Muñeca
Muñeca

20 mar 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

Cuando era joven, vi la película de 1974 «Tamaño natural» de Luis García Berlanga. La encontré extrañamente fascinante. Al mismo tiempo, me llenó de inquietud. Durante varias semanas, no pude quitarme de la cabeza la imagen de Michel Piccoli haciendo cosas perturbadoras con una muñeca sexual con la que empieza a tener una relación extrañísima que termina siendo aceptada hasta por su propia madre. El personaje de Piccoli no era un hombre solitario, era un dentista bien situado, un hombre casado con una bella mujer a la que la muñeca sexual va desplazando, un ridículo Pigmalión del siglo XX. Quizá fue la primera vez en mi vida que me pregunté qué les pasa a los hombres. Ni siquiera sabía que existían muñecas sexuales hasta que vi la película, que no se estrenó en España hasta 1978, aunque es de 1974.

En 1976, J. G. Ballard publicó en la revista «Bananas» un relato titulado «La sonrisa», en el que un hombre se queda prendado de una maniquí al pasar por delante de una tienda de antigüedades que anuncia rebajas por cierre. Allí encuentra a Serena, la compra y se la lleva a casa. Poco a poco, la introduce en su vida, la lleva a todas partes, incluso a reuniones con amigos en las que las esposas se muestran desdeñosas con el amante del maniquí. «Serena era el tipo de mujer que inventan los hombres», nos dice el narrador. Al final, el Pigmalión de Ballard descubre que quizá Serena es algo más que un maniquí. Ballard entendió antes que nadie que aquello iba a ocurrir en algún momento. El documental de 2018 «Silicone soul», dirigido por Melody Gilbert, sigue el día a día de algunos hombres que comparten sus vidas con muñecas de silicona realistas. Uno de ellos está tan enamorado de la suya que, aunque está muy deteriorada por el uso, no quiere deshacerse de ella o suplantarla por otra.

La soledad puede ser grotesca, casi tanto como cualquier relación de pareja. Los hombres que salen en el documental forman parte de una comunidad, los «iDollators», personas que deciden emparejarse con sus muñecas sexuales realistas. En Reddit, esta comunidad suele compartir sus historias de amor con ellas, ofrecer consejos para su cuidado, mostrar imágenes de sus parejas de silicona y quejarse amargamente sobre los prejuicios que todavía tiene la sociedad hacia las personas como ellos. Algunos admiten que prefieren compartir su vida con una muñeca de silicona antes que con una mujer. Los hay que aseguran que su relación con lo que no deja de ser un objeto es la relación más satisfactoria que han mantenido en toda su vida. Estas muñecas «anatómicamente correctas» son «el tipo de mujer que inventan los hombres», como la Serena del cuento de J. G. Ballard.

En las páginas de internet donde se pueden comprar este tipo de muñecas, los catálogos son amplios. Puedes elegir el color de los ojos, de la piel, del pelo y hasta el vello púbico. Hay tres o cuatro tamaños diferentes. También puedes elegir uno de los modelos que exhiben, es más barato pero menos personalizado. En Youtube hay vídeos donde las empresas muestran el proceso de fabricación de estas muñecas. Son talleres algo sórdidos, con cajas llenas de ojos, pechos, cabezas, pelucas. Cada parte es tratada con cuidado, se les hace la manicura a mano, se maquillan los rostros, se les coloca el vello púbico si así lo desea el cliente, pelo a pelo. En el almacén, podemos ver torsos y cuerpos sin cabeza colgados de ganchos o perchas como en «La matanza de Texas», a la espera de personalización. Las cabezas son intercambiables y puedes comprarlas aparte si te cansas de mirar siempre la misma cara. Por unos euros más, la muñeca elegida estará preparada para poder mantenerse en pie.

En Reddit, los usuarios también ponen fotos de sus parejas de silicona en posturas obscenas para que se vea bien cada orificio, o bien imágenes más bien inocentes, pero no menos perturbadoras, de las muñecas sentadas a la mesa, mirando la tele, en el sofá, ataviadas con ropa que el usuario ha elegido meticulosamente, ropa que puede ir desde vaqueros y camiseta hasta vestiditos delirantes de sirvientas imposibles, enfermeras o personajes de anime. Los hay que viven con varias muñecas y aseguran ser poliamorosos y los hay que viven una especie de simulación de la vida en pareja más tradicional. Los hay que hasta se han casado con una muñeca de silicona. En «Silicone soul», uno de estos hombres incluso saca a su muñeca a pasear al parque, se sienta con ella, intenta introducirla en su vida y en las de quienes le rodean, como Michel Piccoli en la película de «Berlanga» o como el hombre que compró a Serena en el relato de J. G. Ballard.

Una nueva vuelta de tuerca parece haber llegado a este mundo de soledades perturbadoras, el de las muñecas robóticas con IA con las que se puede mantener una conversación, muñecas que se mueven y hablan y mandan un WhatsApp diciéndole a su comprador, que en ese momento está trabajando, lo mucho que le quiere. Puedes elegir la personalidad de la muñeca. Tanto las muñecas de silicona tradicionales como las robóticas son caras, aunque las primeras menos que las segundas.

Realdoll es uno de los fabricantes más populares de este tipo de muñecas. Fabrican muñecas realistas de silicona y muñecas realistas con IA. Serenity es una de esas muñecas robóticas con las que puedes hablar. Una Serenity con ojos marrones, pelirroja, con vello púbico acorde, piercings, pezones, pechos y vagina a la carta, fuera del modelo estándar, y un bote de lubricante, cuestan casi catorce mil dólares. El asunto de los piercings es curioso, el pack all piercings cuesta nada menos que cuatrocientos dólares extra. Customizar pezones (así lo llaman) cuesta unos cien dólares, elegir el color de los mismos, solo veinticinco. Bucear en esa página llena de pezones y vulvas femeninas por catálogo es una experiencia desoladora. Probablemente, mientras escribo esto, hay miles de pigmaliones en todo el planeta esculpiendo una mujer por catálogo, hay miles de hombres inventando mujeres y obteniendo una versión de un ser humano imposible. La IA es una aplicación para el móvil capaz de crear esa fantasía de unión que, unida al realismo animatrónico de la muñeca, que, siendo sinceros, tampoco es mucho, genera la satisfacción del usuario.

El siguiente paso será no tener ni siquiera una muñeca, la realidad virtual hará el milagro y hasta podremos mantener relaciones sexuales con otra persona a través de un avatar, o eso dicen algunos fabricantes de muñecas hiperrealistas. En 1977, J. G. Ballard publicó el cuento «Unidad de cuidados intensivos» en la revista Ambit. En él, narra cómo la sociedad prohíbe el contacto físico hasta el punto de que las personas parecen haber olvidado que eso existió en algún momento. Todas las relaciones se tienen a través de vídeo y televisión, e incluso la reproducción es asistida para evitar el contacto. El relato cuenta lo que ocurre cuando una familia decide romper esa barrera contra el contacto físico y conocerse en persona. Quizá no estamos tan lejos, quizá estamos otra vez en 1977 pero con la tecnología de 2025, solo que un poco más rotos por dentro, quizá estamos dejando demasiado espacio a la tecnología en nuestra intimidad hasta el punto de que esta se encuentra seriamente amenazada. Hay hombres dispuestos a dejar en manos de empresas de tecnología su lado más íntimo, sus datos más inconfesables. Los hombres se inventan mujeres, cueste lo que cueste.