
Sé que puedo ser pesado con este asunto, pero dado el idilio que existe en cada rincón de España con esa droga apenas intuida como tal en nuestra cultura, el alcohol, y dado que quien esto escribe es alcohólico, creo que se me podrá perdonar la insistencia teniendo en cuenta, además, que todas las comunidades autónomas tienen un idilio poco disimulado con él y su consumo es fomentado desde las instituciones, además de que vivo en la que casi con total seguridad es la comunidad autónoma española donde el perjuicio que ocasiona el consumo abusivo de alcohol es apenas tenido en cuenta por las autoridades que se supone deberían velar para intentar reducir los daños que provoca el consumo de una de las drogas más extendidas de este país.
Me he tomado la molestia de buscar los planes regionales sobre drogas de todas las comunidades de España. De nada. Aunque algunos están tristemente desactualizados y aunque todos son bastante mejorables, en casi todos estos planes se menciona el alcohol como la importante y muy perjudicial droga que es. En el Plan Sobre Drogas para Asturias, el alcohol se menciona nada menos que sesenta y seis veces. Solo hay una excepción en estos planes de entre todos los existentes, el de la Comunidad de Madrid, en el que tampoco se menciona el tabaco. Cero menciones al alcohol en el plan de marras. Cero. Esto tiene su miga, pues según la última Encuesta Domiciliaria sobre Alcohol y otras Drogas (EDADES), el número de consumidores diarios de alcohol se ha más que duplicado en la región, lo que constituye un éxito sin igual de la hostelería madrileña y de las ridículas campañas perpetradas por la industria del alcohol para que la gente consuma con moderación, sea lo que sea eso, pues ya se sabe, todo el mundo bebe con moderación aunque se beba hasta el agua de los floreros. En contraste con este ninguneo al alcohol que, al parecer, no se consume, solo es el preferido de los madrileños, Isabel Díaz Ayuso ha emprendido una guerra abierta contra el consumo de cannabis, incluso alentando la delación entre vecinos y en centros educativos y creando una campaña absolutamente ridícula en la que se caricaturiza al consumidor de cannabis por medio de spots delirantes y carteles publicitarios en los que se relaciona el consumo de esta droga con la violencia, una violencia que, como todos sabemos, no aplica en el caso del alcohol.
España es un bar. No conozco ningún lugar de este país que no esté absolutamente obsesionado con sus bares, pero lo de mi comunidad roza el ridículo. No se me escapa, y a nadie se le debería escapar, que este ninguneo con el alcohol, que causa más muertes y más destrucción que el cannabis (y que se entienda bien, el cannabis es perjudicial, como cualquier otra droga), tiene mucho que ver con la defensa de la hostelería y de la industria del alcohol. Lo vimos durante la pandemia: no podías llevar al niño al parque porque estaba precintado por las autoridades, pero podías ir al bar casi sin restricciones. La Comunidad de Madrid se convirtió en una oasis del alcoholismo.
Si no se menciona, no existe el problema, aunque el problema se duplique. Nadie va a ponerle el cascabel al gato en esta región delirante y todavía está por ver si, de aprobarse el anteproyecto de ley para la prevención del consumo de alcohol y de sus efectos en menores de edad, del que tendremos que hablar mucho en las próximas semanas a pesar de que los medios en general han optado por el silencio al respecto, será de alguna manera limitado en la inconsciente Madrid, en este reino etílico fomentado por su presidenta. Así, no es de extrañar que se montara la que se montó cuando dije en Antena 3 que el alcohol es una droga. Cómo va a serlo, si no sale en el Plan Regional contra las Drogas. Hay que salvar la hostelería.
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