La estrecha relación de Oviedo con los escritores no se agota en el tiempo que va de Clarín a Dolores Medio. Desde la transición, otros autores han aportado su visión a una ciudad a la que nunca le ha faltado literatura. Escogemos cinco ejemplos entre lo publicado en los últimos 40 años
18 sep 2018 . Actualizado a las 05:00 h.Oviedo es un escenario literario por activa y por pasiva. No le faltan escritores ni lectores y nunca ha estado escasa de representación en la literatura. Pero más allá (o, por mejor decir, más acá) de la sagrada trilogía de La Regenta, Tigre Juan y Nosotros, los Rivero, la ciudad contemporánea también se ha asomado a páginas de prestigio. O de éxito, como en su cameo, envuelto en la Sábana Santa, por las páginas atiborradas de información que Dan Brown embutió en El código Da Vinci. Para evitar las respuestas más tópicas, este reportaje se plantea recoger las apariciones de Oviedo en novelas y libros de memorias publicados, aproximadamente, en los últimos 40 años, con el regreso de la democracia a España. En esta ocasión, Ana Ozores descansa.
Jugadores de billar (José Avello, 2001). Recién recuperada en una nueva edición por la editorial asturiana Trea tras su publicación original por Alfaguara, la novela de José Avello ha tenido desde el principio unas críticas excelentes y menos lectores de los que se merece. Si La Regenta es la exigente vara de medir para cualquier narración posterior que intente atrapar la vida de Oviedo, Jugadores de billar aguanta el envite. Alrededor de los cuatro amigos que se reúnen en un café de la calle Mon para dar salida a su afición se levanta el tinglado de una pequeña ciudad en un mundo globalizado. En sus páginas aparece la ciudad de los últimos años del siglo XX. Corren los 90 y todo ha cambiado.
La balada del norte. Tomo 2 (Alfonso Zapico, 2017). La novela gráfica del dibujante Alfonso Zapico aún es una obra sin terminar. La publicación del tercer y último volumen de la trilogía está prevista para el próximo año, siempre que la historia no crezca más, porque en principio el autor solo había planeado dos volúmenes. La magnitud del material, sin embargo, se ha impuesto y ha exigido un espacio creciente. El Oviedo de octubre de 1934, cuyas huellas de bala aún se conservan en algunas paredes, es el principal escenario de un álbum que se impone la exigente tarea de narrar con fidelidad la quincena revolucionaria en la ciudad. Aunque es una obra coral que sigue las vidas de decenas de personajes (los que se juegan la vida en las calles, los que se refugian en sus casas y los que orquestan el contragolpe conservador), el que se ha ganado a los lectores es Apolonio, el capataz convertido en dirigente minero.
Para parar las aguas del olvido (Paco Ignacio Taibo, 1982). Las memorias de infancia y adolescencia del escritor asturmexicano en la ciudad triste atemorizada de la guerra civil y la primera posguerra acaban siendo también un retrato generacional de sus amigos, un grupo de niños que crecen entre tiros y juegan en solares sembrados de metralla. Había talento en aquel grupo: los poetas Ángel González y Carlos Bousoño y el escritor y editor Manuel Lombardero, entro otros, desfilan por estas páginas de recuerdos. Incluso entonces Oviedo ofrecía espacios de libertad a quienes los buscaban. Los niños correteaban libres por el Campo San Francisco y un Taibo adolescente empezó a trabajar como aprendiz en la Librería Cervantes, a cuyo frente aún permanecía su fundador, Manolo Quirós. En ella conoció a Lombardero y de ella sacaban los dos lecturas prohibidas para completar su formación literaria.
Los clamores de la tierra (Fulgencio Argüelles, 1995). La crónica del reinado de Ramiro I en toda su violencia y su frenesí arquitectónico empieza con ejecuciones y avanza por un mundo que aún no es plenamente cristiano, donde persisten personajes tomados por magos y rituales de un paganismo tardío. Oviedo es una ciudad tan nueva que Santa María del Naranco, en vez de una joya milenaria, es arquitectura de vanguardia. Para todos los interesados en los primeros siglos de vida la ciudad y en las pompas y las miserias de la monarquía asturiana que se hizo hueco entre la Europa poscarolingia y el dominio musulmán de Al-Andalus, estas páginas son instructivas y entretenidas, porque no van escasas de trama.
Camino con retorno (Sara Suárez Solís, 1980). Con su crónica del franquismo en una ciudad pequeña llamada Fontán cuyo disfraz a nadie engaña, la escritora ovetense fue finalista del premio Planeta en 1978, aunque la publicación de la obra, su primera novela, llevó un par de años. El arco vital de Carmina Quirós, una protagonista de una generación tan similar a la de la autora que es difícil sustraerse a la idea de que hay algo persona en ella, entre los años 30 y los años 70 del siglo XX permiten seguir las mezquindades de la historia de España en ese periodo. Feminista de primera hora, Suárez Solís refleja en ese personaje, hija de militar, todas las barreras y las limitaciones a las que se enfrentaron las mujeres de su tiempo. La sombra de La Regenta planea sobre cualquier intento de escribir una novela de Oviedo, pero el mundo de Ana Ozores no es ya el de Carmina.