
Ya no existen, en la actual gobernanza de España, la verdad ni la mentira. No existe el pudor. Ni el ánimo de aparentar una mínima decencia intelectual. Solo persiste el interés personal de Sánchez, y sus adláteres, por mantenerse un día más en la Moncloa. Lo sucedido la semana pasada no solo corrobora este aserto, sino que lo ratifica. Es Gulliver en el país de Liliput: un gigante que está atado por las cuerdas de los votos que precisa (siete) para continuar gobernando. Y no pasa nada. España se ha cruzado de brazos después del carnaval y a la espera de la Semana Santa. No importa que quieran concederle el control de fronteras y emigración a una comunidad autónoma. No importa lo que hayan declarado meses antes. Lo que en el pretérito era inconstitucional, ahora dejará de serlo. En enero del 2024, Sánchez decía: «Todo lo que tiene que ver con el control de las fronteras no se puede transferir». No importa que el pasado 8 de abril el responsable de la seguridad del Estado, señor Grande Marlaska, afirmase que el control de las fronteras era una competencia «exclusiva» del Estado (y remarco el adjetivo «exclusiva»). También remarco el sustantivo «control». Porque lo que antes era imprescindible para la vigencia del Estado, ha dejado de serlo. Y reitero, no pasa nada. España se ha adormecido en la apatía. ¿Por qué? No dejo de preguntármelo y no he llegado a una respuesta cómoda. Se está deshilachando (meses atrás, en esta columna, hablé de «la España descosida»), se está jugando con la igualdad entre territorios, se está beneficiando a unos en detrimento de otros. Y nada. Cruzados de brazos. Viendo pasar el tiempo como quien observa el paso de las nubes. Quizá algunos piensen que no llueve demasiado.
El miércoles 5 de marzo, la ministra Elma Saiz llegó a afirmar que si otras comunidades autónomas solicitan competencias en inmigración, se analizarán. Es un desvarío. Un modo de arrebatar al Estado el propio concepto de Estado. Las naciones se construyeron al dibujar los márgenes de sus territorios y, por supuesto, dirigir (gobernar, examinar, comprobar, verificar, gestionar) sus fronteras. La historia y sus definiciones ya no interesan al actual Ejecutivo. En esta tesitura cabe esperar que los diputados de Podemos tumben en el Parlamento este delirio legislativo. Yo creo que lo harán. Principalmente porque en esta tesitura política ya solo Podemos tiene algo que ganar por la izquierda. Solo Podemos se beneficiará, en su espectro ideológico, de la deriva en la que ha caído el sanchismo. Si Sánchez pierde, ellos eliminarán a Sumar. Y saben, como precepto, que su izquierda vive mejor contra el PP que contra el PSOE. Además, huelga decirlo, que un gallego escriba esto es propio de una tierra en la que no «somos graciosos» (eso dijo Ione Belarra). Es triste reconocerlo, pero de un Sánchez sempiterno solo nos salva Podemos. Quizá sean los únicos que no habitan la España anestesiada.
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