
Sus vilezas suman un monto difícil de alcanzar, incluso para un Borbón
13 abr 2025 . Actualizado a las 05:00 h.Paradójicamente, cuenta Usted con una virtud que debo resaltar en esta misiva, a saber: aún puede caer más bajo en el ya poco tiempo que le resta para extinguirse y, sinceramente le digo, conserve esa virtud, porque sus vilezas suman un monto difícil de alcanzar, incluso para un Borbón, y una virtud no deja de ser una virtud en cualquier circunstancia.
Irrespetuoso y ofensivo con su familia, muy especialmente con su esposa, con la Corona y con España, dado el papel que le encomendó la Constitución de 1978, al sumar amantes y cacerías; largando confidencias entre sábanas a la Rey (vaya con el apellido…) y dádivas a la Larsen (contra la que acaba de querellarse, antes ella, pero que no dejan de ser batallitas de golfos); hurtando dineros al populacho, igualándose a la calaña de millonarios y advenedizos que deja de ingresar millones y millones de euros que contribuirían, al menos un poco, a aliviar las penas de los desventurados en esta vida, que en la otra, nos dicen los sumos sacerdotes que saben de magia y hechicería, serán los afortunados, aunque, entretanto, que se jodan.
No contento con estas andanzas, ahora, en el desierto del «infiel» ha decidido Usted prorrogarlas en forma de demanda a Miguel Ángel Revilla que, hasta donde conozco, se halla en el polo opuesto al suyo, el de la honradez (la que pueda atesorar un «humano», que tampoco es para maravillarse); una persona que acudía a La Moncloa como presidente de Cantabria en un taxi que pagaba de su bolsillo, renunciando al coche oficial.
Mire, Señor, desconozco si es usted un corrupto a los ojos no vendados de la Justicia, porque está escrito que no le es posible «pecar», como a su amiga la Ayuso, a cuyo «buffet» de abogados de su novio, del de ella, por supuesto, ha acudido para presentar la denuncia, lo que dice más que suficiente de su majestuosa figura. Pero todavía con este privilegio de reyes y de déspotas, no pasará a la Historia como una persona de bien, pues, además, hasta el final se empeña en torpedear los esfuerzos de su hijo por restaurar la ética en la institución monárquica.
Con toda la (in)cordialidad de la que soy capaz, se despide de su Alteza su decepcionado vasallo (exclusivamente por nacimiento, que manda huevos),
P.D.: Confío, Señor, que antes de extinguirme yo se desclasifique toda la información acerca de la tarde y la noche del 23-F, y la de los días previos, sin con ello pretender menoscabar su valentía cuando a primera hora del 24 se opuso a los sublevados.
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