, pasó años allí y ha regresado a Asturias para vivir entre Oviedo y Llanes, donde está preparando un documental para registrar la memoria de los ancianos de la parroquia de Celoriu. En estas idas y venidas por una industria del cine en la que aún tiemblan las réplicas causadas por la sacudida del Me Too. «Mujeres capacitadas hay a raudales, pero solo el 20% de los proyectos que se producen en España tienen alguna al frente», recuerda.
La brecha salarial, la política de ayudas, las respuestas al 8M y las trabas que encuentran las cineastas españolas, así se llamen Isabel Coixet y tengan a su espalda una trayectoria honorabilísima, aparecen en todas las conversaciones del colectivo. «De momento solo queremos conocernos y ven en qué coincidimos, porque hasta ahora vamos muy desperdigadas. Ya llegará el momento de organizarnos en algo más formal», señala Cervero.
A su aire ha ido siempre Yasmina Álvarez, profesora en la Escuela Universitaria Padre Ossó, actriz de teatro y doblaje, fascinada por la locución y las posibilidades de la voz y, desde finales de 2018, poeta debutante. Ve el vaso medio lleno. «Las mujeres estamos dando pasos adelante. Creo que de verdad hay más oportunidades y más voluntad de visibilizarnos, que hay un camino hacia una sociedad más igualitaria, pero todo eso es poco y aún queda mucho por hacer. Pero en Oviedo somos muchas. Las directoras de las galerías siempre son mujeres, las librerías independientes e interesantes también están dirigidas por mujeres y se ven muchas en la música», apunta. «Hay unas circunstancias sociales que favorecen ese arranque y debemos aprovecharlas por si es un caso de ahora o nunca».
En la música clásica, María Ovín, violinista de la Orquesta Sinfónica del Principado (OSPA), conoce muchas formaciones europeas. Pasó por ellas antes de conseguir una plaza que la ha devuelto a Oviedo, a casa. Sabe que hay en ellas muchas mujeres, que en algunos casos ellas son mayoría y, sin embargo, apenas ha conocido directoras. «La verdad es que no sé si es casualidad», se pregunta. Con todo, la época en que todo eran maestros y apenas se veían mujeres en los escenarios ya ha quedado atrás. «En la OSPA somos unas cuantas y Oviedo Filarmonía debe de ser la orquesta con más mujeres de toda España. Las cosas cambian poco a poco. Y me consta que en mi instrumento, el violín, hay toda una cantera, muchísimas y muy buenas», añade.
Es un buen momento para dedicarse en Oviedo al arte y la creación. Faltan instalaciones y un apoyo más decidido de las administraciones, pero la efervescencia y la eclosión de muchos proyecto es inneglable. «No es verdad eso de que en Oviedo no hay nada. Lo último es SACO y Radar, por ejemplo, que es gratuito y estupendo. Además, la ciudad ha recuperado el teatro en el Campoamor. Y hay mucha gente dando el callo en iniciativas privada. No sé si el momento es muy bueno o no, pero es mejor que los anteriores. Lo único que puede dar miedo es el riesgo de perderlo», evalúa Yasmina Álvarez.
Celia Cervero vive en Llanes, pero no deja de visitar su ciudad. Es otra habitual de las actividades de SACO y siempre está interesada en pasarse por La Lata de Zinc. «Es mejor moverse y buscar que quejarse porque no hay nada», reflexiona. Ella ha completado un círculo. Se fue a Madrid, entre otras razones, porque sentía que Oviedo y Asturias se le quedaban pequeñas y ahora siempre tiene ganas de acercarse a ver su oferta. María Ovín, que ha formado parte de la Joven Orquesta de la Unión Europea y ha viajado con ella para ofrecer conciertos por todo el continente, asegura con conocimiento de causa que la oferta en música clásica «es una suerte». «A los ciclos y las jornadas del Auditorio vienen intérpretes de todas partes. No es algo habitual en una ciudad de este tamaño, pequeña, e incluso otras mayores no tienen algo así. Los precios, además, son asequibles», asegura. En cierta medida, su vocación es fruto del ambiente. «Mi padre es un melómano incansable. En mi casa siempre sonaba música y, a los tres años, en la guardería, ya nos interesaron por ella», recuerda.
Nora García es la más joven de las mujeres que aparecen en este reportaje, pero también tiene con qué comparar Oviedo y Asturias. Gracias a una beca, pasó un año estudiando en un instituto de Canadá, y opina que el programa de la Escuela de Arte de Oviedo es bueno y completo. No está segura, sin embargo, de encontrar aquí un futuro profesional. «Empieza a haber desarrolladores de videojuegos. Algunos son muy buenos. Pero mantener una industria significa reunir a mucha gente muy buena y no sé si hemos llegado ya a ese punto. Lo que sé que es muy difícil en este momento es intentar montar algo yo sola», reflexiona.
Con su doble mirada de artista que intenta producir su propia obra y gestora de una galería, Marta Fermín es capaz de citar los nombres de muchas artistas que están haciendo cosas muy interesantes en Oviedo y sus alrededores. Isabel Cuadrado es un ejemplo de esa sensibilidad que hace arte con recursos cercanos, muy a mano, e incorpora recortes de medias o cabello a sus creaciones. Fermín siempre intenta promocionar a mujeres pero, cuando programa, tiene menos en cuenta el género que la propuesta de quienes pasan por su espacio. SACO y las propuestas de la Noche Blanca le parecen aciertos que han enriquecido el panorama, aunque pide mucho más a las administraciones. A la espera del futuro uso de la fábrica de La Vega, que tiene potencial para ser un polo de atracción de artistas y visitantes si se acierta en su uso, reclama proyectos más inmediatos y que no llevaría tanto tiempo poner en práctica. Disponer de un espacio público para el arte que está naciendo ahora mismo le parece un primer paso irrenunciable.