Una peseta por disfraz y otras curiosidades del Antroxu ovetense

Claudia Granda OVIEDO

OVIEDO

Fragmento de noticia de El Correo de Asturias
Fragmento de noticia de El Correo de Asturias Ayuntamiento de Oviedo

Las costumbres carnavalescas de la capital allá por el siglo XIX distan bastante de las prácticas actuales

04 mar 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Se acerca el Antroxu y todos sus amantes seguro que ya tienen preparadas sus mejores galas. No importa si es comprado, alquilado, o hecho a mano. Nuevo o reciclado. El caso es tener un disfraz con el que pasar desapercibido entre los cientos de personas que se harán pasar por quienes no son durante los días 4,5 y 9 de marzo en Oviedo. Hoy en día todo el mundo se disfraza, desde los más pequeños a los más mayores. Grupos de amigos y familias enteras. Salir a la calle disfrazado es algo totalmente normal por estas fechas e, incluso, en cualquier día del año.

Pero antiguamente no era tan sencillo como decidir qué quieres ser ese día y llevarlo a cabo. Hace más de un siglo disfrazarse en Oviedo por carnaval obligaba a pagar un tributo. El ayuntamiento determinó que todo aquel que utilizase máscaras y disfraces durante los carnavales debía pagar una peseta. También por aquella época, una ordenanza municipal prohibía el uso de máscaras en la vía pública fuera del domingo, lunes y martes y de máscaras después de anochecer. Se prohibían, además, los disfraces de cura, juez y militar así como llevar armas o palos.

Los platos típicos del Antroxu por aquellos tiempos se centraban en la matanza: los callos y el compango eran los manjares principales que, en cuaresma, estaban totalmente vetados. La confitería Camilo de Blas, ya en activo, preparaba y vendía bollos de carnaval. A día de hoy el menú típico de Antroxu consta de Pote Asturiano, frixuelos, arroz con leche y casadielles.

La fiesta de carnaval por aquel entonces distaba mucho de lo que es ahora. El Antroxu significaba para muchos descontrol y regocijo. Una de las prácticas más populares entre las celebraciones callejeras era la de lanzar huevos y harina a los transeúntes que no llevaran disfraz o aquellos que se asomasen por las ventanas. También arrojaban agua con pucheros a las puertas de las viviendas. Se perseguían gallos robados e incluso se manteaban perros y gatos con objetos atados a las colas.

Unas prácticas bárbaras para los estratos superiores de la sociedad ovetense, que crearon los carnavales de salón, mucho más tranquilos y comedidos. La casa del gobernador, los salones de la sociedad Casino de Oviedo, el Circo Lesaca o el Teatro Fontán eran los lugares frecuentados por los nobles ovetenses. Pero siempre con un control que impidiese que las prácticas de aquellos festejos se asemejasen a las callejeras. El teatro era vigilado por hombres de escolta y no se consentían conversaciones en lugares oscuros o poco iluminados. También había centinelas en los salones.

Otros tiempos y otras costumbres que, ya fueran en la calle o en salones, tenían el mismo fin que dos siglos después: el de la diversión de la sociedad ovetense.