Para los cinéfilos El gatopardo de Visconti está en el altar de las películas que pasan a la historia. Con Burt Lancaster, Alain Delon y Claudia Cardinale coronados como un trío que marcó una época, la de los sesenta, con un filme que se publicitaba entonces como Lo que el viento se llevó del momento. Y el morbo de que un director comunista rodase la mejor película de la aristocracia. Para el público ya solo el hecho de que estuvieran Delon y Cardinale como un parejón de alto voltaje era reclamo suficiente de un guion basado en la novela del escritor Giuseppe Tomasi di Lampedusa, en el que Visconti se mostró obsesionado por plasmar la belleza y acertar en el retrato psicológico de los personajes. Ahora, Netflix se ha atrevido con la serie, siguiendo, con buen criterio, el recuerdo majestuoso que tenemos de la cinta original. Es mejor no hacer comparaciones, pero tampoco llevarnos por los prejuicios de que nada actualmente vale lo suficiente. La serie El gatopardo está muy bien hecha, mantiene el esplendor vibrante del contexto decadente y no rechina en absoluto en la puesta en escena ni en los papeles principales. Ahí está Deva Cassel, la hija de Monica Bellucci, o Kim Rossi Stuart, como el príncipe de Salinas. No es Burt Lancaster, pero no defrauda en esa aspiración de que para que todo siga igual, es necesario que todo cambie.
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