
Arancel va camino a ser una candidata a palabra del año 2025 debido a los continuos cambios de opinión de Donald Trump. Me sorprende que en un país en el que tradicionalmente su sociedad no ve útil pagar impuestos (alegando que el dinero donde mejor está es en los bolsillos de la gente) se esté centrando su acción política en cobrar una tasa a todo aquel producto que llegue a las aduanas norteamericanas. Ya hace diez años y antes de empezar su anterior etapa presidencial hubo un interés muy importante entre la administración Obama y la Unión Europea por firmar un acuerdo de libre comercio (el «Transatlantic Trade and Investment Partnership» [TTIP], que quedó en agua de borrajas) porque en aquel momento se sospechaba que la pretensión de Trump era proteger los productos nacionales y que podía ocurrir algo parecido a lo que está haciendo ahora.
Lo único positivo que le veo a este despropósito es que a los grandes millonarios también les está afectando estas medidas (porque a quien siempre le toca sufrir las consecuencias negativas es a la clase trabajadora), y particularmente lo digo por Elon Musk, quien según algunas fuentes se está distanciando de Trump (por fin tendrá que dejar de actuar como Pedro por su casa, sin tener ninguna autoridad política, para visitar lugares tan importantes como la Casa Blanca u otros muy sensibles como el Pentágono). La verdad es que siempre me costó trabajo entender el funcionamiento de las bolsas e incluso saber por qué suben o bajan las acciones de una empresa, pero no son pocas las sospechas de que determinadas personas podían disponer de información privilegiada antes de que el mandatario norteamericano anunciase la tregua arancelaria de 90 días (exceptuando a China, con quien se está cebando).
Donald Trump podrá seguir hablando en el despacho oval o en un pasillo del Air Force One (como si estuviera esperando a la cola para ir al baño), pero sus actuaciones son irresponsables y tremendamente perjudiciales para toda la humanidad. Quizás lo más duro de aceptar son sus excesos verbales, porque no solamente crea pánico financiero, sino que encima frivoliza con el horror (el perfil oficial de la Casa Blanca publicó estos días un video con música bailona en la que se ven a migrantes camino de ser deportados, algo tan humillante como otra publicación en redes sociales sobre las posibilidades inmobiliarias en Gaza con una recreación hecha por inteligencia artificial) y continúa sin tener una mínima educación (la diplomacia no es lo suyo si considera que hay líderes mundiales que le besan el culo).
La realidad internacional ha obligado en Alemania a reeditar el acuerdo de la «Große Koalition». Personalmente creo que el SPD tendría que recordar el fracaso que le supuso estar con Merkel en los años del austericidio (que los recuerdo bien porque coincidió en el tiempo en el que estuve viviendo en Munich), aunque es cierto que el país se encuentra en recesión y la situación económica no tiene nada que ver con la de aquel entonces. El motor económico de la zona euro necesita recuperarse, pero lo que no tengo tan claro es que lo pueda hacer a través de su industria automovilística porque ahora mismo se encuentra camino del agotamiento por la pérdida de competitividad con China. Hay que saber como lección de vida que nunca se puede apostar todas las cartas a un único sector económico, porque en el momento que falle, quien más lo va a sufrir es la ciudadanía.
Solo espero que el nuevo gobierno de Friedrich Merz analice el problema al que se enfrenta y busque fórmulas diferentes a las que empleaba Alemania en la crisis financiera de hace quince años. Como siempre, hay que quedarse con lo mejor, y lo único positivo es que al no haber otra posibilidad de formar gobierno, la ultraderecha se quedará como mero espectador en la oposición. No podemos evitar que estén en los parlamentos, porque la ciudadanía ha decidido votarlos, pero sí se les puede aislar para que no sean determinantes en la toma de decisiones. Algo así debería aprender el PP con Vox, aunque con la aprobación de los presupuestos en el País Valenciano nada augura de un cambio de rumbo.
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